Con tanto político retirado que últimamente se dedica a publicar libros, no sabemos si los escriben ellos o se limitan a poner su firma en obras con un autor real que mantienen ocultos, las editoriales parecen empeñadas en hacernos creer eso de que ‘cualquier tiempo pasado fue mejor’. Y eso no es, ni mucho menos, necesariamente cierto. Y en los casos que lo es, no se debe sin mucho menos a ellos, sino que en todo caso es así a pesar de que estuvieran allí. Tras el ex presidente del Gobierno que sustituyó su abdomen por una tableta de chocolate, el cultivador de bonsáis a tiempo parcial reconvertido en diseñador de joyas y el ex jefe de gobierno aspirante a supervisor de nubes, llega a las librerías el libro del ex ministro de Economía de la triste figura, Pedro Solbes. Y este último no ha sido recibido precisamente con aplausos.
Antes de entrar en materia solbesiana, veamos algunas otras cuestiones. En el periódico del conde de Godó y Grande de España metido a independentista catalán, Pilar Rahola lamenta que el PSOE y el PSC no se hayan sumado de forma inequívoca y con armas y pertrechos a los planes independentistas de Artur Mas y Oriol Junqueras. Su artículo en La Vanguardia se titula Vender el alma:
Es muy triste que el nexo de unión entre las dos estrellas rutilantes del universo socialista [Susana Díaz y Carme Chacón] sea el discurso contra el derecho a decidir catalán.
Pero más allá de la guerra en Ferraz, que se avista entretenida, el hecho de que las dos se peleen por ver quién machaca más las aspiraciones catalanas lo dice todo del alma del PSOE actual. Y digo actual porque hubo una época en la que los socialistas creían en los derechos democráticos de los pueblos. Eran los tiempos en que todo estaba por hacer y parecía que todo era posible.
También hubo otra época del PSC, y es todavía más reciente, dado que la larga lista de nombres propios que supieron conciliar el alma catalanista con el alma progresista honra la historia de este partido.
Concluye:
Disidencias al margen, la dirección actual es sólida y este fin de semana se ha visto reforzada. Además, después de la cepillada rubalcabiana, es evidente que tienen la bendición vaticana de Ferraz, de manera que todo está claro. El PSC se ha clarificado y ha virado hacia el no. Ahora el bloque de la consulta es más débil, pero también está más definido y, tal vez, es más libre.
Tomamos el puente aéreo y llegamos a Madrid. En ABC, Edurne Uriarte titula Rajoy versus Hollande, donde demuesta su pasión (política, no me sean mal pensados) por el registrador de la propiedad que creíamos metido a gobernante.
Tras dos años de Gobierno, la peor crisis económica y las medidas más impopulares de toda la democracia, Rajoy sigue manteniendo al PP en cabeza de intención de voto, tanto ante unas posibles legislativas como ante las europeas. Llamativo, como lo son algunas reacciones periodísticas y analíticas que valoran las últimas encuestas como altamente preocupantes para el PP, dado el retroceso en intención de voto desde las generales. Como si fuera políticamente concebible que los recortes hubieran podido provocar otra cosa diferente a una notable pérdida de intención de voto.
Si a la mujer que mantuvo la calma cuando un guapo camarero volcó una copa de vino blanco sobre su último bolso Gucci le parece que el PP no tiene que estar alarmado ante la bajada de intención de voto debe de estar, es la consejera perfecta para la Calle Génova, donde da la impresión que no gustan los análisis de la realidad que no se ajusten a sus propios deseos.
Compara los resultados de la política económica del francés Hollande, realmente lamentables, con los de la seguida por Rajoy y el dúo Montoro-De Guindos:
Precisamente los resultados franceses con un Gobierno socialista y los españoles con un Gobierno conservador explican por qué no remonta el PSOE.
Edurne Uriante se pasa en su optimismo en cuanto al conocimiento de los españoles de lo que pasa más allá de sus fronteras y en su capacidad de analizarlo para trasladarlo a la situación española. Este humilde lector de columnas pone en duda que algún español decida su voto influido por los efectos de las políticas socialistas de Hollande (como si las de Rajoy, con sus subidas de impuestos, aumento de la deuda pública y un gasto estatal desaforado fueran un ejemplo de algo diferente a una mera versión de la socialdemocracia). Concluye:
El miedo a la bancarrota del Estado es mayor que el rechazo a los recortes. Lo que no elimina, obviamente, las alertas electorales para el PP. Ni siquiera una mejora de los indicadores económicos le garantiza un aumento de la intención de voto. Por esa fuga de votos a UPyD y a Ciudadanos de los que quieren más mensaje político sobre la unidad nacional y el antiterrorismo. Es decir, política y no sólo economía y gestión.
Al menos reconoce que Rajoy y los suyos pueden perder votos. Igual por sus últimas frases alguien en Génova levanta un teléfono para llamar la atención a Uriarte. No les gusta que los que consideran ‘los suyos’ señalen, aunque sea de pasada, algo que pueda incomodar a Rajoy o Arriola.
