Quizá esos jueces y políticos europeos estén disfrutando por haber tenido la oportunidad de dar rienda suelta a su fobia a España, pero de lo que no se dan cuenta es de que no solo perjudican a España, también le causan un daño grande a la Unión Europea.
A los casos de deslealtad en los que pequeños tribunales de países europeos han querido enmendar la plana al Tribunal Supremo español, pasando por alto que eso no es lo convenido, se suma el hecho de que tampoco entregan a etarras sangrientos. Y todo lo anterior hay que añadirle la última afrenta, cuando el citado Tribunal Supremo, en un alarde de cortesía, planteó una cuestión que no tenía por qué hacer, con lo cual dio motivo para que los cretinos demostraran su condición.
A todo lo anterior, propinado por el mundo judicial, aparentemente más serio, hay que añadirle la otra afrenta procedente del espectro político: la Unión Europea no puede tratar como delincuentes a quienes están negociando con el gobierno. Bien, los españoles hemos de avergonzarnos de que la lista más votada haya sido la que encabezaba ese individuo capaz de negociar con Otegui, Junqueras, Puigdemont e Iglesias, con tal de formar gobierno. No lo ha hecho con nadie peor que esos porque no hay, ni puede haber.
Pero si esos tipos de la Unión Europea han sido capaces de darse cuenta de que Sánchez está negociando con los citados elementos, también lo tienen que ser de comprender que se trata de un tipo que corrompe todo lo que toca, que está condenado al fracaso por mucho que se envuelva con la bandera socialista.
Esos políticos de la Unión Europea deberían saber que en España quedan personas de honor, entre ellas muchos socialistas que no han votado a ese pájaro de cuenta. Y que en el resto de Europa también hay personas de honor que han de observar horrorizadas todo lo que ocurre.
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