La estrella del día en los espacios de opinión de la prensa de papel española es, el 21 de junio de 2013, el fallecido actor que interpretaba al mafioso televisivo Tony Soprano. Pero, la verdad, no entraremos en esta materia y nos fijaremos en columnas dedicadas a otros asuntos escabrosos relacionados en muchos casos con chanchulleos y corruptelas varias o, al menos, con actitudes poco edificantes.
El diario del conde de Godó y Grande de España metido a independentista publica un artículo de Pilar Rahola dedicado a Alicia Sánchez Camacho y el espionaje de Método 3 titulado ‘Shame’. La columnista de La Vanguardia no se muestra muy comprensiva con la nominalmente líder del PP en Cataluña:
Ahora ya lo sabemos: el honor de la señora Camacho vale 80.000 euros. Por supuesto, es una pasta gansa, pero teniendo en cuenta que la líder del PP consideró el caso Método 3 un casus belli, que aseguró que iría hasta el final y que paseó su palmito de víctima ofendida por todos los platós del planeta, la verdad es que es un honor barato.
Añade:
Lo cierto es que montar la escandalera que doña Alicia montó para acabar negociando un precio y un carpetazo, huele a todo menos a perfume. Y del mal aroma se derivan dos hipótesis, a cual más apestosa.
La primera opción que presenta Rahola es que Sánchez Camacho montara dicha «escandalera» para sacarse un dinero, pero lo descarta debido a que la ‘popular’ ha anunciado que donará la cantidad conseguida a la lucha contra la pobreza.
O sea que su honor vale 80.000 euros, pero no lo ha hecho ni por los euros, ni, como resulta evidente, por el honor, porque el susodicho, después del pacto, queda por los suelos.
Continúa:
Entonces, descartada la primera hipótesis, tenemos la segunda: el silencio. Es decir, que a pesar del ruido, la victimología y el resto de ítems del histrionismo político, Camacho no tendría ningún interés en llegar al fondo del asunto, y es aquí donde la cosa se torna interesante…
Sigue:
¿Pactan porque doña Alicia fue quien encargó el espionaje, o dio su consentimiento?, ¿lo hacen porque lo dicho en aquella conversación era dinamita pura para su imagen política y necesitaba tirar cal viva al esplendoroso estruendo de las palabras?, ¿el silencio intenta tapar a algunos terceros en discordia que quedarían manchados con la conversación?, al final de todo, Alicia, lejos de encontrarse con la cara del malo, ¿podría encontrarse con su propia versión del retrato de Dorian Gray?
Concluye:
Al final, lo que queda es un pretendido honor mancillado comprado con rebajas, una lideresa histriónica que se vendió como víctima y cada día lo parece menos, y un escándalo político que se ha quedado en sainete patético. Patético y vergonzoso.
Pasamos ahora a Madrid, donde en la contraportada de El País nos encontramos a todo un clásico de nuestros ‘Afilando columnas’: Juan José Millás. Escribe sobre su único tema: el PP y el actual Ejecutivo. Y lo hace en la línea de siempre, para criticarlo. En esta ocasión su columna se titula Me cago en…
Escribe sobre los sobresueldos que parece ser que cobraron 40 dirigentes del PP entre 1990 y 2011. Dice de esos altos cargos ‘populares’:
Esa panda de ladrones (presuntos), ahora en el Gobierno o en sus cercanías, son los mismos que nos han bajado el sueldo para resultar competitivos, los mismos que nos han subido los impuestos para sacarnos los hígados y los mismos que están a punto de estrangular a base de pensionazos a los viejos. Una mafia, en fin, completamente instalada bajo apariencias democráticas.
No vamos a decir que no tiene razón en alguna cosa, como en el tema de los impuestos, pero debería recordar el señor Millás alguna otra. Dado que habla en primera persona del plural con eso de «nos han bajado el suelo», habría que señalarle que su salario se lo habrá reducido alguien que no está en La Moncloa y ni en un ministerio. Como su memoria parece corta para algunos asuntos, este humilde lector de columnas no tiene ningún empaño en tirar de hemeroteca digital. Fueron los directivos de El País, Cebrián incluido, los que rebajaron los sueldo de la plantilla de dicho diario a finales de 2012. Y lo hicieron después de haber despedido a 129 periodistas —Tras despedir a 129 periodistas, El País recorta el sueldo a los que quedan–.
Ignacio Camacho escribe en ABC sobre Fantasmas voladores. Como seguramente ha imaginado usted, estimado lector, la columna está dedicada a Montoro, Hacienda y el follón con el DNI número 14.
Esa palabra que tanto le gusta a Rajoy, «lío», es la que mejor define el monumental enredo que ha organizado el Gobierno con el patrimonio de la Infanta. Porque es el Gobierno el responsable como autor y actor de este sainete absurdo e inverosímil que sería cómico si no afectase al entorno de la Corona en un momento crítico.
