Difícil lo va a tener Mariano Rajoy para leer algo de su gusto este lunes 11 de septiembre de 2012 tras decir a alguien, a Carmen Martínez de Castro o a quien sea: «tráeme una copia de todas las columnas que se hayan publicado sobre mi entrevista de ayer». Y no porque los columnistas le valoren de forma negativa, sino porque casi ninguno habla de él. Puede que lo tardío del diálogo, por llamarlo de algún modo, televisivo impidiera a los articulistas trataran el tema si querían enviar sus trabajos antes del cierre del periódico. Tal vez las palabras del registrador de la propiedad metido a gobernante no lograran excitar las mentes de quienes se dedican a opinar por escrito. Muy poco se ha opinado sobre el tema, pero algo hemos encontrado.
Más se ha escrito, es de imaginar, sobre la manifestación independista en Barcelona convocada para este día, con críticas desde ABC y El Mundo y apoyos desde La Vanguardia, nada sorprendente.
Arranquemos con un tema que no tiene nada que ver con la política pero que resulta llamativo. Luis María Anson saca a relucir en El Mundo su faceta más cortesana para deshacerse en elogios a su actual director a cuento del vencedor de la Vuelta Ciclista a España. En Alberto Contador y Pedro J. Ramírez, el que dirigiera tanto ABC como La Razón reconoce los méritos del ciclista, pero le muestra como un deudor moral del periodista riojano. Aquí dejamos tres muestras de ello:
Sin la reacción de Pedro J. Ramírez ante la tropelía del dopaje, el gran ciclista no habría sido Ave Fénix sino rescoldo entre las cenizas de una gloria devastada.
Me ha fastidiado que en la nueva apoteosis de Alberto Contador nadie haya recordado quién le ayudó cuando estaba herido. Pedro J. Ramírez cumplió con su deber profesional de denunciar determinados abusos del poder y salvó del ludibrio a una de las grandes figuras del deporte español.
Ha sido la cabeza la que le ha permitido a Alberto Contador triunfar en la Vuelta Ciclista a España, sin olvidar la huella fugitiva del periodista que le hizo emerger del hundimiento.
Este humilde lector de columnas le ha consultado al experto deportivo de Periodista Digital, Roberto Marbán, que el diario de Unidad Editorial se curó en salud en el caso del ciclista de Pinto y apostó desde muy pronto por su presunción de inocencia. Puede que, incluso, gracias a ello su imagen pública no quedara definitivamente dañada cuando fue acusado de dopaje. Pero ese es su mérito, y no haber conducido a Contador hasta el podio de la madrileña Plaza de la Cibeles.
Sin salir de El Mundo encontramos la primera columna dedicada, al fin, a la entrevista a Rajoy. La firma Lucía Méndez y se titula La otra realidad. Es una columna apresurada, como si se hubiera empezado a escribir antes de comenzar la aparición del presidente del Gobierno y se hubiera ido rematando durante la retransmisión para así llegar antes del cierre del periódico. Aún así, deja algo de interés:
Ellos [los periodistas] cumplieron con su obligación de preguntar y él, con su afición de responder lo que le daba la gana, que para eso es el presidente y los demás no lo son. En este caso, la propia entrevista era el mensaje. Ya veis, pesados, que estoy dispuesto a cambiar mi política de comunicación.
Rajoy aguantó de forma profesional las cuestiones sobre sus incumplimientos en materia económica. Se ve que se ha entrenado bien para ello. Pero hubo un momento de la entrevista en el que a punto estuvo de rozar la pasión en su respuesta. Fue cuando Victoria Prego le preguntó por el etarra Bolinaga y el descontento que su excarcelación está causando en los votantes del PP.
Termina con lo que parece un sorprendente, para quienes vieron la entrevista, elogio al Rajoy:
Por lo demás, el presidente está bastante entrenado para someterse a una sesión como esta -o parecida- al menos una vez por semana.
