En La Retaguardia de este viernes 4 de Julio, Eurico Campano analiza con Carlos García y Juan Manuel Cepeda el último escándalo que hemos conocido del Gobierno de Pedro Sánchez: manejar ilegalmente el contenido de sentencias judiciales antes de que se hicieran públicas.
En los pasillos del Congreso, el tema de la semana no es una ley ni un acuerdo internacional, sino los mensajes privados intercambiados entre Pedro Sánchez y José Luis Ábalos. La filtración, publicada por varios medios nacionales, ha sido calificada por algunos como el escándalo político más jugoso de la legislatura; otros lo ven como la enésima cortina de humo en la guerra interna del PSOE. Lo cierto es que el contenido de estos WhatsApps revela mucho más que simples saludos protocolarios: pone sobre la mesa las tensiones, rivalidades y estrategias ocultas que mueven los hilos del poder en España.
Con frases como “He echado de menos nuestras charlas” o “Te escribo para trasladarte mi solidaridad ante los infundios”, el tono entre Sánchez y su exministro oscila entre la camaradería forzada y la desconfianza tras el abrupto cese de Ábalos en 2021. El trasfondo es más ácido: reproches a barones críticos, descalificaciones hacia rivales internos y algún que otro exabrupto sobre miembros del propio Gobierno. Todo un menú degustación para los amantes del drama político nacional.
El trasfondo: crisis internas, corrupción y juego sucio
El affaire de los chats filtrados no puede entenderse sin repasar los antecedentes. En julio de 2021, Pedro Sánchez ejecutó una profunda remodelación en su Ejecutivo, apartando a históricos colaboradores como Carmen Calvo o el propio Ábalos. Este último quedó marcado por su relación con Koldo García, investigado por presunto tráfico de influencias y contratos públicos amañados. Desde entonces, las comunicaciones entre ambos fueron esporádicas y siempre bajo la sombra de la sospecha.
Pero lo que ha encendido todas las alarmas no es solo el tono bronco o las pullas internas. Se han conocido mensajes en los que Sánchez pide a Ábalos tareas específicas para frenar a dirigentes socialistas díscolos, lo que para muchos evidencia una gestión personalista —y poco elegante— del partido. La derecha mediática ha aprovechado para tildar al presidente de “autócrata amoral”, mientras que sectores progresistas minimizan el asunto calificándolo de “anécdota” sin recorrido penal ni político.
Legalidad, espionaje y ética: ¿dónde está el límite?
La difusión de estos mensajes abre un debate legal apasionante: ¿es delito filtrar chats privados entre cargos públicos? La respuesta varía según quién filtre y cómo se obtengan los datos. Si uno de los interlocutores decide hacer públicos sus propios mensajes, no hay delito penal, aunque sí puede existir responsabilidad civil por daños al honor. El problema llega si un tercero (especialmente un funcionario) accede a los chats custodiados durante una investigación judicial o policial. En ese caso, podría incurrirse en un delito de revelación de secretos con penas de hasta cuatro años de prisión.
En este caso concreto, hay indicios de que los mensajes habrían salido del entorno policial encargado del caso Koldo García. El Gobierno ya ha anunciado querellas si no se investiga cómo han llegado estos chats a manos de periodistas. Mientras tanto, ministros como Luis Planas recuerdan que estas filtraciones buscan minar la imagen del Ejecutivo y son “un delito muy grave”.
En paralelo, se ha abierto otro melón: la imprudencia tecnológica del presidente al seguir usando WhatsApp pese a las alertas sobre vulnerabilidades y espionaje internacional (Pegasus mediante). Las recomendaciones oficiales apuntaban a sistemas cifrados más seguros como COMSec o aplicaciones tipo Signal; sin embargo, Sánchez optó por el popular servicio propiedad de Meta incluso para tratar asuntos delicados como el rescate a Air Europa tras la pandemia.
Consecuencias políticas: desgaste, polarización… y memes
El efecto inmediato ha sido un nuevo frente abierto para Moncloa en plena precampaña electoral europea. Para el Partido Popular y Vox, las filtraciones son munición para insistir en la tesis del “gobierno tóxico”, mientras Sumar e Izquierda Unida piden pasar página ante lo que consideran una “operación política” para debilitar al presidente.
En círculos socialistas cunde cierto desánimo; algunos temen nuevas revelaciones que puedan erosionar aún más al partido. Otros se consuelan con el bajo calado penal —y hasta político— del contenido filtrado: mucho cotilleo interno pero poca pólvora real sobre corrupción directa.
Para completar el cuadro tragicómico:
- Los memes sobre ministros “puteros” o magistrados “pelotas” circulan por redes sociales con entusiasmo digno del mejor salseo.
- La prensa internacional observa atónita cómo España debate más sobre WhatsApp que sobre inflación o empleo.
- Expertos en ciberseguridad advierten que ningún sistema es infalible… salvo volver al clásico cara a cara con café (o gin-tonic) mediante.
Datos curiosos
- En España, según encuestas recientes, más del 80% de los cargos públicos sigue utilizando WhatsApp para asuntos oficiales pese a las advertencias técnicas.
- La última gran crisis interna del PSOE —la destitución temporal de Sánchez en 2016— también se cocinó vía mensajería instantánea.
- En los chats filtrados aparece hasta un guiño nostálgico a la moción de censura contra Rajoy… demostrando que ni las traiciones políticas son para siempre.
El caso demuestra que, en política española, todo puede pasar: desde un presidente solidario vía WhatsApp hasta un exministro reconvertido en verso suelto parlamentario —con pantallazos incluidos— dispuesto a dinamitar puentes… o chats.