Estamos a un mes escaso de las elecciones autonómicas en Castilla y León y, como mucho, a dos años de las elecciones generales y la cosa pinta bien para el centroderecha español y penoso para el socialista Sánchez y sus compinches.
La economía va de mal en peor, la inflación está disparada, La Unión Europea empieza a desconfiar y vista la ineptitud y el sectarismo del Gobierno PSOE-Podemos, no da la impresión de que vayan a cambiar las tendencias.
Estamos ya en campaña y no hay margen para hacer experimentos. En 2023, el candidato socialcomunista será otra vez Pedro Sánchez y a Yolanda Díaz sólo le quedará el papel de comparsa.
Y tendrá en frente, aunque muchos de nuestros espectadores deseen o propongan otra cosa, a Pablo Casado. El centroderecha español sería muy estúpido si, a estas alturas, se pone a hacer florituras, aunque haya encuestas en las que aparece Isabel Díaz Ayuso como mejor candidata o alguno desearía lanzar a Santiago Abascal.
Cualquier experimento, como acaba de demostrar demoscópicamente la infantil bronca por la presidencia del PP en Madrid entre la dirección nacional y la regional, sólo favorece a Sánchez.
VOX, cuya entrada en el escenario político ha elevado el debate, erosionado la tiranía cultural de la izquierda y puesto freno al rodillo mental del ‘progresismo’, en ámbitos que van desde la Justicia a los medios de comunicación, tendrá muy buenos resultados dentro de cuatro semanas en Castilla y León, después en Andalucía y al final en toda España, pero no es la formación hegemónica en la derecha.
Ese papel, todavía, le corresponde al PP, que está implantado en toda España y se beneficia por el centro del naufragio de Ciudadanos. Que cada cual vote lo que quiere, pero la liza final será un mano a mano. O gana Casado, o seguimos con Sánchez. Así de sencillo.