Mientras en esta crisis política –que no sanitaria— muchos ciudadanos y colectivos de bien intentan sacar lo mejor de sí mismos para hacer más llevadera la pandemia de diseño que unos majaderos megalómanos han programado para la humanidad, los Colegios de Médicos están mostrando su peor cara, la de la intransigencia más absoluta, la negación de la realidad científica y la coacción, amenaza y acoso a los colegiados que osen investigar, discernir y discrepar de la voz dominante, que es la de las farmacéuticas voraces que se han propuesto vacunar y medicar a diestro y siniestro a todo ser “pensante”. Entrecomillo pensante por razones obvias. Pero ¿qué intereses existen entre los Colegios y los laboratorios?, se preguntarán algunos. Muy claro. Intereses económicos, es decir, financiación. El dinero lo mueve todo.
Si creíamos que en pleno siglo XXI una inquisición no era posible, nos equivocamos de pleno. Prisciliano, Galileo, Giordano Bruno, Juan Hus, Miguel Servet y, más modernamente. Wilhelm Reich, Ruth Drown, Nicola Tesla, Linus Pauling, Rike Hamer o Andrew Wakefield, por citar solo algunos que me vienen a la memoria, fueron perseguidos, desprestigiados y condenados por oponerse a los dogmas del momento, un paradigma de mentiras con rango de “axiomas”. El espíritu de esta gente noble representa hoy a los no menos nobles y audaces científicos y médicos de la disidencia que se arriesgan a perderlo todo, incluso su prestigio, ante una sociedad aborregada e indigesta de mentiras y proteínas televisivas.
El primer damnificado de la performance covidiana fue Ángel Ruiz Valdepeñas, el médico valiente de Formentera que se dio a conocer en Callao por sus declaraciones sobre el uso de la mascarilla, el confinamiento y otros extremos de la mal llamada pandemia, con quien su Colegio se ensañó de manera inmisericorde hasta suspenderle de empleo y sueldo. Pero ahí sigue en la lucha, dando la cara, defendiendo el bien y lo justo.
El urólogo del Hospital de Monforte, Alejandro Sousa, está siendo investigado por la inquisición médica de Lugo y denigrado por la prensa prostituida al servicio del poder. De la noche a la mañana, el doctor Sousa pasó de ser un prestigioso profesional, con patentes en su haber y proyección internacional, a un apestado negacionista, por dudar de las consignas oficiales y atreverse a decir que la OMS es poco menos que una mafia, aparte de otras verdades incómodas.
Este acoso y persecución la sufre también, desde hace unos días, el jefe de Alergología del Centro Hospitalario de Orense, doctor Carlos González de la Cuesta, solo por posicionarse en contra de la actual vacuna, no sin los razonamientos oportunos que, a todos los profesionales de la medicina y al público en general deberían hacer pensar. ¿Hay alguien con sentido común, médico o no, con un mínimo de información que no dude de estas vacunas experimentales? ¿No es jugar a la ruleta rusa?
Así las cosas, tras meses de coacción, acoso y amenazas le tocó el turno a la doctora Natalia Prego Cancelo, la más popular del colectivo “Médicos por la Verdad”, que ella cofundó, cuyos vídeos han dado la vuelta al mundo varias veces –incluso creo que han llegado a Marte— y a quien el Colegio de Médicos de Pontevedra le acaba de abrir un expediente. Lo sentimos mucho, como también el trago que tiene que estar pasando su familia.
Natalia Prego y el resto de los médicos sancionados solo cumplen con el código deontológico médico, con el Juramento Hipocrático y con la Declaración de Helsinki. Todo ello viene a decir, como no podría ser de otra manera, que el deber de un médico es salvar vidas. Y eso es lo que tratan de hacer en sus intervenciones públicas estos profesionales. La información salva vidas. Pero es muy grave y complicado el entramado de todo este fraude a la humanidad.
