Ni sus más férreos enemigos pueden negar a Esperanza Aguirre su capacidad para marcar agenda y eclipsar a sus rivales políticos y de otro tipo. Lo ha hecho hasta el último momento. 24 horas antes, todo hacía prever que este 18 de septiembre de 2012 los sindicatos y su huelga de transportes se repartirán con Rubalcaba portadas, editoriales y artículos de opinión –aunque, por cuestión de tiempos, muy pocos se irían a centrar en el secretario general PSOE y su entrevista en TVE–. Sin embargo, aunque posiblemente en esta ocasión no estaba buscado, la presidenta madrileña ha cambiado todo y se convierte en la gran protagonista de las primeras planas —Esperanza Aguirre eclipsa a Rubalcaba— y piezas opinativas. Hasta cuando dimite le amarga el día a unos socialista y unos sindicalistas que se quedan sin el deseado protagonismo.
Casi todo son elogios para la ‘lideresa’ de los populares madrileños en los artículos de opinión de papel. Y decimos casi todo porque, como veremos más adelante, alguno hay que quiere ver en ella una maldad casi total incluso para retirarse. En cuanto a los autores, no sólo hay periodistas y opinares. El papel nos ofrece piezas firmadas –lo de escritos es otra cosa, para algo existen los asesores– por diversos políticos, Ana Botella hace triplete en ABC, El Mundo y La Razón, así como por otras personas ajenas tanto al periodismo como a la política profesional.
Empecemos por el ABC, que puesto toda la carne en el asador para despedir a la todavía presidenta en funciones. A las numerosas columnas dedicadas a ella en las sección de Opinión, se suman muchas firmas invitadas en páginas interiores y una Tercera —Esperanza Aguirre, modelo de gobernantes liberales— firmada por Pedro Schwartz. Amigos desde hace décadas, el economista recuerda:
Cuando la conocí en casa de la abuela de su marido, la marquesa de Casa Valdés, quedé impresionado por lo amplio de sus conocimientos y la firmeza de sus opiniones. Llegado el momento de reanimar los Clubes Liberales y formar luego el partido de la Unión Liberal en el seno de la entonces Coalición Popular, la animé a que entrara en política. No imaginan lo que me costó que mis compañeros liberales aceptaran que una mujer elegante y joven como era ella pudiera tener un futuro político, ni tampoco lo que hube de luchar por que se la colocara en las listas al Ayuntamiento de Madrid. Cuando Álvarez del Manzano ocupó la alcaldía, fue encargándola de diversas concejalías, en las que fue demostrando su valía.
Analista del liberalismo, materia a la que ha dedicado diversos libros y seminarios universitarios, Schwartz concluye:
En la filosofía política liberal pueden distinguirse dos corrientes: una es la que combina la indulgencia personal con el paternalismo social; otra, la que cree en el esfuerzo y la ambición personal junto con el acicate de la libre competencia. Entre nosotros, Esperanza Aguirre es el paradigma de esta segunda y correcta manera de entender el liberalismo. Espero que, tras un cortés período de silencio, no deje de expresar sus opiniones con la franqueza que la caracteriza. España tendrá así aún más que agradecerle.
En cuanto a las firmas invitadas para hablar de la dimisionaria, el especial ‘Un adiós meditado’ ofrece las siguientes: Albert Boadella, Ella es Luis XIV, y yo Molière; José María Álvarez del Manzano, Esperanza se va; Arturo Fernández, Gracias, presidenta; José Luis Balbín, Esperanza creciente; y Ana Botella, Profundo amor por España. Este humilde lector de columnas debe señalar que el último artículo no es le mismo la alcaldesa de Madrid también publica en El Mundo —Pasión por la libertad–, ni tampoco el de La Razón —Una mujer de principios— en honor a Aguirre . Como es lógico, la autoría y el tema es el mismo, los de ABC y El Mundo se parecen en forma y fondo, pero son diferentes en su redacción. Más distinto es el de La Razón, que casi pareciera escrito por una persona diferente.
En la sección de Opinión, Hermann Tertsch tiene en Un adiós significado grandes elogios para Aguirre, casi mayores como las críticas que le merece la dirección del PP a nivel nacional:
Ella se ha divertido con la inquina que despertaba. Hasta con ese odio irracional que generaba en sus rivales derrotados en las urnas o en el duelo de palabra. Odio y prejuicio que los muchos adversarios de sus formas y su fondo, fuera y también dentro de su partido, sembraron y cultivaron fuera de Madrid para impedirle un lógico salto a la política nacional. Ha disfrutado en Madrid una carrera política plena y cuajada de gratificaciones, victorias y éxitos políticos en el más profundo y fecundo de sus significados. A la que tenía que haber seguido esa política nacional e internacional para la que estaba cualificada como muy pocos. Sin duda habría podido prestar grandes servicios a esta España triste, torpe y aturdida que balbucea su discurso contradictorio por los escenarios internacionales.
