Manuel del Rosal: «La vida virtual de nuestros niños y el efecto nocivo en sus huesos «

Manuel del Rosal: "La vida virtual de nuestros niños y el efecto nocivo en sus huesos "

El futuro de los niños es siempre hoy. Mañana será tarde” Gabriela Mistral, primera americana no estadounidense en ganar el Premio Nobel de Literatura, que recibió en 1945.

“¿Cómo es que, siendo tan inteligentes los niños, son tan estúpidos la mayor parte de los hombres? Debe ser fruto de la educación”. Alexandre Dumas (padre), novelista y dramaturgo francés

La Asociación Española de Pediatría y la Fundación Hispana de Osteoporosis y Enfermedades Metabólicas Óseas vienen avisando sobre la salud ósea de nuestros niños. Los resultados que van arrojando no pueden ser más desalentadores: el 60% de nuestros niños presentan un déficit de vitamina D y apenas ingieren el 10% de la dosis de calcio necesaria para que el futuro hombre o la futura mujer posean una buena estructura ósea. Según la Fundación y la Asociación, la formación en cantidad y calidad de los huesos se realiza mayormente durante la niñez del individuo; es en esas edades cuando se forjan los huesos para prevenir en la edad madura y avanzada las deficiencias óseas como la osteoporosis o pérdida de masa ósea. Para conseguir esto, además de la ingesta de calcio, el niño no debe tener deficiencia de vitamina D, fundamental en la formación del hueso. Y aquí se produce una paradoja: En el país del sol nuestros niños no toman suficientemente el sol por lo que la absorción de vitamina D no es buena; por mucha vitamina D que tomemos, sin el sol, esta no pasa a los huesos, Nuestros niños deben recibir los beneficios del sol y el ejercicio al aire libre. Simplemente con hacer ejercicio, el niño puede evitar una pérdida del 20% en materia ósea.

Mucho sol en España, pero carencia de vitamina D, mucho sol en España, pero poco ejercicio físico en nuestros niños… ¿Qué está pasando? Repasemos un día cualquiera en la vida de un niño de familia media española. Los padres le levantan a las siete de la mañana para llevarlo a la guardería donde permanecerá hasta que, caída la tarde, vuelvan a recogerlo y cuando llega de nuevo a su casa pueden ser las 8 de la noche. Ha pasado muchas, muchas horas sin estar en la calle, sin hacer ejercicio y, a la llegada a casa, ¿me quieren decir lo cansado que llega este niño que, en muchos casos aún está en la etapa de bebé? Si pasamos a la edad preescolar, el niño se enfrenta a un horario similar y ya en la edad escolar de primaria, además de este horario infernal, los padres, unos por necesidad dado su tipo de trabajo y otros por mera comodidad, le buscarán las llamadas “disciplinas alternativas”: inglés, danza, patinaje, música, kárate etc. Si sumamos las horas de trabajo de un niño en la España actual y las horas de trabajo de sus padres, nos encontramos con que un niño de 8 años trabaja más horas que sus progenitores: ¡demencial! Pero el niño ha de jugar y ha de jugar a algo; ha de dejar volar su imaginación, ha de saltar, brincar, subir, bajar, correr, caerse, levantarse…pero no puede porque no tiene espacio encerrado como está todo el día entre la guardería, la escuela, las alternativas y la casa. ¿Y cuál es la solución que le dan sus padres? La más cómoda: un móvil, una consola, una Tablet o un ordenador para que se entretenga virtualmente. De esa forma consiguen que les moleste lo menos posible sin querer admitir, aunque lo vean, que el niño va presentando signos de ansiedad y nerviosismo además de maltratar físicamente a su organismo. Como los padres están absolutamente cansados del niño, en verano, que se supone van a disfrutar de él tras un año de encierro en colegios y casas, los padres, no pudiendo soportar tamaño trabajo y pensando en su “liberación”, lo aparcan en un campamento de verano para alargar el curso escolar doce meses. Uno se pregunta si en esta España de “progreso” los niños y sus necesidades físicas, mentales y de afecto se tienen en cuenta.

Antes nuestros niños miraban hacia fuera por las ventanas abiertas de sus viviendas, hoy miran virtualmente desde la pantalla táctil de un aparatito con teclas. Nuestros niños jugaban antes al aire libre, hoy, incluso estando al aire libre, juegan virtualmente dentro de la pantalla que les deslumbra y les entontece. Nuestros niños no pueden ejercer su imaginación libremente, se la imponen con los juegos virtuales, algunos de ellos violentos. El juez de menores Emilio Calatayud lo ha dicho recientemente: “Hay niños que se pasan jugando en móviles y consolas más de doce horas al día”. ¿Qué estamos haciendo?

Son muchas las paradojas que nos ofrece la vida moderna, una vida en la que a todos se nos llena la boca con la palabra “progreso” hasta casi ahogarnos, creyendo que, porque el automóvil es más rápido que el caballo, la vida actual es mejor que la de nuestros padres y abuelos, no siendo así, pues lo único que hemos logrado es tapar con el avance tecnológico, las pérdidas en sociología, en valores y principios y, como siempre, son los niños, los más desprotegidos, los que más sufren sus consecuencias.

Prestamos poca o muy poca atención a nuestros niños en los que, en la mayoría de las ocasiones, no vemos a un ser que nos necesita, sino a algo que entorpece nuestras vidas, demostración del egoísmo que asola a esta sociedad hedonista. Si el precio que hemos de pagar por esta vida de “progreso”, en la que se busca fundamentalmente el bienestar material, la comodidad y la huida de responsabilidades, va a ser entre otras cosas, a costa de nuestros niños, deberíamos pensar muy detenidamente que es lo que estamos haciendo.

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