El circo de la ‘brunete pedrete’ no deja indiferente a nadie.
El extremo al que están dispuestos a llegar los periodistas palmeros de Pedro Sánchez para disculpar y distraer de la corrupción que salpica al Gobierno, al partido y al círculo íntimo del marido de Begoña es digno de estudio.
Una de las máximas exponentes en la operación mediática sanchista es Silvia Intxaurrondo. Sus sermones y opiniones son siempre dignos del manual del buen propagandista.
La semana pasada, en su programa de TVE La Hora de La 1, se lanzó a blanquear al exsecretario de Organización del PSOE, Santos Cerdán. Como buena alumna del clan socialista, la contorsión que tuvo que realizar fue olímpica.
La activista sanchista, entregada al blanqueamiento de quien era el hombre de confianza de Sánchez —que, entre otras cosas, le acompañó a su reunión secreta con Otegi, parte de la jugada de Moncloa y Ferraz para intentar que no cante la traviata— dejó caer que las comisiones eran legales.
«Muchos autónomos y muchos empresarios y gente al frente de pequeñas y medianas empresas, también gente al frente de grandes empresas, esto de la comisión… vamos a abordarlo ahora. Una comisión reflejada por contrato, estarán espeluznados: es legal. A mí me gustaría, más allá de la adjudicación, que es la duda que hay sobre la mesa, me gustaría ver cómo se realizan los pagos. Y lo primero que vamos a descartar o a confirmar: ¿la UCO habla de mordidas o de comisiones? Porque es distinto».
El esperpento es de tal nivel que el escritor Juan Soto Ivars no da crédito en su canal de YouTube a lo que dice la presentadora de TVE.
«¿De verdad esta va a ser la estrategia de Televisión Española? ¿En serio estamos viendo esto?».
Tras unos segundos de sorpresa, el autor de La casa del ahorcado pasa a descojonarse de las argumentaciones esgrimidas por la mesa del programa, en el que disculpan no solo las comisiones cobradas por el socialista —porque en el informe de la UCO no dice la palabra ‘mordidas’—, sino también las tarjetas que usaba ‘Paqui’ en El Corte Inglés y hasta el piso que le pagaba la empresa, porque claro, Cerdán era socio de la empresa, pese a que negó que tuviera participación en ella.
Siguió choteándose de los argumentos estrambóticos soltados por Intxaurrondo y propone el suyo: el de la sílaba tónica en el nombre de la empresa:
«A lo mejor es Servínabar, estoy pensando ahora. O Servinavar, que son dos opciones que hemos descartado. Digo, por trabajar un poco como Silvia. A lo mejor es Servínabar y estamos hablando de Servínabar».
Ivars ha considerado que semejante despropósito es un auténtico suicidio profesional:
«Esto que estoy viendo es un suicidio. Recuerdo el vídeo de Sánchez apoyando a Cerdán; hay un artículo de Jordi Évole, que hay que poner una calle a Santos Cerdán… Yo creo que en una Barcelona gobernada por Bob Pop, Cerdán tendría una calle».