SANTO DOMINGO FUE UN AUTÉNTICO CONOCEDOR DE LAS LEYES DE LA PROPORCIÓN DE LOS MAESTROS CANTEROS

Camino de Santiago: La leyenda del gallo y la gallina de Santo Domingo de la Calzada

“Santo Domingo de la Calzada, donde cantó la gallina después de asada”

Camino de Santiago: La leyenda del gallo y la gallina de Santo Domingo de la Calzada

En Santo Domingo de la Calzada, un gallo y una gallina vivos son el símbolo permanente de una de las historias más populares del Camino.

Muchos romeros, desconocedores de la leyenda, se sorprenden cuando al entrar en la catedral se encuentran con las dos aves blancas, en recuerdo del milagro del peregrino ahorcado. Cuenta la leyenda que, allá por el año 900, un matrimonio que peregrinaba a Santiago con su joven hijo, hizo noche en una posada.

Mientras todos dormían, la hija del hospitalero intentó seducir al joven, pero este la rechazó. Ella no soportó el desprecio y decidió tomar venganza. Tomó una copa del menaje de la fonda y la introdujo en su mochila. El hecho fue denunciado y al registrar la mochila fue encontrado el objeto. El joven fue acusado de robo y condenado a la horca. Sus padres continuaron su visita al Apóstol.

Cuando sus padres regresaban de Compostela, su hijo aún colgaba de la soga, pero seguía vivo, gracias a que Santo Domingo lo sostenía desde abajo. Acudieron ante el corregidor para dar cuenta del portento. Este, completamente escéptico, dijo que su hijo estaba tan vivo como la gallina y el gallo asados que tenía en su mesa para comer.

En ese momento, las aves volvieron a la vida con sus plumas blancas entonando un agudo quiquiriquí, quiquiriquí.

De ahí viene el dicho: “Santo Domingo de la Calzada, donde cantó la gallina después de asada”.

Es un patrón literario que se repite en varios lugares del Camino. Para algunos investigadores, es símbolo de la resurrección, la vuelta a la vida, el ave Fénix que renace de sus cenizas una y otra vez.

La ciudad nació bajo el impulso del Santo de Viloria, cuya personalidad dicen que no está debidamente estudiada. Fue pastor de ovejas en su infancia, pero le atraía la vida monástica. Sin embargo, los monjes de San Millán y Valvanera debieron verlo demasiado rústico y lo rechazaron. Esto lo obligó a hacerse ermitaño en el bosque de Ayuelo.

No se sabe si en la soledad de la cueva recibió algún tipo de inspiración, pero llama la atención que con tan solo los estudios primarios realizados de niño, reapareciese como un experto constructor de puentes o pontífice, un auténtico conocedor de las leyes de la proporción de los maestros canteros, legado que recibiría su discípulo Juan de Ortega.

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Autor

Magdalena del Amo

Periodista, escritora y editora, especialista en el Nuevo Orden Mundial y en la “Ideología de género”. En la actualidad es directora de La Regla de Oro Ediciones.

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