Victoria Lafora – Desolación.


MADRID, 28 (OTR/PRESS)

El castellano se queda huérfano de palabras para expresar la congoja colectiva ante los últimos datos del paro. Ya no hay palabras para poder calificar el drama humano de las últimas cifras de la Encuesta de Población Activa: cinco millones seiscientos treinta y nueve mil desempleados. El primer trimestre del año, con la recesión en casa, y una reforma laboral que facilita el despido, ha sido letal para el empleo.

El 24,44% de la población en edad de trabajar no puede hacerlo y entre los jóvenes la tasa de desempleo asciende hasta el 52%. Hemos entrado en una espiral peligrosa: cada vez nos cuesta más conseguir financiación exterior porque los inversores no se fían de un país con semejantes datos de paro que lastran cualquier perspectiva de recuperación económica. Si la descripción de la realidad económica es preocupante, mucho más patético resulta el día a día de esos millones de españoles que han perdido su puesto de trabajo y la confianza en encontrar otro destino laboral a corto plazo.

El presidente del Gobierno, a quien los votantes otorgaron de forma masiva su confianza, hasta el extremo de darle una mayoría absoluta suficiente para legislar sin la oposición, está obligado a explicar, en semejante coyuntura, cual es su plan para salir de este atolladero. Ya no vale la habitual comparecencia de la portavoz tras la reunión del Consejo de Ministros. Cuanto más se hace notar la «desaparición» de Rajoy, más ministros comparecen los viernes, acompañando a Soraya Sáenz de Santamaría, algunos como meras figuras decorativas.

Los ciudadanos de este país que están soportando recortes que ponen en claro riesgo la propia estructura del estado del bienestar se merecen una explicación de su principal gestor. No se puede dejar caer, en un viaje al otro lado del Atlántico, que quedan «reformas» hasta el verano y a la vuelta no comparecer para explicar su alcance, su precio, y su duración. No somos menores de edad a los que haya que ocultar el mal sabor de una purga.

Y mientras tanto, ¿qué hace la oposición? Elaborar videos con títulos jocosos denunciando el incumplimiento de las promesas gubernamentales, y presentar recursos, de esos que pueden tardar décadas en resolverse, ante el Tribunal Constitucional.

Hay otras maneras de recortar el déficit, medida esta que nadie pone en cuestión. Hay otras pautas para hacerlo. No tiene porque ser de inmediato y a lo bestia, afectando a lo que más duele. Seguramente al Partido Socialista le correspondería llevar a cabo, en esta terrible situación, una labor de pedagogía, ofreciendo alternativas a los recortes que se están haciendo; señalando partidas del gasto cuyo ahorro, o incluso desaparición, no serían tan duras para la vida cotidiana. Presionando a los colegas de la UE para crear un frente común que defienda otra política económica diferente a la planteada por la derecha europea que lleva camino de arruinar a los países del Sur. Todo menos seguir tirándose los trastos a la cabeza mientras cunde la desolación.

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