Añade:
Y ahora es tarde para no ver fantasmas volando, como ha dicho ese Montoro otras veces tan dicharachero y sardónico que ahora no encuentra el modo y la ocasión para ofrecer una explicación sensata y razonable. Ahora hay teorías de la conspiración por todas partes y sombras de duda en todos los rincones. Y hay, además de sospechas innecesarias, un extendido clima de desconfianza sobre el prestigio técnico y político de una Agencia Tributaria que pasaba por disponer de la más precisa e infalible base de datos de todo el Estado.
Sigue con los espectros citados por Montoro ‘el malo’:
Los fantasmas los ha liberado Hacienda con una actuación incomprensible y con torpes balbuceos autojustificativos que no han hecho sino aumentar la confusión sembrada por su extravagante dislate. No hay manera de entender un error tan clamoroso y tan flagrante sin interpretaciones torcidas o rebuscadas atribuciones intencionales.
Concluye:
El Gobierno ha metido en un lío a la Corona y a sí mismo con una chapuza colosal agravada por el retraso en el esclarecimiento de responsabilidades. Y si Montoro no es capaz de entender la dimensión del problema, se la tiene que aclarar quien puede hacerlo. Pronto. Con urgencia. Porque cuando se mete la pata de un modo tan grave no queda otro remedio que sacarla…o cortársela de un tajo.
También el diario madrileño de Vocento, Álvaro Martínez titula Elpidio se fue a la guerra. Dice del juez Silva:
Su máximo anhelo, era ver a Miguel Blesa entre rejas. Y tanto retorció la ley y sus ganas que al final ha terminado por hacerle un grandísimo favor al exbanquero. Además de estar en libertad, peligran todos los cargos de la causa. Más aún, el auto más demoledor que conoce este caso se lo lleva prendido de la toga el propio juez, vapuleado sin anestesia y hasta el bochorno por la Audiencia Provincial.
Concluye:
Enlaza esta inquietante chapuza judicial con las andanzas de Pepe Gotera y Otilio en la Agencia Tributaria a cuenta de las falsas casas de Doña Cristina; manchurrones, en fin, en la confianza ciudadana en dos carreras, llenas de profesionales competentes, que no merecen ni tanto castigo ni tanto guerrillerito a tiempo parcial.
Quien también habla de Montoro, en relación con el tema de Hacienda y la infanta Cristina, es Federico Jiménez Losantos en El Mundo. Lo hace bajo el título de Agujeros negros blanqueados:
Últimamente, al verlo dando tumbos y convertido en su propia caricatura, hay quien dice que Cristóbal Montoro no hubiera llegado a ministro de Hacienda en ningún país occidental desarrollado. No estoy de acuerdo. La paradoja del errático y despótico ministro y la razón última de su esquizofrenia política es que con Aznar alcanzó ese ministerio haciendo una política bastante liberal en un país próspero y con Rajoy lo desempeña -o despeña- haciendo una política intervencionista en un país arruinado.
Añade:
Los sabuesos informativos que siguen la pista de lo que Montoro «no está en condiciones de explicar», o sea, los presuntos delitos que encubrirían los instrumentos de su responsabilidad política -Hacienda y Agencia Tributaria- creen que estamos ante uno caso de blanqueo de dinero a través de una banda de las que funcionaban a todo tren en 2005, formadas por asesores fiscales, oficiales de notaría asilvestrados y registradores sueltos.
Concluye:
Yo vislumbro, conjeturo, columbro -si Montoro no está en condiciones de dar explicaciones, es difícil comentarlas- que la clave son los «agujeros negros», esa casta superior que opera al margen de la ley con respaldo de Hacienda. Lo que habrían hecho las huestes montoriles saboteando la instrucción del juez Castro es tratar de blanquear esos agujeros negros ocultando las declaraciones fiscales y patrimoniales de la Infanta. O sea, una especie de amnistía fiscal indefinida para la Familia Real que Montoro no puede explicar sin dimitir.
Cerramos con La Razón, donde Alfonso Merlos se dedica a una de sus actividades preferidas, criticar (con razón) los chanchullos sindicales. Lo hace bajo el título de La casta silenciosa:
Na de na. Es lo que tienen que decir nuestras apoltronadas elites sindicales ante los escandalosos casos de corrupción que manchan el corazón de UGT y CCOO en Andalucía. Toxo y Méndez. El silencio, el cinismo, el insulto, el oprobio, la ausencia de dignidad y decoro para responder a los ciudadanos cuyos bolsillos han sido expoliados.
Concluye:
Ni Méndez ni Toxo pueden pedir respeto. Porque, por acción y omisión, están conduciéndose de la manera perfecta para que los españoles les ignoremos o despreciemos. Es con frecuencia lo que le ocurre a la casta. Y ellos están cada día más cerca de representar a esa casta que blinda sus privilegios, que ve fantasmas por todas partes, que considera la autocrítica una enfermedad, que se esfuerza por defender o justificar a la canallesca siempre que la canallesca esté en el lado adecuado, o sea, en el del chollo. ¡Basta ya! Estos señores no nos representan. Han prostituido la noble y abnegada función sindical. Hace demasiado tiempo que se dedican a sus negocios, que le dan la espalda a unos ciudadanos que, en esa posición, lo tienen facilísimo para propinarles un puntapié en el trasero.
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