Hoy al igual que ayer, impenitente y errante, sigo buscando respuestas que sé no encontraré, y que, aunque las encuentre, ¿para qué? si en el fondo nunca las he querido conocer…, porque en el fondo, demasiado me las sé.
Tal vez sea porque siempre he sido el eterno debutante, tratando de escapar de la realidad que conlleva conjugar el verbo envejecer.
Y así seguiré; inmaduro a pesar de las canas; espontáneo y atrevido, como el inconsciente niño que siempre fui; aquel niño que antes de aprender a andar, mirando al cielo comenzó a correr.
Y aún ahora que nada tengo por ganar y sí todo por perder, como ayer miraré al cielo, me levantaré y en solitario volveré a correr, aun sabiendo que mañana me volveré a caer.