No hay lugar para la sorpresa en el repaso a las columnas en la prensa española este 12 de septiembre de 2012. El tema estrella es la manifestación independentista de Barcelona de la jornada anterior. Si masiva fue la asistencia –con independencia de que se trate de los 600.000 participantes contabilizados por la Delegación del Gobierno o los dos millones que dicen los organizadores que hubo, las cifras son altísimas– también es muy elevado el número de letras que a esta cuestión dedican los articulistas de los periódicos de Madrid y la Ciudad Condal. Los hay, eso sí, para todos los gustos. Comencemos con el diario de un ‘Grande de España’ lanzado a la vía secesionista, el Conde de Godó.
Todo es alegría y reivindicación entre los columnistas de La Vanguardia. En Una Castellana, casi dos, Enric Juliana tiene la excentricidad de medir la manifestación en el número de veces que habría llenado, según él, la más importante vía madrileña. Sorprende a quienes vivimos en la capital de España enseñándonos que «la unidad de medida madrileña es la Castellana». Y nosotros sin enterarnos. Peculiaridades al margen, en el diario de Godó el artículo más destacable es el de una Pilar Rahola que se pone épica. Tiene la honestidad de reconocer que ha escrito su artículo antes incluso de la manifestación, a la que suponemos que después acudiría, pero ya predice su éxito. En La digestión nos dice:
En Catalunya se ha instalado una idea que es demoledora y que no tiene marcha atrás cuando nace en el consciente colectivo: la idea de que es posible romper con España. Y por mucho que pongan agua al vino e intenten acotar tanto la contundencia del éxito como su significado, la realidad es tan rotunda como lo es el cambio de chip mental que se está produciendo.
Poco después lanza a escribir una frase que bien podría formar parte de un ‘canto patriótico’:
Si repasamos la historia de la lucha catalana, el recorrido siempre es el mismo: después de cada derrota, volvemos a alzarnos, después de cada pesadilla, volvemos a soñar. Con una diferencia sustancial con respecto a la historia: es el peor momento de España para impedirlo.
Concluye:
El camino es azaroso y complejo, aunque grandioso, pero hay una cosa más clara que ninguna otra: nunca habíamos tenido tantas posibilidades. Y si ahora no lo intentamos, tendremos que ajustar las cuentas a las próximas generaciones. ¿Por cobardes? No, por irresponsables.
Quien va por libre en La Vanguardia es Quim Monzó, que en ¿Tanto da, de verdad? se lanza a denunciar el centralismo. Pero, sorpresa, no el de ese mítico Madrid que tanto excita a algunos nacionalistas. Al contrario, el centralismo contra el que se rebela es el barcelonés. Molesto por el hecho de que el macrocomplejo de ocio con el que Mas pretende responder a Eurovegas se vaya a llamar Barcelona World, a pesar de estar a 120 kilómetros de dicha ciudad, concluye diciendo:
Para ahorrarse protestas a cada nuevo cambio toponímico, podrían publicar ya un decreto en el Diari Oficial dictando que, de ahora en adelante, Catalunya pasa a denominarse Barcelona-Catalunya o -dejémonos de puñetas- Barcelona. Y punto. Sería la mejor opción y, de paso, quedaría claro a qué nivel chapucero ha llegado ya el país.
Pero salgamos de Barcelona, aunque sea para seguir hablando de esa ciudad y del independentismo catalán. La manifestación y las ansias cesionistas ocupa la mayor parte de las columnas de El Mundo. Nos quedamos con tres, aunque haya más. Arranquemos con un articulista catalán, poco sospechoso además de caer en eso que llaman centralismo. Con Las cifras de Cataluña Salvador Sostres se ganará sin duda alguna el enfado de Rahola y otros emocionados con la marcha independentista. Arranca diciendo:
Fue una manifestación especialmente multitudinaria, especialmente independentista y daba especialmente la sensación de que algo trascendental estaba a punto de pasar. Pero el número de participantes fue tan significativo como engañoso, porque un país no se defiende ni se construye con manifestaciones masivas, sino con decisiones políticas y expresando cada cual su voluntad en las urnas.