Sin salir de ABC nos encontramos con Pedro Solbes, y también con Zapatero. Quien nos acerca a esos personajes es Hermann Tertsch en Dos años y dos libros:
Dos años hace y a muchos se antojan veinte. Porque han pasado muchas cosas en España. Algunas de ellas sin precedentes. Muchas muy graves y muy serias. Otras graves y nada serias. Y tantísimas ridículas, grotescas, infames. Hace dos años ganaba el Partido Popular por mayoría absoluta las elecciones.
Tras hacer un duro análisis de las dos legislaturas del vallisoletano de nacimiento que ejerce de leonés, dice:
Pues dos años hace tan solo y ya se atreven a publicar sendos libros Rodríguez Zapatero y su escudero Pedro Solbes. Para promocionarlos se tachan mutuamente de mentirosos, lo único que algunos estamos dispuestos a creerles. Imaginen a qué degradación de acusaciones mutuas serían capaces de llegar si por algún golpe de suerte en este país la justicia poética les hiciera compartir el banquillo de acusados.
Concluye:
Nadie ayudó tanto a Zapatero como Solbes para mantener la gran mentira en 2008. La que hemos pagado a precio terrible. Dos años e infinito dolor después, España saca la cabeza del pozo negro económico. Y superará la actual fase histérica de la perversión separatista. Guste o no guste la forma de gobernar de Rajoy, lo cierto es que brega con ambos legados envenenados. Y su éxito es más plausible hoy que hace un año. Un éxito que pasa por hacer desaparecer de la vida española la huella de esos dos personajes que publican ahora libros y pretender contar algo. Cuando, durante lo que les queda de vida y por pudor, no deberían sino pedir perdón.
El ex vicepresidente económico se nos vuelve a aparecer de la mano de Alfonso Ussía, que directamente titula Solbes:
Solbes ha vuelto. Me había olvidado de Solbes. Habla de un documento. Explica, siempre a su manera, que ese documento que entregó a Zapatero fue la causa de su salida del Gobierno. Pero Zapatero no recuerda el documento y en los archivos de La Moncloa no aparece por ningún lado.
Uno de los dos miente.
Añade:
Sólo me he dormido en una ocasión en un acto público. Un desayuno en el Ritz con Solbes de protagonista. Me despertó un conocido empresario. «Está bien que te duermas, pero no que ronques». Mi incapacidad para entender a los economistas viene de antiguo, pero lo de Solbes me supera.
Dice Ussía:
Pero me intriga la desaparición del documento. Si un economista deja de ser ministro por un documento, ese documento tiene que estar en alguna parte. Tengo entendido que en el documento fantasma se criticaba con dureza la política económica del Gobierno de Zapatero, política que había desarrollado hasta ese momento el propio Solbes. He podido saber que el documento era un ejemplo de autoflagelación, un «yo acuso» firmado por el acusado que dejaba en muy mal lugar a quien perdió el documento. Pero la realidad está ahí. Solbes ha vuelto y habrá que adoptar medidas. De precaución, claro está.
Concluye:
Me dormí en el desayuno en el que fue protagonista. Pero no lo hice en el debate que libró con victoria demagógica con Manuel Pizarro. Estuvo mentiroso, grosero, distante y cínico. Por primera vez habló con claridad y todo lo que dijo fueron falsedades. Es un fundamental culpable de las penurias que padecemos. El documento fantasma ya no interesa a nadie. Y Solbes, menos aún.
Seguimos en La Razón, donde José María Marco escribe sobre el terrorismo bajo el título de Violencia política:
Es bueno recordar, una vez más, el origen de las excarcelaciones actuales. No es otro que la negativa del Gobierno socialista a reformar el Código Penal hasta 1995, veinte años después del inicio de la Transición. Tras esta actitud estuvo la disposición a la negociación con los terroristas, que se habría visto dificultada si las penas hubieran sido más largas, y no digamos si se hubiera establecido su cumplimiento íntegro, una propuesta tabú para socialistas y nacionalistas.
Añade:
Más allá de todo esto, también hubo una actitud compartida por muchos españoles y que hoy resulta difícil de entender. Yo asistí por primera vez a una manifestación antiterrorista el año 1983 o 1984, no consigo recordarlo. De lo que sí me acuerdo es que cuando comenté que pensaba acudir a manifestarme, unos cuantos colegas me hicieron observar que lo iba a hacer con la extrema derecha.
Una vez más, nos encontramos con un testimonio que denuncia el sambenito que durante décadas se colgó a las víctimas de ETA y que algunos desde el PP quieren recuperar ahora. Se les señalaba, como hace ahora parte de la izquierda, del nacionalismo catalán y del pepeismo gobernante, de ultraderechistas. A ellos y a quienes les apoyaban.
Continúa:
Que sean las víctimas del terrorismo las que vuelvan a pagar todo este cúmulo de despropósitos y de cobardías hace doblemente dolorosa la excarcelación de los asesinos etarras.
