Después de montar el Belén (una suerte de trastero) para provocar a todos aquellos que viven la Navidad desde la tradición y los sentimientos religiosos, la alcaldesa de Barcelona, Ada Colau, ha tenido la brillante y provocadora idea de ceder un puesto en el mercado navideño de la Ciudad Condal a la asociación de manteros.
Del 20 al 31 de diciembre se instalará la feria del consumo responsable y y de economía social y solidaria, organizada por la Dirección de Servicios de Economía Cooperativa y Consumo del Ayuntamiento de Barcelona.
O sea, que Colau coloca a los manteros, que practican la venta ilegal y perjudican con su actividad ilícita a los comerciantes que pagan religiosamente sus impuestos municipales para poder vender sus productos, como referentes de la economía social, solidaria y de proximidad.
Lo de Colau alcanza la categoría de provocación política en grado sumo, porque está llevando su sectarismo ideológico a niveles intolerables desde un punto de vista democrático.
Más cerca de quienes delinquen que de los que velan por la seguridad y el cumplimiento de la ley, esto es, de la Guardia Urbana de Barcelona, la alcaldesa convierte ahora en ejemplos de economía a quienes con su actividad ilegal están haciendo polvo a los comerciantes que se ganan la vida honradamente.
A eso se le llama defender al delincuente y ciscarse en quienes cumplen las normas, una perversión moral que demuestra la catadura de una regidora que se ha subido a lomos del populismo más radical y hace bandera diaria de la ofensa y la provocación.
Lo de los manteros es la prueba del nueve de que la economía social para Colau consiste en premiar a quienes venden ilegalmente en detrimento de quienes lo hacen conforme a las normas.
Lo más surrealista es que el Ayuntamiento obliga a los segundos a pagar impuestos para poder vender. Y a los primeros, les regala un puesto en el mercado de Navidad. Cosas de la economía solidaria.