Defender el cristianismo

Los terroristas del DAESH están masacrando poblaciones enteras por el hecho de ser cristianas, sin embargo este genocidio apenas tiene relevancia ente nosotros porque nos queda demasiado lejos (¿?) y porque defender algo que lleve como apellido la palabra «cristiano» no está bien visto en una sociedad que tras años de ser indiferente a la religión está dando las primeras muestras de ser hostil a los hechos y sentimientos religiosos.

Saben los musulmanes, todos ellos, no me refiero a los cafres, que la religión es un fuerte cimiento que mantiene el edificio social, que cohesiona y da resistencia ante las dificultades de la vida. Más allá de la geografía y de los regímenes diversos (de las monarquías absolutistas a las república prosoviéticas y no menos absolutistas que han existido), en todos los países musulmanes se ha mantenido incólume la religión, en ninguno de ellos ha habido nadie que imaginara una campaña contra el islam.

Desde las élites de cada nación hasta las capas más bajas todos se mantienen fieles a las tradiciones de sus padres, a nadie se le ha ocurrido la idea de que si quiere ser «guay», si quiere ganarse al pueblo, ha de oponerse a la religión, nadie ha tenido la ocurrencia de, elección tras elección, buscar una permanente laicidad social. El sentimiento del pueblo es tan fuerte y tan profundo que no surgen individuos con ideas tan opuestas al sentir general.

Desde el convencimiento de que el Estado debe tratar con equidad y justicia a todos los ciudadanos, sin diferencias por cuestiones religiosas, se observa una agresión permanente de los dirigentes políticos a la religión y un menosprecio al papel que la Iglesia Católica desempeña en el Estado.

Una parte de la sociedad reacciona de manera tan estúpida ante el hecho religioso que tiene necesidad de copiar ceremonias meramente religiosas para dar réplica a la Iglesia o llenar el hueco que esta deja cuando se prescinde de ella. Esa es la intención de ceremonias civiles que quieren sustituir al bautizo o la primera comunión.

El Estado recibe multiplicado por dos aquello que aporta a instituciones hospitalarias y caritativas o educativas. Sabiendo que lo aportado procede de cristianos que marcan, libre y voluntariamente, la casilla correspondiente en la declaración de la renta. Buena parte del Estado se caería si de pronto decidiera prescindir de los religiosos que trabajan en sanidad o educación. Simplemente no se mantendría.

Pero el Estado, a veces con ingenuidad, como en las cabalgatas de reyes, otras con auténtica maldad, se radicaliza para agredir a la religión, basícamente la católica, lo que es muy distinto de neutralidad o laicismo. Y observe el lector que me refiero a políticos de cualquier ideología, que muchas veces aquellos que aparentan ser más proclives al hecho religioso son también cooperantes necesarios del desmantelamiento de los sentimientos religiosos.

Europa está siendo amenazada por radicales bárbaros, unidos entre sí por la soldadura de la religión, por la visión totalizadora y dictatorial de la una religión, y piensa que la respuesta es más laicismo, ceder nuestras tradiciones de veintiún siglos para no ofender, que la respuesta es achantarse, encogerse, disimular nuestras raíces cristianas, cuando en realidad esas raíces cristianas son las que han posibilitado la democracia y los derechos humanos.

La unión y solidaridad entre un pueblo no viene solo de leyes técnicas y sin alma promovidas por un parlamento lejano y regulador, sino que es necesaria una comunidad de valores emocionales y sentimentales que den cohesión a los miembros de una sociedad cada vez más deslavazada.

En el presente momento la Iglesia Católica y sus ONG están defendiendo la acogida a los refugiados sirios que huyen de los terroristas del DAESH. ¿Todos los partidos comparten esta posición, incluidos los que dicen defender a la Iglesia? Pues eso.

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Pedro de Hoyos

Escribir me permite disfrutar más y mejor de la vida, conocerme mejor y esforzarme en entender el mundo y a sus habitantes... porque ya os digo que de eso me gusta escribir: de la vida y de los que la viven.

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