Concluye:
Nadie mejor que las víctimas del terrorismo nos recordará que la violencia no puede ser objeto de rentabilidad política, y que los sistemas democráticos y liberales requieren, para serlo, estar construidos sobre consensos que cierren las puertas al uso político de la violencia. Se ve que seguimos teniendo mucho que aprender.
Este afilador de columnas puede dar fe del firme compromiso de José María Marco, intelectual de primer orden en el mejor sentido del término y excelente persona, con las víctimas del terrorismo.
Terminamos nuestro ‘Afilando columnas’ de la jornada con otro tema: la huelga de los servicios de limpieza en la capital de España. Compararemos dos opiniones totalmente enfrentadas. El crítico televisivo que escribe casi sobre cualquier tema menos sobre televisión publica en El País una columna titulada Tejadillo. Sostiene David Trueba:
La solidaridad que los empleados de recogida de basura y mantenimiento de jardines han encontrado en los ciudadanos, pese a ser estos los primeros perjudicados por la huelga, se fundamentaba en conocer las rebajas en salario y los masivos despidos a los que se enfrentaban. No sonaba decente el grado de precariedad y la criba en el número de trabajadores.
Ahora va a resultar que los madrileños estábamos encantados con la huelga. Confunde Trueba que los ciudadanos de la ciudad seamos seres civilizados, mucho más que lo que han demostrado ser unos piqueteros que se dedicaban a quemar contenedores y esparcir basura por aceras y calzadas, con una supuesta «solidaridad» quienes convirtieron nuestras calles en un vertedero. Que nadie perdiera los nervios e intentara partir la cara a un piquetero no significa que se fuera solidarios con ellos. Perdieron todo el derecho a la solidaridad el día en que pasaron de ejercer el derecho a huelga a pasar al salvajismo esparce porquerías y pirómano.
Añade:
Desde hace meses, se aprecia de manera evidente que las calles están sucias y abandonadas, luego las exigencias tendrían que provenir del Ayuntamiento pagador, para mejorar las prestaciones y supervisar cómo se emplea y distribuye el dinero que pagan los contribuyentes, verdadera madre del cordero de este conflicto.
A este humilde lector de columnas no le daba la impresión de que Madrid estuviera más sucia un mes antes de la huelga que doce meses atrás. Por si acaso, ha preguntado a sus compañeros de Periodista Digital y la percepción era la misma. Claro que el columnista de El País tiene derecho a tener su propia opinión.
Concluye:
Tras lo conseguido por trabajadores y sindicatos, que no es poco en época de aceptación pasiva de la debacle, renace la importancia de las relaciones laborales. Para la alcaldesa, de nuevo en otra salida de tiesto apresurada, se trata de un éxito de la reforma laboral. Sorprende después de haber movilizado a una ingente cantidad de policías y pagar barrenderismo de urgencia. Más bien se trata de lo opuesto. De la primera pista para entender que solo es posible luchar contra la precariedad y el insulto salarial si detrás está el papá Estado para reajustar las cuentas, correr con los gastos y exigir unos mínimos. Es una intemperie con tejadillo de uralita.
Se olvida Trueba que quien corre con los gastos del Estado somos los ciudadanos con nuestros impuestos. Y, por cierto, todo el follón viene dado por las medidas que querían tomar unas empresas contratadas por el Estado (pues el ayuntamiento de Madrid es parte del Estado) para cumplir unos servicios en las condiciones impuestas por ese Estado. Mal padre es ese Estado.
Por su parte, Fernando Díaz Villanueva publica en el periódico que ya no trae miga No es la huelga, es el piquete.
Esta reflexión antropológica viene a cuento de la huelga de limpieza urbana que ha castigado Madrid durante las tres últimas semanas. Las calles de la capital suelen estar limpias, pero dejaron de estarlo en cuestión de horas porque quienes las limpiaban se pusieron de huelga. El trabajo de barrendero es uno de los que peor fama tiene, pero, ahí lo tienen, es tan necesario como cualquier otro; si falta es de los que más echamos de menos. Ya podían convocar una huelga los de Hacienda, que a esos no creo que nadie les extrañase.
Añade:
La huelga, es decir, dejar de trabajar unilateralmente a modo de protesta, supone la vulneración de un contrato, pero su ejercicio está recogido en las leyes. Los piquetes no, y mucho menos el tipo de piquetes violentos que se gastan en España. Tan libre es el huelguista como el esquirol. Ni el segundo puede coaccionar al primero, ni el primero al segundo. La triste realidad es que las coacciones siempre vienen del mismo lado y nadie hace nada para remediarlo.
Concluye:
El Gobierno lleva dos años legislando a toda máquina pero ni se le ha pasado por la cabeza redactar y pasar por el Congreso una ley de huelga que regule ese derecho que contempla una Constitución que lleva 35 años en vigor. Dicen las malas lenguas que no se atreven. Se han atrevido, en cambio, a fundirnos a impuestos todas las semanas. Pero, ay, los quejíos del contribuyente son silenciosos, los del matón sindical no. Ahí está la clave.
Tenga cuidado Díaz Villanueva, que Trueba le va a acusar de no ser solidario con los piqueteros.
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