Decadencia del pensamiento y colapso educativo

El sistema de enseñanza español actual es una mierda pinchada en un palo. Quintiliano frente a la miseria pedagógica de nuestro tiempo.

La educación romana: de la severidad republicana al esplendor de Quintiliano

Enseñanza y propaganda
Enseñanza y propaganda. PD

Vivimos tiempos oscuros en los que el sistema educativo español se ha convertido en un páramo desolador. De un lado, una generación de alumnos desmotivados, infantilizados y cada vez menos cultos; del otro, profesores atrapados entre el burócrata pedagógico y la trinchera emocional del aula. Las estadísticas no dejan lugar a dudas: España se hunde en los informes PISA, la burbuja universitaria ha generado millones de titulados sin expectativas reales, y los valores clásicos de la educación han sido sustituidos por un fetichismo igualitarista que premia la mediocridad y castiga el mérito. Para comprender este derrumbe, acaso convenga mirar hacia atrás, a un tiempo y a un lugar donde la educación era un asunto serio: la Roma antigua.

La educación romana: de la severidad republicana al esplendor de Quintiliano

La Roma republicana concebía la educación como una responsabilidad doméstica y moral. El pater familias instruía a sus hijos en las virtudes cívicas: el respeto, la laboriosidad, el amor a la patria, la austeridad y el dominio de sí. Con el tiempo, y al contacto con la cultura griega, se desarrolló un sistema más sofisticado: la escuela del litterator para aprender a leer y escribir; la del grammaticus para formarse en literatura, historia, mitología; y la del rhetor para cultivar la elocuencia, el arte de hablar bien y persuadir, piedra angular de la vida pública romana.

En este contexto emerge la figura colosal de Marco Fabio Quintiliano (Calagurris, hoy Calahorra, siglo I d.C.), el primer maestro pagado por el Estado y autor del monumental Institutio Oratoria. Quintiliano proponía una pedagogía basada en la moral, la razón y la excelencia. Defendía la educación desde la infancia, el respeto a los ritmos del alumno, la enseñanza por el ejemplo y la importancia de formar no solo oradores, sino hombres buenos: vir bonus dicendi peritus. Su ideal educativo no se limitaba a acumular conocimientos, sino a formar el carácter. Fue, en muchos aspectos, precursor de una educación integral, donde ética y estética iban de la mano.

Del esplendor al colapso: el ocaso de Roma y el comienzo del declive educativo

Sin embargo, la educación romana no fue inmune a la decadencia. A medida que el Imperio se corrompía, también lo hacía su sistema pedagógico. El rigor moral de los primeros tiempos fue sustituido por un hedonismo importado de la cultura griega: festividad, superficialidad, culto al placer, desprecio por el esfuerzo. El Estado se convirtió en una maquinaria de pan y circo, alimentando la molicie ciudadana mientras la retórica se vaciaba de contenido. Las escuelas producían sofistas de salón, charlatanes, burócratas del verbo hueco. La figura del maestro se degradó; la cultura fue absorbida por el espectáculo. El exceso de «bienestar», unido a la pérdida del ideal romano de virtud, socavó las bases de su civilización. Como hoy.

El espejo deformante de España: una educación fallida

España parece haber aprendido de Roma lo peor. El actual sistema educativo ha sacrificado el conocimiento en el altar de la inclusión mal entendida. La LOGSE y sus sucesoras han consagrado un modelo que disuelve la exigencia, premia la ignorancia, demoniza la autoridad del maestro y convierte el aula en un espacio terapéutico. El profesor ya no enseña: media, gestiona emociones, hace de policía y de asistente social. Y el alumno, convertido en pequeño tirano emocional, ha perdido todo respeto por el saber, por el esfuerzo y por la palabra. La palabra, que en Roma era el instrumento de la libertad, aquí se ha convertido en polvo.