El problema de Aguirre estaba sobre todo en la decepción, la que ha producido el Gobierno de Rajoy en tantísimos españoles que lo votaron. Y que sin duda Aguirre comparte. Ella ha demostrado que la política de convicciones puede funcionar. Que es mentira que España sea de izquierdas, por mucho que lo crea la derecha. Y que por eso la derecha no tiene que engañar al electorado ni para ganar ni para seguir gobernando. En su partido no han querido oír a la voz clara de la derecha liberal. Puede que acabe echándola de menos tanto como los que han dado cada vez más votos por ella.
De El mutis de Ignacio Camacho nos quedamos con las líneas finales:
La retirada de Aguirre suma otro problema objetivo para el PP y le abre un nuevo frente de agitación e inestabilidad en circunstancias globales críticas. De ahí la mal disimulada satisfacción -explícita hasta la insania en las redes sociales- de una izquierda que no ha conseguido derrotarla. Para la ahora aliviada y antes vapuleada oposición, esta abdicación espontánea debería sin embargo servir de catalizador de una autocrítica: la dirigente a la que tanto detestan se había situado hace tiempo fuera de su alcance, a una distancia tan sideral, tan remota, tan intocable, que si alguna causa política ha tenido que ver en su decisión sea acaso el desencuentro con sus propias filas. Se marcha incólume y victoriosa; del adversario, ni noticias.
Queda claro que para los articulistas de ABC, y para muchos otros, si alguien se merece el título de ‘Invictus’ con el que se quiso adornar Tomás Gómez –al que, por cierto, hay que elogiar la elegante reacción que ha tenido ante la dimisión– es Aguirre.
Pero como no todos son elogios en el continente de la celulosa, repasemos una de esas columnas de opinión que cada día El País intenta disfrazar de otra cosa bajo el epígrafe de ‘Análisis’. La firma Jesús Ceberio y se titula Un abandono presuntamente definitivo. El ex director del periódico de PRISA le ve a Aguirre aviesas intenciones y le atribuye propósito de de manipulación hasta cuando se retira. Dejemos tan sólo algunas perlas:
Aguirre consigue al menos la no beligerancia de sus enemigos al invocar el cáncer («presuntamente curado») como uno de los motivos de su retirada.
El populismo abierto y descarado que ha practicado Aguirre debería eximirla de sospechas sobre una operación encubierta para mantenerse en la reserva por si sobreviene algún cataclismo en el seno del PP. Pero es una hipótesis que casi nadie se atreve a excluir por mucho que la propia Aguirre haya dicho que es una decisión que no tiene marcha atrás, recurriendo para ello a la metáfora del río Rubicón que cruzó César al frente de sus legiones en su avance sobre Roma al término de la triunfal campaña de las Galias. Una cita que es cualquier cosa menos pacífica.
Aguirre se ha ganado tal reputación de animal político que este súbito e inesperado abandono provoca cuando menos perplejidad, si no desconfianza.Algunos de estos no lamentarán especialmente la dimisión de Aguirre, por ejemplo los arquitectos a los que quería reservar la pena de muerte porque sus obras les sobreviven. También ella deja herencias que en los peores casos tardarán decenios en ser corregidas.
Con El Mundo vuelven los elogios a Esperanza Aguirre. En El PP pierde su perfil más liberal, Casimiro García-Abadillo dice:
Lo realmente importante es que la derecha española ya no va a tener entre sus líderes a alguien que decía cosas como que hay que bajar los impuestos, o que hay que ser inflexible con los terroristas o que defendiera con orgullo el legado de Margaret Thatcher, con la que algunos la han comparado para adularla o para machacarla.
Aguirre nunca ocultó sus ideas, ha sido amiga de sus amigos y leal hasta con sus enemigos. Eso no es habitual en los tiempos que corren.
John Müller repasa los aspectos económicos de los mandatos de Aguirre en Un legado coherente y liberal. Como conclusión, deja esta frase:
Sea como sea, Aguirre se marcha habiendo demostrado que la coherencia entre ideas y actos es posible.
Sin duda alguna, la columna sobre esta cuestión más original del día corre a cargo de Salvador Sostres. A nadie se le oculta a estas alturas que el catalán es un gran admirador de la madrileña, recordemos que hace poco apostaba por ella como futura jefa del Ejecutivo —Sostres apuesta por Esperanza Aguirre como presidente del Gobierno: «Menudo paquete nos legó Aznar»–. Pues bien, no cambia su opinión sobre ella. Algo personal es todo elogio para la vecina del castizo y perrofláutico barrio de ‘Malasaña’ y todavía presidenta regional en funciones.