Saltando al ABC encontramos la otra columna, esta muy breve, dedicada a la cuestión. En las páginas de Opinión aparece un editorial que, Rajoy, ideas claras, que a este lector de columnas le recuerda a una expresión que aparecía mucho en los dictados a los que se enfrentaba en su infancia: «genuflexión simple». Ya en la sección política aparece el artículo. Lo firma Manuel Erice y se titula Todo por el déficit. Les dejo uno de los dos párrafos que ocupa el texto:
En su casi obsesiva escala de valores, ha reducido a una sola su inquietud: no gastar más de lo que se ingresa. Sin llegar al desprecio, Rajoy se sacudió las alusiones al desgaste electoral, despejó las preguntas sobre el rescate, se quitó de encima las informaciones periodísticas y exigió su derecho a equivocarse cuando decida. Sin frivolidades. Tanto limpió el horizonte de prioridades que se olvidó de recordarle a Mas y al nacionalismo catalán que la crisis se resuelve con gestión, no con el victimismo que emponzoña la relación con el resto de España.
Otros dos políticos protagonizan sendos artículos de interés en el ABC. No todas las tortas de los columnistas de este diario van a ir dirigidas contra el presiente del Gobierno. Hermann Tertsch envía al PSOE y a Alfredo Pérez Rubalcaba Al sumidero de la Historia. Arranca de forma dura:
Es comprensible que Alfredo Pérez Rubalcaba quisiera que, por primera vez, la reunión del comité federal, incluido el informe del secretario general, se celebrara a puerta cerrada. Toda realidad sobre la situación, expresada en público, les haría daño tanto a él como al partido. Y es que no hay nada bueno que contar. Cada vez son más los indicios de que el PSOE puede haber entrado ya en la senda del PASOK, para dejar de ser fuerza alternativa. O incluso de haber perdido pie ya en el sumidero por el que se fue otro partido socialista, también centenario, que no pudo sobrevivir a la crisis en que lo sumió su último líder, Bettino Craxi. Se trata del PSI, un partido que ya no existe.
A pesar de mostrarse crítico con «la parsimonia del marianismo y la cobarde dejadez del arriolismo», Tertsch considera que ni tan siquiera esto salva a Rubalcaba y los suyos:
De nada pueden acusar al Gobierno, sin que todo lo dicho parezca referirse a ellos mismos. Y el Gobierno de Rajoy puede estar lanzado a una carrera de incongruencias y errores, pero nada de lo que contra él se dice fortalece ya posiciones socialistas.
Concluye:
Ahora nos dice Alfredo que va a ser duro con el Gobierno y su partido construirá nada menos que un muro para no dejar pasar al PP. Suena a mala broma cuando necesita un andamiaje para sostenerse. Su anunciada radicalización lo pondrá en disputa por los votos con IU mientras se beneficia UPyD. Su eventual moderación tendría el efecto inverso. El problema del PSOE es que puede no quedarle tiempo para que olvidemos. Y que la corriente ya arrastre las siglas hacia el sumidero.
Por su parte, Juan Carlos Girauta escribe en clave catalana, que en esta ocasión también es en clave nacional, para hablar de la gran manifestación independentista y del actual presidente de la Generalitat. A cada uno lo suyo arranca:
Cuando Artur Mas les cuente que Cataluña se ha manifestado masivamente a favor del pacto fiscal, échense a reír, o échense a llorar, o échense al monte, pero no lo crean ni por un momento. La poderosa demostración callejera de esta tarde en Barcelona es un grito ensayado, promocionado y amplificado con fines estratégicos por el aprendiz de brujo que les quiere engañar, pero para los asistentes tiene un único sentido y persigue un solo objetivo: que Cataluña se separe de España y permanezca en la Unión Europea. Punto. Cree Mas que tras la exhibición podrá devolverlo todo a su caixa de Pandora.
