Negro futuro le augura a Podemos el siempre genial Raúl del Pozo este 6 de junio de 2019 en una soberbia tribuna en El Mundo. El periodista y escritor insinúa que el tiempo del partido de Pablo Iglesias empieza a agotarse y, quizá lo peor para los morados, que el PSOE se ha percatado de esta circunstancia –Raúl del Pozo sentencia a Iglesias y vaticina la peor noticia para Podemos y sus confluencias-:
Podemos no nació en una fábrica, ni siquiera en una taberna, sino en un plató, cuando la televisión no emitía realidad sino un simulacro de realidad. Podemos fue una revuelta -no revolución- posmoderna, más individualista que colectiva; en cierta forma, un segundo mayo francés, un sicodrama, pero a diferencia de los franceses tuvieron el talento de transformar la ira provocada por la recesión, en votos. Los dirigentes tampoco eran obreros del metal, ni de la Renault, ni contaban con Sartre; eran pijos de universidad, algunos intoxicados de populismo latinoamericano.
Recuerda Del Pozo como Iglesias no tuvo empacho alguno en atacar al PSOE –La contundente afirmación de Raúl del Pozo sobre el debate: «Fue un ‘GH’ con 3 maniquíes y un chulo de Vallecas»–:
Podemos es un partido posmoderno y marxista, lo cual es una contradicción en los términos; propuso una nueva subjetividad revolucionaria, atacaban los cangrejos rojos de la socialdemocracia, recordándole el pasado de la cal viva. Sustituyeron la lucha de clases por lo que quiere la gente, conectaron con los hedonistas de los 70-80, los de la razón con minúscula, la lógica cultural del capitalismo tardío, la derrota del pensamiento, la certeza de que no existen verdades absolutas y que existe la diversidad y el caos.
Afirma que la aventura de Podemos va tocando a su fin –Raúl del Pozo denuncia el escrache que sufrió en la red: «Me llamaron hijo de puta, rata, miserable, indecente, canalla, vendido»-:
La posmodernidad sustituyó el compromiso por la conciencia narcisista, propuso vivir el presente y pensar sin moldes, huir de la razón, de los grandes metarrelatos, de la ideología como una forma de peste. Todo indica que la aventura de Podemos se está agotando cuando, como escribe Felipe Alcaraz, «avanza el bucle de la pijomodernidad restauradora, decae el tilde de sí se puede, hay demasiados progres y pocos rojos». Los viejos de la tribu avisan a Pablo Iglesias de que estas elecciones abren un nuevo ciclo político para la izquierda después de la derrota, pero desde otros supuestos diferentes a los del comienzo de la aventura. «Se cierra -escribe Manuel Monereo– una fase de expectativas de cambio, de ruptura por la hegemonía en un país que vivía la esperanza de un cambio de régimen».
Y destaca el rejo pedigüeño que se le ha quedado a la formación morada –Raúl del Pozo: «Iglesias ha pasado de asaltar los cielos a ‘follar que se acaba el mundo'»-:
Ahora piden una oportunidad a Pedro Sánchez, pero no se fían del PSOE y temen que la propuesta de gobernar con ellos provocará su fortalecimiento. «No nos podemos fiar de un PSOE -explican desde IU– que cuando puede acaba por hacer las políticas que los poderes económicos imponen». Es cierto que a lo largo de 40 años el PSOE ha preferido pactar con los nacionalistas que con lo poco que quedaba a su izquierda aunque fuera suficiente para ahormar mayorías. Ahora Pablo Iglesias propone un Gobierno progresista y estable; el PSOE le contesta diciendo que prefieren gobernar solos cuando los enemigos de Iglesias informan de que Podemos está roto a pedazos. El PSOE les dará algo, una caridad, pero les espera mucho culo en el banquillo, porque Ferraz desprecia a los prófugos y arrepentidos.
Juan Velarde es redactor de Periodista Digital @juanvelarde72