La palabra «momia» proviene del persa «mum» (cera), luego del árabe «mumiya» (sustancia usada para embalsamar). Se refiere a los cadáveres de seres humanos o animales que, debido a circunstancias naturales o mediante embalsamamiento, se han conservado en buen estado mucho tiempo después de la muerte. Algunas regiones, debido a su extrema sequedad, frialdad, alcalinidad o aislamiento de la intemperie y microorganismos, favorecen la momificación en lugar de la descomposición completa, como suele ocurrir en la mayoría de los lugares de la biósfera terrestre.
Sin embargo, la noción más común de momia es la de un cadáver embalsamado intencionalmente para conservarlo el mayor tiempo posible, generalmente por razones religiosas. Esto se debe a que los cadáveres raramente se mantienen incorruptos por sí solos, ya que las condiciones naturales para su conservación son fortuitas y poco comunes. Las momias de Guanajuato son un ejemplo de momificación natural, ya que no fueron sometidas a procesos de conservación o embalsamamiento. Su estado se debe a la falta de intercambio de oxígeno y humedad en las gavetas donde fueron depositadas.
Siglos atrás, para los sepultureros, la tarea era rutinaria: desenterrar a los muertos cuyos familiares no habían pagado el costo del cementerio. Sin embargo, se sorprendieron al encontrar el cuerpo intacto de Remigio Leroy, un médico francés fallecido en junio de 1865, con ropa, dientes y cabellos en perfecto estado.
Las tumbas del Panteón Santa Paula, inaugurado en 1861 en el Cerro Trozado de Guanajuato, México, conservaron el cuerpo de forma natural, sin vendajes ni químicos. Este descubrimiento en 1871, según un artículo en la página del ayuntamiento de Guanajuato, llevó a encontrar más cuerpos preservados de manera similar, incluyendo mujeres embarazadas, niños y ancianos fallecidos por diversas causas.
En una operación clandestina, los sepultureros comenzaron a exhibir estos cuerpos en una cripta subterránea por unos pocos pesos. Así nació el exitoso Museo de Momias de Guanajuato, que atrae a cientos de miles de turistas y científicos cada año, interesados en los procesos de momificación natural.
Las momias también reflejan la historia de la ciudad y la relación de la sociedad mexicana con la muerte. “Nos cuentan sobre enfermedades, estatus socioeconómico y el amor», dice María del Carmen Lerma Gómez, antropóloga física y experta en el cuidado de restos momificados del INAH. Los cuerpos de los infantes, por ejemplo, muestran cómo se vivía la pérdida y los cuidados específicos antes de ser enterrados.
El museo, inaugurado oficialmente en 1971, es una fuente importante de ingresos para la ciudad, generando cerca de 2.5 millones de dólares en 2023. Alberga 117 momias en vitrinas climatizadas, generando tanto controversia como inspiración para artistas e investigadores. A diferencia de las momias del antiguo Egipto, las de Guanajuato se preservaron rápidamente tras su entierro debido a las condiciones climáticas y la construcción del Panteón de Santa Paula.
Los cuerpos fueron depositados en nichos sobre el suelo, expuestos al sol y a corrientes de aire, creando un ambiente de alta temperatura y baja humedad que facilitó su deshidratación y ralentizó la putrefacción. Algunos cadáveres se momificaron en tan solo cinco años.
La exhibición de las momias ha sido objeto de controversia, con relatos inventados por guías turísticos para satisfacer la curiosidad de los visitantes. La producción cultural también perpetuó estos relatos, como las películas del luchador mexicano El Santo. Algunas momias, como «El Apuñalado» y «La Bruja», se hicieron famosas por estas historias.
El INAH ha intentado identificar a las momias para alejarse de los relatos de terror. Un «Libro rojo» en el panteón contiene información de los sepultureros, facilitando esta tarea. Sin embargo, identificar completamente a cada momia requiere estudios antropofísicos especializados, y el proceso se ha retrasado por el periodo electoral de 2024.
El INAH también ha recomendado desde 2016 varias medidas para preservar las momias, que han sido mal manejadas en algunos casos, llevando a su deterioro. Las momias han sido exhibidas en diversas localidades, algo que el INAH desaconseja por su fragilidad. Sin embargo, las autoridades locales defienden que los cuerpos más recientes pueden ser trasladados sin riesgo.
En mayo pasado, el INAH denunció que la momia conocida como «El Apuñalado» perdió un brazo, alegando falta de protocolos y capacitación. Las autoridades locales, sin embargo, afirmaron que el daño ocurrió en 2017 y defendieron la experiencia de su personal. A pesar de las controversias, el INAH y las autoridades locales continúan trabajando para preservar este patrimonio histórico.
«Simplemente, no las muevan», pide Lerma Gómez, con la esperanza de que las momias puedan durar otros cien o mil años.