BENAVIDES Y MALOSPELOS EN LAS CORTES

Diez cosas que nadie le contará de la Constitución del Congreso

La plaza de las Cortes de Madrid, normalmente animada y llena de curiosos y turistas, en la mañana de hoy, martes 13 de diciembre, apareció sin mucho tráfico y con el ambiente propio de las solemnidades parlamentarias. Se iba a constituir el Congreso de los Diputados y Benavides y Malospelos, los leones de bronce de la puerta, sin nadie al lado, se exhibían magníficos y fieros, cada uno a un lado de la puerta.

Benavides, el diestro, con la mano derecha sobre la bola de metal, se mostraba grave y serio pero a gusto con su entidad, la que le diera Clarín en sus Cuentos Morales: «león de la guerra, el de la historia, el de la cicatriz. Noble, pero fiera».

Al otro lado de la puerta, y mirando hacia otro lado, estaba el zurdo Malospelos, sin cicatriz, con los pelos de bronce atusados, sujetando la bola con la izquierda y ajeno a la existencia literaria que para él imaginara Clarín: «león… parlamentario; el de los simulacros»

En el interior del Palacio de Las Cortes, las fuerzas políticas nacionales, según lo previsto, la etiqueta debida y en el momento marcado por el protocolo, se disponían a colocar sus manos en las cuotas de poder que les habíamos entregado los españoles con nuestra decisión en las urnas.

A diferencia de las bestias parlamentarias de bronce, los diputados se miraban entre ellos comedidos e incluso afables, ajenos a los leones de las guerras, a las cicatrices y a los simulacros parlamentarios, pero conscientes de una realidad: Empezaba la Décima Legislatura. Con algunas anécdotas, pero también con sellos claros de identidad:

– Los errores de Albendea, el Presidente de la Mesa de edad, que, a pesar de repetir en ocupación, equivocó el escrutinio de los votos para vicepresidencias y secretarías, perdiendo un voto en cada una de ellas. Y aunque recuperó uno, para Vicepresidencias, perdió definitivamente uno de los votos para Secretarios de Mesa.

– Y el error es importante, porque en el escrutinio hay dos secretarias a las que no las separa más que un solo voto, las de las socialistas Silva y Cunillera (secretarias 2ª y 3ª). Por ello, en puridad y si el voto perdido correspondiera a la señora Cunillera, para remediar el error, según marca el Reglamento, debería haberse repetido la votación hasta deshacer el empate.

– La conversación de José Bono, cesante, con otro cesante, vasco, que asistían al acto en la tribuna de invitados, con los teléfonos en ristre ambos, mientras a su lado una oronda señora entornaba los párpados y se entregaba a los dulces brazos de Morfeo.

– La ausencia de dos ministras, la Vicepresidenta Elena Salgado y González Sinde, que parecía de tres, porque la ministra Carme Chacón se había embebido en lo que pudiera ser un modelo de traje de camuflaje militar para ministras de Defensa en funciones.

– Los equilibrios matemáticos previos a los escrutinios, que han producido un reparto de los puestos de la Mesa para los dos partidos mayoritarios con un pacto con CIU al que se le cede la 4ª Vicepresidencia y la definición real de una mayoría absoluta del Partido Popular.

– Los equilibrios territoriales que ha buscado el PP entregando el puesto de portavoz al País Vasco y repartiendo los puestos de la Mesa a Castilla y León (Presidencia), Andalucía (Vicepresidencia 1ª), Cataluña (Vicepresidencia 3ª), Comunidad Valenciana (Secretaría 1ª) y Navarra (Secretaría 4ª).

– La aspiración de UPyD a tener grupo parlamentario propio, que tendrá que decidir la Mesa.

– La maniobra del Grupo AMAIUR, decidiendo que su electo por Navarra no adquiera la condición plena de diputado pretendiendo un grupo propio.

– La gran cantidad de votos en blanco: 146 para la Presidencia del Congreso, 33 para las Vicepresidencias y 36 para las Secretarías.

– Y el final del acto, con el primer discurso de la Legislatura, pronunciado en algo menos de cinco minutos por el nuevo presidente, en el que agradeció la confianza depositada por los electores, dejó constancia de que estamos en «momento difíciles» en los que «hay problemas que debemos intentar resolver», recordó unas palabras dichas en otro discurso de Constitución del Congreso: «La Constitución ha sido hoy nuestro punto de llegada y ha de ser nuestro punto de partida. Pienso que también ha de ser de encuentros». Y terminó pidiendo «la colaboración de todos los partidos para que los electores que nos han votado puedan decir al final de la legislatura: Han merecido la confianza que les hemos dado».

Acabado el acto, tras cuarenta y tres segundos de aplausos, los parlamentarios salieron al exterior, se estrecharon las manos, se apoyaron los labios y mejillas en son de despedida y echaron a andar alejándose del Congreso.

Atrás, en la puerta del palacio y ocupando el lugar que les asignaron en el año 1856, se quedaron los guardianes de bronce del Congreso: El noble y diestro Benavides, con su cicatriz; y el zocato Malospelos, el parlamentario de los simulacros. Los dos serios y altivos, venteando en el aire de la Carrera de San Jerónimo las fragancias de una nueva legislatura y las ilusiones de los que esperan algo de ella. Y mirando cada uno para un lado: Benavides a la derecha y Malospelos a la izquierda.

 

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Autor

Luis Balcarce

De 2007 a 2021 fue Jefe de Redacción de Periodista Digital, uno de los diez digitales más leídos de España.

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