…. ¿Por qué seguir utilizando un lenguaje perverso con el único objetivo de confundir a la población?, ¿por qué seguir escondiéndose tras las palabras y ocultar los hechos?, ¿o es que acaso estamos asistiendo al primer capítulo de la capitulación de Artur Mas?, ¿o es la búsqueda de una salida honrosa y más o menos airosa del lío en el que se ha metido CDC?…
La política catalana se asemeja cada vez más a un vodevil, nunca sabes qué personaje va a salir a escena ni que ocurrencia se le habrá ocurrido al guionista, pero lo que sí es cierto es que el Presidente de la Generalitat anda tan desconcertado que no sabe qué hacer ni sabe qué decir para cuadrar las piezas de un puzle político tan irresoluble como dañino.
Este galimatías se ha podido sustentar –socialmente hablando- gracias a la máxima simplificación tanto conceptual como del análisis de la situación, todo ello convertido en una papilla en forma de discurso aparentemente lógico pero que, en verdad, se asemeja más a una aporía que a un relato racionalmente construido, papilla destinada a ser engullida por la ciudadanía gracias a la inestimable colaboración del lobby mediático en el que se ha convertido la mayor parte los medios de comunicación editados en Cataluña.
El problema se lo están encontrando cuando dicho relato queda expuesto a la cruda realidad, a las contradicciones de su verdadera (y oculta) intencionalidad, cuando las fuerzas políticas engendradoras y propulsoras del independentismo se dan de bruces contra la realidad social, con la tozuda diversidad política, social y cultural de los catalanes.
Diversidad que supone un freno a una “construcción nacional” basada en la premisa de la catalanidad unívoca, de la mayoría social incontestable, de la supuesta transversalidad “nacional”, del convencimiento de que se podría mantener –eternamente- en silencio a la mayoría silenciada.
Pues bien, el encaje de bolillos, una vez entrados en los terrenos de la realidad, es prácticamente irrealizable, porque si el prócer Artur Mas quiere seguir adelante con la locura soberanista, ha de desnaturalizar tanto el proceso (para contentar a todos) que deslegitimaría su propio sentido de ser.
Quedaría deslegitimado por ese esencialismo antidemocrático que subyace a todo nacionalismo cultural o étnico, a toda política basada en la adscripción política o ideológica de la ciudadanía (sea está de raza, lengua, cultura o estamento), por ello entran en puras contradicciones, salidas de tono y absurdidades varias.
La última declaración del Presidente de la Generalitat nos deja ver la desesperación de un líder que únicamente parece haber escuchado a los aduladores, a los románticos de salón y de moqueta, a los intelectuales orgánicos y al periodismo de(l) partido.
Parece un Don Quijote que vive en una realidad paralela, parece cabalgar sobre una proyección histórica en la que él y los suyos serán venerados en calles y plazas como libertadores, un líder dispuesto al sacrificio (político), sin embargo, el aquí y ahora, lo que ocurre en las calles y plazas actuales le parece ajeno o insustancial, este romanticismo político trasnochado hace que se pierda peligrosamente el contacto con la dura realidad.
De ahí los desesperados desvaríos por intentar hilvanar un nuevo relato con el que continuar la campaña de engaño y manipulación masiva, forzando la máquina del Gran Hermano informativo, multiplicando las noticias editorializadas del Ministerio de la Verdad o usando lo superfluo al servicio de la Causa.
Proponer un referéndum inclusivo es un oxímoron, debe ser fruto de la enajenación de la política y de la democracia o un intento de escapar de la trampa nacional en la que se han metido, porque ¿desde cuándo un referéndum puede ser inclusivo?, ¿no querrá decir referéndum aclamativo?, ¿acaso no saben que el referéndum es el instrumento menos democrático de la democracia precisamente porque reduce la democracia a un juego de suma cero?
¿Por qué seguir utilizando un lenguaje perverso con el único objetivo de confundir a la población?, ¿por qué seguir escondiéndose tras las palabras y ocultar los hechos?, ¿o es que acaso estamos asistiendo al primer capítulo de la capitulación de Artur Mas?, ¿o es la búsqueda de una salida honrosa y más o menos airosa del lío en el que se ha metido CDC?, sea la que fuere la respuesta, quién sigue pagando un enorme precio político y de desprestigio institucional somos los catalanes y esa Cataluña que tanto dicen querer.