Me consta que hay otros médicos que sin pertenecer a MPV no se tragan la farsa de la pandemia y cuando, en petit comité, han mostrado su simpatía hacia ellos, enseguida les han dado un toque, en concreto: “cuidado con las amistades peligrosas”, “no te metas en esto” o incluso “no te pagan para pensar, sino para aplicar los protocolos”. No todos están de acuerdo, y las ruedas de molino con las que les hacen comulgar son intragables, pero temen perder su trabajo y que encima les coloquen el sambenito de negacionistas e irresponsables enemigos del pueblo. Es una vieja estrategia del sistema. Nuestra esperanza es que el espíritu de Núremberg renazca de sus cenizas y puedan ser condenados todos los culpables, pero de verdad, no la pantomima llevada a cabo tras la SGM, cuyos científicos criminales más destacados entraron solapadamente en Estados Unidos para continuar con los experimentos secretos. ¡Y de aquellos polvos vienen estos lodos!, pues ahora estamos viviendo la herencia del nazismo –rebozada de comunismo— que no ha parado de echar raíces, fuera de nuestra vista.
Me duele que mi querida taifa de Galicia esté a la cabeza de la persecución covidiana, no solo por el acoso y derribo contra los médicos que se atreven a discrepar de los dogmas del sanctasanctórum de una sanidad dogmática al servicio de la Big Pharma, sino por la proposición no de ley que, si Dios no lo remedia, se votará en breve en el Parlamento Autonómico, que deja a los gallegos a merced de los políticos y alguaciles que podrán hacer con ellos lo que se les antoje, desde vacunarlos a la fuerza, internarlos en lugares habilitados para ese fin o expropiarles sus bienes. Un panfleto totalitario y anticonstitucional según me dice mi asesor y catedrático de Derecho Constitucional. Un redactado que, de salir adelante, debería ser intervenido de oficio, por amenazas y maltrato a la sociedad, con la consiguiente inhabilitación de los ideólogos. Aunque, si se aprueba, como ya hemos expresado en otros escritos, no tendría ningún efecto, ya que la Ley de Autonomía del Paciente 41/2002 protege a todos los pacientes del territorio nacional, y las leyes estatales prevalecen sobre las autonómicas. No obstante, esta iniciativa me suscita tres preguntas: En el caso de que hubiera un virus mortal, ¿prefieren los políticos de la Xunta que los gallegos mueran en campos de concentración alejados de sus casas y seres queridos? Esto me parece dramático y satánico. La segunda duda es si pudiera tratarse de una experiencia piloto extensible al resto del país “o países”. No hay que olvidar que vivimos en una dictadura global. La tercera pregunta es si recibieron órdenes de “arriba” y hasta qué grado están implicados los políticos autonómicos, porque tal parece que quieren dar gusto a “alguien” mostrando su mejor perfil tiránico. ¿Compiten en esto los sátrapas autonómicos?
Natalia Prego es una víctima del sistema, una mártir más del panel de disidentes que en el mundo han sido y que acabamos de nombrar. Prego es una de las grandes pregoneras –perdón por el juego de palabras fácil— de esta injusticia, y de eso no hay duda. Y si bien no estoy de acuerdo con las formas de abordar algunas de las iniciativas, demasiado en primera persona, quizá con un exceso de protagonismo, la monetización de los canales o la denominación de “ley Auschwitz” y las caracterizaciones de Feijóo como nazi –porque la caricaturización no procede en este caso, dada su extrema gravedad—, sí estoy completamente de acuerdo con el espíritu combativo y la intención de las protestas y reivindicaciones, valorando, a su vez, su entusiasmo ingenuo y contagioso. No obstante, todo hay que decirlo, siempre me ha parecido que Natalia Prego no estaba bien asesorada en este mundo hostil de la comunicación, pero es solo una opinión y, por tanto, subjetiva.
Dicho esto, desde esta tribuna de libertad, quiero enviarle mi apoyo y darle ánimo en estos momentos de desazón y animarla a que siga en la labor que se propuso ante el primer chispazo de discernimiento. Ánimo también a quienes la rodean y la quieren. Natalia eligió el camino tortuoso como tantos profesionales de la caverna, que un día se asomaron y vieron que el sol existía, que lo de la pared eran solo sombras, engaños. Y desde ese momento, la verdad se hizo su estandarte. Gracias, Natalia. Gracias a todos los valientes que trabajan con buena voluntad por un mundo mejor.