Giratua apunta:
Las razones por las que CiU, y una parte del PSC, se han sumado a semejante acto podrían escapar a los no familiarizados (para su suerte) con la lógica que rige la vida catalana. En realidad no nos preside Mas; nos preside un relato: los catalanes llevamos siglos luchando por recuperar nuestra libertad como pueblo, nuestro derecho a decidir, nuestra irrenunciable soberanía, etc.
Y remata:
La Constitución española es tan generosa que, pese a declarar a España indisoluble -y previa al acto constituyente, y fundamento de él-, establece un avanzado sistema de libertades que no sólo ampara estas manifestaciones secesionistas, sino que dispensa un trato exquisito a los partidos dedicados a minar el sistema. O sea que vale, que procedan, que reclamen y proclamen. Demos por definitivamente envenenada a una parte de la sociedad. Pero que no nos engañe Artur Mas. Él, ingenuo astuto, está detrás de lo que van a ver hoy: la mayor desautorización masiva de España y de su Constitución. No le resten méritos.
Volviendo a la materia monclovita, vemos que en la Gaceta no dedican ni una columna a la entrevista al presidente del Gobierno, pero sí un breve y crítico editorial titualdo «Anodina entrevista a Rajoy». Finaliza de la siguiente guisa, mostrando tal vez un cierto malestar por no haber contado con un representante propio entre los entrevistadores:
El presidente trató de que fuera una entrevista cómoda, y para ello se rodeó de medios no críticos. Lógicamente, el resultado fue una entrevista anodina en la que el presidente no aclaró nada y volvió a tratar de justificar lo injustificable en un viaje para el que no hacían falta alforjas.
Y en El País, se preguntarán ustedes, ¿qué dicen? Pues nada, los columnista a lo suyo. Ni Rajoy, ni manifestación independentista ni nada por el estilo. Eso sí, aparece un muy interesante artículo, Algunas paradojas del desencanto actual, firmado por Santiago Grisolía, profesor emérito distinguido de Biología. Pero no es sobre esta última ciencia sobre lo que versa, sino sobre política.
Aunque cae en muchos tics y estereotipos ‘progres’, no deja de aportar ideas de valor. Reclama reformas en el sistema electoral, entre las que incluye la reducción del número de políticos profesionales y el fin de las listas electorales cerradas. El autor recuerda:
En Estados Unidos, con una población de más de 300 millones, se las arreglan, y muy bien, con 100 senadores; dos senadores por Estado. Así, no me sorprende que la imaginativa presidenta de la Comunidad de Madrid, Esperanza Aguirre, haya sugerido disminuir a la mitad los senadores de su comunidad. Parece que, para bien de todos, no ha caído en saco roto.
Otra idea sería suprimir o recortar las autonomías, (algunas de las cuales no parecen recordar que son parte del Estado), pero en todo caso, se debería hacer algo más factible, como defiendo desde hace años: eliminar ministerios.
Concluye:
En definitiva, el problema político de España es, esencialmente, que carece de listas abiertas para las elecciones, algo que otros ya han denunciado, fundamentales para que el contribuyente pueda saber que sus deseos llegan al Gobierno y así evitar las «familias políticas» y los numerosos asesores nombrados a dedo. Mientras tanto, es necesario agilizar una buena ley de mecenazgo, como la existente en Estados Unidos, e impedir que las circunstancias actuales sirvan de excusa para deshacerse de compromisos adquiridos por numerosas entidades, lo que, desgraciadamente, está sucediendo.
Resulta sorprendente además que este artículo su publique sólo dos días después de que El País ofreciera este domingo otro de César Molinas titulado Una teoría de la clase política española en el que se retrata con fineza muchos de los males del sistema político español y su parasitismo por parte, precisamente, de una clase política hipertrofiada. Curioso que estos textos vean la luz precisamente en el diario del Grupo Prisa, que vive en perfecta simbiosis con esa misma clase política española.