Una de las expresiones mas conspicuas de este gobierno canalla está representada por esa doble vara de medir según la cual con una mano dice defender al niño y al adolescente y por otra se apiada del asesino e ignora la maldad y la locura. Viendo la ley sobre incapacidad reconociendo capacidad jurídica al incapaz, viendo la ley sobre salud mental, y la ley sobre defensa de los animales que preparan se sabe de su absoluta ignorancia y de su perversidad. La ley de la infancia es literalmente una forma de expropiación de la única institución que puede defender a un ser humano durante su desarrollo, su familia, viendo el proyecto de defensa animal, esa forma de lo que Marx llamaba el fetichismo de la mercancía, por la cual las personas pasan a ser mercancías, y las cosas y los animales personas.
La Ley de Protección de la Infancia y la Adolescencia, dejan al niño y el adolescente a merced del mercado y le ofrece bajo el fraudulento epígrafe de la defensa de su libertad el acceso a las drogas, a la cirugía satisfactiva, al autodiagnóstico formal de sus delirios. Substituir realidad por emociones y destruir la identidad. Toda la propaganda sociocomunista esconde bajo palabras inventadas lo contrario de lo que pretende. Hablamos de la eutanasia para no hablar del suicidio, y la libertad de elección de sexo de los adolescentes a merced de un amigo invisible en las redes sociales, a merced de la decadencia norteamericana, a la cabeza de la cual se halla un demente senil que no acierta a saber donde se encuentra, un pelele de las compañías internacionales que compiten por construir un mundo de alienados. La enfermedad mental no puede quedar al arbitrio de enfermos mentales, reducirse a la mítica ansiedad o al estrés postraumático del analfabeto Echenique y sus cómplices. ¿Saben algo de que es la sexualidad humana y como se expresa?. La justicia no puede quedar a merced de los asesinos y de los canallas de toda ralea.
Una manifestación muy expresiva de este deplorable estado de cosas es la discusión sobre la prisión permanente revisable, cuando la sociedad entera y no solo sus víctimas reclaman la restauración de la pena capital para los asesinos para los que ninguna duda cabe sobre sus crímenes. La reinserción es la farsa de la mafia gubernamental que controla las prisiones y sus capos cobran por soltar a los sicarios asesinos mientras satisfacen sus irredentos deseos de seguir matando a la población. La decisión sobre la libertad condicional es política. Se vacían las cárceles para maquillar las estadísticas, dar pábulo a la reducción de penas de los terroristas y reducir el coste penitenciario, mientras la población convive con psicópatas. La justicia o es prospectiva y restitutiva o es simplemente hagiografía del asesino.
El entramado del Ministerio del Interior funciona como la Stasi, la vida de los otros se pone en juego y al mismo tiempo se somete al control ideológico a la población y silenciarla. Se transmite el mensaje sobre la pena de prisión revisable como un eufemismo que enmascara la verdadera necesidad social para recuperar la pena de muerte que se escamotea del debate. La arbitrariedad que permite poner en la calle a los asesinos tras cumplir un cuarto de la condena determina que los psicópatas puedan repetir sus delitos.
Cualquier canalla puede simular comportamiento si espera de ello un beneficio, decía el Premio Nobel Gary Becker. Solicitar perdón, disculparse y simular, un salvoconducto para un sistema judicial que ignora que es salud mental. Ahí tenemos al asesino de la Rioja, que eyaculaba cuando observaba la agonía de su víctima, al asesino de Ruth y José que se beneficia de controlar a sus víctimas, a la asesina celotípica del niño Gabriel, al Carnicero de Mondragón, el psicópata que remató a la víctima en la propia ambulancia, al asesino de Diana Quer pillado in fraganti de cometer otro asesinato, al asesino de Míriam, Toñi y Desirée del caso de Alcàsser, impune y desaparecido, al Mataviejas, al Matamendigos, al Celador de Olot, al Pederasta de Ciudad Lineal, al asesino que atrajo a su casa a Mari Luz Cortés, de cinco años, tirándole desde la ventana un osito de peluche y haciéndole señas para que subiera. ¿Alguien se acuerda de Marta del Castillo cuyo cadáver está desaparecido cuando la desaparición se pena menos que el asesinato?. ¿Y el asesino de Marta Calvo al que introdujo cocaína en su vagina como a tantas otras, y luego descuartizó?. Y el Código Penal no contempla este caso como asesinato agravado.
La justicia se ha convertido en garantista del asesino y perjudica la paz social. Aumentan la inseguridad porque la tensión es un instrumento para sojuzgar otras opciones políticas. Existe certeza científica de que estos psicópatas son irrecuperables. La sociedad no puede pagar por mantenerles con vida para que vuelvan a pisar la calle y repetir sus crímenes. La vida de 11 psicópatas no es moneda para comprar más de 55 víctimas. La canalla sociata pide piedad y comprensión y no tomar decisiones en caliente.
¿Quien cuida de nosotros cuando somos víctimas? ¿Quien de nuestra angustia al ver al sádico y al pederasta todavía escondidos en las siglas de la diversidad sexual? ¿Hasta cuando podremos soportar este sufrimiento, dándonos golpes de pecho, dictando aplausos, pidiendo a la divinidad que no haya mas delitos de este carácter?. Alimentamos la farsa compugiéndonos por lo que sabemos ocurre por responsabilidad criminal de una política pública?. ¿No hay motivos para reclamar por responsabilidad patrimonial a un Estado delincuente que de la mano de Grande-Marlaska premia al funcionario que ha otorgado el tercer grado a los asesinos? ¿Es que no hay motivos para reclamar la pena de muerte?. La justicia fracasa sino ajusticia a quien ha dejado de mostrar los signos de cualquier ser humano.
La razón y la sociedad demandan una respuesta. Estamos hartos de las consignas psicologistas y sociologistas que atribuyen la maldad humana a una sociedad despiadada. Se olvida que Rousseau era un farsante ¿Es que debemos someternos al poder arbitrario y caprichoso que niega la Constitución. ¿Que explica estas ignominias?. Solo una política criminal de la que el gobierno es actor y guionista de este teatro de la crueldad.