El movimiento independentista se cree mayoritario después de jornadas como las de ayer. Pero en el Parlamento de Cataluña, que es donde los temas se discuten y las decisiones se toman, sólo hay 14 diputados que obtuvieron sus escaños presentándose a las elecciones con la independencia en su programa. El presidente Mas dice siempre que, aunque él es independentista, no puede presentarse a las elecciones como tal porque las perdería.
Se muestra muy crítico, con frase como esta:
Los catalanes nos hemos convertido con el tiempo en grandes profesionales del evento reivindicativo, pero para cambiar la Historia lo que cuenta es la política.
¿Que Pilar Rahola decía que si no se marcha ahora hacia la independencia sería por irresponsables pero no por cobardes? Pues vean lo que, como si estuviera dando la réplica, sostiene su paisano:
Lo que separa a Cataluña de su independencia no es ni la Constitución, ni el Ejército, ni la Unión Europea que, evidentemente, acabaría aceptándonos. Lo que separa a Cataluña de su independencia es que los catalanes y su principal partido político llevan toda la democracia coqueteando con ella para parecer más valientes pero votando expresamente en su contra en cada elección, porque en el fondo somos unos cobardes cuando se trata de algo más que de organizar fiestas de cumpleaños.
El de Sostres es un artículo que aparece unas páginas después que el de Federico Jiménez Losantos, que también trata la cuestión. Y coincide con él en algunos puntos pero se aleja en otros. El turolense dice en El triunfo separatista:
Es asombroso que haya todavía gente empeñada en creerse que la independencia de Cataluña no es factible o que, según un terminacho de éxito, el nuevo Estado sería «inviable». Si son viables Mauritania, Moldavia o Montenegro, ¿cómo no va a serlo Cataluña? Será más pobre que dentro de España, seguramente, pero viable, por supuesto que lo sería, es decir, que lo será. Y aún resulta más sorprendente oír que la separación de España no puede producirse porque la mayoría de los catalanes no es separatista. ¿Y cuándo le ha importado la democracia al nacionalismo?
Tras apuntar cosas como que el nacionalismo «como toda doctrina colectivista, no obedece a la opinión pública sino que la impone» y que «los primeros en someterse al despotismo fueron los grandes empresarios y las instituciones, Hindenburg o el Rey de Italia» concluye:
Dice Mas que «sin pacto fiscal, el camino a la libertad de Cataluña está abierto». Por favor, no se priven más de su libertad, pero dejen de privarnos de la nuestra. Y a pedir, a la calle.
En definitiva, Losantos viene a decirnos: «Qué se larguen de una vez».
Una tercera línea argumental que podemos encontrar en el diario de Unidad Editorial está representada por varios artículos, por lo que tan sólo pondremos uno de ejemplo. Casimiro García-Abadillo publica un texto titulado No seáis imbéciles, en el que dice cosas como las que siguen:
Muchos se sentirán felices al comprobar que el independentismo sube como la espuma en Cataluña (un 46%, según la encuesta que ayer publicó El Periódico), pero el problema es cómo va a gestionar Mas esa riada de entusiasmo que le pide el desenganche de España.
¿Soportarían sus ciudadanos una caída del PIB de Cataluña que les situaría en una posición peor que la de Grecia durante dos generaciones?
Lo que deberían hacer los políticos que alimentan ese sueño es explicarles a sus ciudadanos cómo sería de verdad esa Cataluña independiente.
Concluye con unas frases que justifican el título:
La periodista de TV3 Mònica Terribas dijo ayer que los catalanes llevan «300 años haciendo el imbécil», para concluir que «no se trata de que dejen de ser catalanes, sino de que dejen de ser imbéciles». Hacerles creer que Cataluña se puede separar de España y seguir en la UE: eso sí que es tratarles como imbéciles.
