Gallardón dice que vería "inexplicable" pensar en otra persona que no sea Botella para ejercer la responsabilidad de alcaldesa
La intervención del presidente madrileño en el Club Siglo XXI este pasado lunes necesitaba llamar la atención. Por arriesgado fuera el espacio intelectual del siempre sibilino Eduardo Zaplana, que busca convertirse en un mentidero donde jugar al pim-pam-pum al marianismo.
Uno de los problemas de Ignacio González es la dificultad que tiene de sacar (de verdad) la cabeza ante una opinión pública acostumbrada a Esperanza Aguirre, el Rey Midas de cualquier democracia de audiencias.
Así que sus asesores, quizá para no equivocarse otra vez, decidieron ir a lo que jamás les falla: desempolvar el agravio a la Comunidad de Madrid.
¿Se acuerdan del «cero Zapatero«? Pues eso mismo, aunque ahora con vascos, navarros, catalanes y Cristóbal Montoro de protagonistas.
Concretamente, el alegato del jefe del Ejecutivo de Madrid fue colocar una atrevida propuesta que acabaría con el actual sistema de financiación autonómica.
González propone que el País Vasco y Navarra pierdan sus actuales privilegios fiscales y pasen a contribuir como lo hacen el resto. Lo que supondría, según los cálculos de la Comunidad madrileña, una aportación de 3.200 millones de euros al fondo común.
Por lo mismo, rechazó de plano la financiación a la carta exigida por Cataluña, ya que España «no puede permitirse que el 30% del total de su economía –la suma de la propia Cataluña, País Vasco y Navarra– quede al margen de la solidaridad de todos».
Pero tampoco quiso olvidarse el secretario regional del PP de Madrid de las tensiones internas larvadas.
Ignacio González avisó, por si el viento quiere escucharle, que «los madrileños no nos votaron para que gestionemos un fracasado proyecto socialista» sino, muy al contrario, «para que lo hagamos de acuerdo a nuestros principios».
Y ya de paso, se sirvió de Abraham Lincoln para arrimar el ascua a su sardina: «No es bueno cambiar de caballos cuando se está cruzando un río». ¿Tampoco a Botella?
Claro, las reflexiones de González han hecho zumbar el oído izquierdo en algunas plantas de Génova 13.
La necesidad que tiene el PP de la mayoría absoluta en Madrid para salvaguardar el poder nacional es el punto débil de Ignacio González.
Porque la gestión de la alcaldesa, Ana Botella, ha metido al partido de lleno en la decadencia. Pocas veces un mandato habrá tenido un reflejo tan rápido en el desgaste de la intención de voto de un partido.
El PP ha empezado a ver cómo la joya de la corona se le derrite entre las manos. La preocupación es general. Y aumenta cuando en las conversaciones de los despachos bien informados toman protagonismo los nombres con probabilidades de renovar la larga hegemonía popular en Madrid.
Esperanza Aguirre sería la única con posibilidades reales de alzarse con la mayoría absoluta en la capital y arrastrar a la Comunidad a conseguir que los de la gaviota sigan gobernando.
Sólo ella. Por más que desde la Torre de Marfil pepera, haciendo de tripas corazón, metan con calzador otros nombres menos agrios para el oficialismo.
Las zancadillas para abrir o cerrar el camino a los distintos aspirantes han comenzado.
Génova 13 difunde oficiosamente que, según sus estudios demoscópicos, la delegada del Gobierno, Cristina Cifuentes, se podría presentar con mayores garantías que Ana Botella al Ayuntamiento de la capital. Lo que desde luego no es mentira, aunque no se diga toda la verdad.
Ojo al dato: la ex presidenta madrileña advirtió de que «el comité electoral regional propone, pero quien dispone, quien decide, quien designa a los candidatos es el comité electoral nacional».
No quiso añadir la lideresa un explícito:
«Allá ellos si quieren suicidarse».