Los elogios que regala a Aguirre, son críticas al resto de los políticos españoles. En especial a los del PP:
Los motivos personales existen, y son profundos, y son letales, pero tienen que ver con la política y con las ideas. Ella no es una hipócrita y está hasta las narices de tenerse que callar ante el desastre que Mariano Rajoy está perpetrando. Ella ha dicho siempre lo que piensa y, con su dimisión, lo ha vuelto a decir, apartándose de un proyecto catastrófico. «Tienen doble vida, son sicarios del mal», canta Serrat, «y entre estos tipos y yo hay algo personal».
La presidenta dimite, sí, por motivos personales. Dimite porque está harta, dimite para dejar clara la distancia y la discrepancia. Dimite para que sepamos que no todo es lo mismo y que no todos son iguales. Dimite para que podamos tener, todavía, esperanza. Dimitir ha sido su última manera de hablar. Última de momento, porque volverá.
Recupera su idea de una Aguirre como inquilina de La Moncloa, por encima incluso de los propios planes de la interesada:
Esperanza dejará de ser presidenta de Madrid pero volverá para ser presidenta de España. Puede que ella aún no lo sepa, pero cuando el actual Gobierno se colapse de incompetencia y necedad, cuando ya todo se desmorone sin que ninguna excusa pueda disimular el naufragio, la vamos a necesitar, y sabe que tendrá que estar preparada.
La libertad es su y nuestro motivo personal, y no tenemos tantos soldados como para poder permitirnos una baja tan importante. Está bien que tome distancia, y estaría todavía mejor que explicara minuciosamente esta distancia, porque si los españoles estamos últimamente tan desanimados es porque nadie nos explica nada que tenga la menor importancia. Nada que pueda inspirarnos.
Volverá. Y, si no vuelve, iremos a buscarla.
Si el despliegue en honor de Aguirre en el ABC puede parecer amplio, lo de La Razón resulta apabullante: 21 artículos en total. De nuevo nos encontramos a Albert Boadella, Libertad para la cultura, y como antes decíamos a Ana Botella. Completan la lista: Francisco Marhuenda, José María Marco, Carlos Rodríguez Braun, Carlos Floriano, Esteban González Pons, Gonzalo Alonso, Ángela Vallvey, Juan José Lucas, Luis Racionero, Carmen Thyssen, Modesto Lomba, Víctor Ullate, Carmen Gurruchaga, Ben Harris, Antón García Abril, Ángel del Río, José Luis Alvite y Miguel Abellán.
Es una lista amplia y variada, con políticos (inluyendo un tory británico), periodistas y otras personalidades. Quedémonos, puesto que no queremos aburrir, con dos pocos ejemplos.
En ¿Y si se va pero no se retira?, Carlos Rodríguez Braun bromea con el miedo que siempre le tuvieron sus rivales e, incluso, enemigos. Y lo hace con la mezcla de humor e inteligencia que caracteriza al más argentino de los economistas españoles (o, tal vez, el más español de los economistas argentinos). Arranca con una broma referida a al nombre de pila de Aguirre:
Nada de cólera de Dios. Aguirre es la alegría liberal. Es de las poquísimas figuras de primera fila de la vida política española, desde Joaquín Garrigues Walker, que no ha tenido ningún reparo en proclamar su simpatía hacia el liberalismo sin titubeos.
Critica el feminismo que nunca le apoyó:
El progresismo, supuestamente feminista, nunca le brindó más que injurias y desdén. Hasta el propio José Bono, ese modelo de moderación cristiana, dijo que Aguirre era de «ésas que besa de día y muerde de noche». Los progresistas, mudos. Las feministas, mudas. Vamos, que no aman a las mujeres…sino sólo a las obedientes, con la pata quebrada y en la casa común de la izquierda.
Concluye:
Aguirre jamás aceptó la mentira progresista paradigmática, que estriba en la supuesta primacía moral del antiliberalismo. Por eso es la alegría liberal. Y ahora, cuando se va, los antiliberales de izquierdas y derechas, aterrados, balbucean: ¿y si se va pero no se retira para siempre?
Ángela Vallvey, en Y si fuese un hombre… cuenta una anécdota para retratar a la dimisionaria:
Antes de enfermar de cáncer, la oí decir: «Una de mis cuñadas me riñe mucho, me pregunta que qué necesidad tengo yo de estar en política…». No tenía necesidad de andar en la cosa de la política, estaba en la política por necesidad. Porque la política y ella eran pareja de hecho y de derecho.
Concluye:
Se larga y la van a echar de menos sus votantes. Quedan sus adversarios, incluso los de su propio partido, deudos políticos que, entre el desconcierto, la estupefacción y la añoranza, ahora mismo no saben hacia dónde mirar. Medio condesa en calcetines, medio chulapa lenguaraz con micrófono, si fuese un hombre dirían que es, o ha sido, «un gran hombre» de la política, pero como el apócope del adjetivo «grande» nunca se pone delante del sustantivo «mujer», amigos y enemigos la califican hoy de «todo un carácter». (Ya saben: en un viejo país ineficiente, etc.).