Hasta El País se suma al tema dominante y publica dos artículos sobre la manifestación y el independentismo. Nos quedamos con uno de ellos, firmado por Jordi Gracia y titulado Racionalidad y burbujas. Este autor se suma al discurso de Cataluña como vícitma pero se muestra contrario a la independencia. Sin embargo, celebra el independentismo como fuerza que puede conducir a lo que el propone: un federalismo socialdemócrata. Sí, ya puestos a pedir, pedimos que se imponga hasta una ideología oficial, la socialdemócrata. Destaquemos este párrafo:
El arma euforizante de la manifestación del 11 de septiembre podría tener un efecto retroceso imprevisto: puede poner en marcha el federalismo como noción creativa y fecunda, como nuevo ensayo valiente, razonado, razonable, pragmático y desde luego mucho menos traumático que una secesión.
Pero cuánto bien me hace leer defensas razonadas de economistas, de técnicos, de profesionales, de profesores en torno a las virtudes cohesionadoras de una estructura federal. E imagino en un arrebato de ensoñación que esos materiales ideológicos y políticos pudiesen ir engrosando una movilización política de inspiración socialdemócrata y dejar de ser nada más que materiales académicos para debates teóricos.
¿El País defendiendo federalismo y socialdemocracia? Curioso. Será una mera casualidad que sea esa la línea oficial del PSC y de buena parte del PSOE.
En La Razón, Alfonso Ussía habla también de Cataluña y el nacionalismo, pero de forma original. En La camiseta habla de la segunda equipación del Fútbol Club Barcelona:
Aprovechando esta «Diada» clamorosamente triunfal y épica, el Fútbol Club Barcelona ha anunciado que en el próximo año su segunda camiseta será la señera. Su anterior presidente se distinguió por los éxitos deportivos y los fracasos estructurales, pero dejó bien clara su pertenencia al catalanismo radical. El actual mandatario del «Barça», el señor Rosell, desea superar en independentismo a su antecesor y ha adoptado una decisión, en mi humilde opinión, equivocada.
Sostiene que la señera «no es del Barça» y que: «Existen decenas de miles de catalanes, profundamente catalanistas, cuyo equipo es el Español de Barcelona, a los cuales, a partir de ahora, les han hurtado la señera». Añade además que muchos seguidores de dicho equipo no son catalanes, sino del resto de España. Finaliza ironizando con tres brillantes párrafos:
No obstante, y con evidentes deseos de ser complaciente con el uso de la señera en la equipación del FC Barcelona, existe una justificación que diría mucho de la generosidad de los dirigentes del «Barça» con la adopción de tan discutida medida.Se trataría de una deferencia interautonómica con algún club rival, un detalle de respeto que en el mundillo del Fútbol español siempre sería bien recibido. Por desgracia, ese tipo de detalles no abundan, y los dirigentes del FC Barcelona impulsarían con su decisión una nueva era, sostenida por la cortesía, en las relaciones de los clubes españoles.
Porque, de acuerdo con la Historia y la costumbre, lo que haría el FC Barcelona, usando la señera como segunda equipación de su formidable conjunto futbolístico no sería otra cosa que rendir un tributo de admiración a la Comunidad Autónoma de Aragón y al Real Zaragoza, cuyos derechos sobre la señera del Reino de Aragón son más consistentes que los de Cataluña.
Buen detalle del «Barça» con los aragoneses. Enhorabuenas mil. Millón de gracias.
Para poner punto final al repaso con una sonrisa, este humilde lector de columnas propone salir de una vez del tema nacionalista con una brillante, como todas las de su autor, viñeta de Borja Montoro. El chiste gráfico en cuestión nos muestra a un periodista de izquierdas preguntando:
Oye, el reportaje «Eurovegas: el sucio negocio de la prostitución ya tiene tapadera»… «¿Va antes o después de las páginas de contactos?»