La burbuja universitaria: inflación de títulos, deflación de saberes

España vive inmersa en una burbuja universitaria cuyo estallido ya nadie puede negar. Se produce un exceso de titulados —especialmente en carreras sin salida ni aplicación profesional— y una infraformación alarmante. Jóvenes con másteres incapaces de redactar una página sin faltas de ortografía. Licenciados en Historia que desconocen a Tucídides, juristas que no han leído a Ulpiano, pedagogos que nunca se han abierto a Quintiliano. Las universidades se han convertido en fábricas de certificados que no certifican nada, más preocupadas por los protocolos de género y los planes de igualdad que por el rigor intelectual. Se gradúa sin saber, se titula sin pensar.

Informes PISA: el retrato de un desastre

Los resultados del último informe PISA (2022) son demoledores. España está por debajo de la media de la OCDE en matemáticas, lectura y ciencias. Y lo peor no es solo la posición: es la tendencia descendente. En comprensión lectora, los alumnos españoles fracasan estrepitosamente. No entienden lo que leen. En matemáticas, la situación es aún más grave: se constata una incapacidad estructural para resolver problemas básicos, lo que compromete cualquier posibilidad de competitividad futura. Es el reflejo de un sistema que ha sustituido la lógica por el dogma emocional, y que ha convertido la escuela en un simulacro. «La enseñanza en España es una mierda pinchada en un palo».

Testimonio desde el frente: la voz de un profesor

Uno de los documentos más lúcidos sobre esta debacle es la carta-testimonio de un veterano profesor del IES San Mateo de Madrid. En ella, denuncia la abdicación del Estado, la infantilización sistemática, la permisividad paralizante, el desprecio a los contenidos, la tiranía de las metodologías «activas» y la ideologización total del aula. Con amarga ironía, describe cómo los profesores han pasado de ser transmisores de saber a animadores socioculturales, mientras la burocracia ahoga cualquier vocación real. Habla de adolescentes incapaces de mantener la atención más de cinco minutos, de padres ausentes o cómplices, de inspectores que vigilan al docente pero no al alumno. Una radiografía brutal, pero veraz, de lo que ocurre cada día en nuestras aulas.

Conclusión: recuperar a Roma para salvar la educación

España necesita una revolución educativa. Pero no una revolución progresista ni modernizadora, sino una restauración. Una vuelta a los valores eternos que sustentaron la educación clásica: la búsqueda del saber, el amor a la verdad, la exigencia, la disciplina, la belleza, el esfuerzo, la palabra. Hay que volver a leer a Quintiliano. Hay que enseñar latín. Hay que rescatar la retórica como arma de libertad y pensamiento. Hay que educar para formar hombres buenos, no ciudadanos dóciles. Frente al caos posmoderno, la herencia romana ofrece todavía un faro. Pero sólo si tenemos el coraje, la valentía de mirar atrás sin complejos. Porque, como advirtió Cicerón, «no saber lo que ha sucedido antes de nosotros es como ser incesantemente niños». Y hoy, en España, el infantilismo se ha convertido en doctrina de Estado.

Fuentes citadas y recomendadas:

  • Quintiliano, Institutio Oratoria (siglo I d.C.).
  • Informes PISA (OCDE, últimas ediciones 2018-2022).
  • Testimonio del profesor del IES San Mateo, publicado en redes sociales en 2024.
  • Xavier Barraycoa, El suicidio demográfico.
  • José Antonio Marina, La inteligencia que aprende.
  • Rafael Sánchez Ferlosio, La homilía del joven tracio.
  • Alejandro Llano, La vida lograda.

Este artículo pretende ser una denuncia, pero también una propuesta de mejora. La educación española no está simplemente mal: está corrompida en su raíz. Pero otra educación es posible. Roma lo demostró. Nos toca a nosotros recuperar ese legado antes de que sea demasiado tarde.

MARCAS

TODAS LAS OFERTAS DE TU MARCA FAVORITA

Encuentra las mejores ofertas online de tu marca favorita

CONTRIBUYE CON PERIODISTA DIGITAL

QUEREMOS SEGUIR SIENDO UN MEDIO DE COMUNICACIÓN LIBRE

Buscamos personas comprometidas que nos apoyen

COLABORA

Lo más leído