Adiós a la Sociedad del Bienestar

Por Javier Pardo de Santayana

(Gran Vía. Óleo de Antonio López)

¿Se acuerdan ustedes de la “Sociedad del Bienestar”? Mucho se ha hablado de ella tras la famosa Guerra Fría, cuando parecía haberse dado con la clave de un mundo Occidental en paz y desarrollo. Lo que nos cabe ahora es preguntarnos si aquello sigue aún vigente: si aquella perspectiva luminosa fue simplemente un sueño de verano o una realidad que bien podría ser ya un presente con futuro. Analicemos pues, someramente, qué es lo que exigiría nuestra sociedad en tres aspectos diferentes para poder aplicar esta expresión de “bienestar” a lo que hoy es nuestra realidad de cada día, es decir, qué es lo que resulta necesario para lograr que cada uno de nosotros se sienta cómodo y tranquilo a la hora de desarrollarse en paz y así afrontar esa aventura que es la vida.

Pues para el bienestar del ser humano se necesita ya de entrada no sentirse perdido ante el misterio.

En efecto, necesitamos como primer paso el apoyarnos en alguna cosa firme, algo difícil para nuestros contemporáneos, a muchos de los cuales se está privando de la Fe de sus mayores. Que así tenemos ahora al español, por no decir al europeo, cada vez más descreído por la irrupción creciente de un relativismo fomentado incluso desde los gobiernos cuando no procurado abierta o sutilmente; es decir, sin posibilidad de agarrarse a una certeza y, convertido ya en la fácil presa de cualquier falsedad interesada que posea los medios necesarios para suplir la verdad por la mentira y mantener al ciudadano inerme ante las asechanzas y peligros.

En un segundo nivel, el bienestar tampoco nos será alcanzable sin la tranquilidad que proporcionan las raíces de una cultura compartida, es decir, del legado más valioso que tenemos de quienes nos precedieron en el tiempo: una especie de sustrato común con quienes conviven con nosotros, una sabiduría ya consolidada que nos es transmitida y dentro de la cual nos sentiremos cómodos. O, por decirlo de otra forma, una manera de estar en el mundo que nos impregna a todos y crea en nuestro entorno como un ambiente que entendemos y que facilita nuestro encaje en una sociedad determinada. Un ingrediente, en suma, que nos permitirá entendernos a nosotros mismos y a quienes nos acompañan en la vida; algo que nos evita tener que hacer constantemente esfuerzos para entender lo que nos acontece.
Mas aún en esto parece que pretenden despojarnos de la firmeza que podría hacer de nuestro entorno un componente más grato y comprensible. También aquí el relativismo ha entrado a saco y está intentando hacernos abjurar de muchos de nuestros apoyos más firmes y apreciados. Y en esta línea podemos situar aquella feroz y despiadada critica que hoy se dirige hacia lo que pensaban nuestro padres y en general hacia lo que hicieron o crearon las generaciones anteriores. Así sucederá con nuestra Historia, cuyos héroes, datos y pensadores quedarán definitivamente desacreditados: de nada servirán su sacrificio, su ilusión o sus esfuerzos. Y los grandes nombres de los santos, reyes y grandes capitanes pasarán a la lista de los usurpadores y tiranos. Hasta pretenderán poner patas arriba nuestro propio idioma por ser contrario, según dicen, a las nuevas virtudes ciudadanas.
Y, ya en tercer lugar, necesitamos ser gobernados por gente inteligente a la par que capaz e idealista; ciudadanos conscientes del presente y con valor para cambiarlo en la medida necesaria; gente que sea de fiar y de visión; que piense en el futuro y tenga la capacidad que necesita para la gestión de la comunidad a la que pertenecemos. Gente conocedora de la Historia y la Cultura de su pueblo. Pero la realidad actual de nuestros gobernantes nos demuestra que muchos son todo lo contrario, y ahí tienen ustedes a verdaderos zoquetes plenos de odio que predican doctrinas desacreditadas y consideran que cuanto peor esté la cosa está mejor para sus fines. Gentes verdaderamente impresentables, rufianes de política ramplona.

Así que la respuesta a nuestras dudas acerca de si podemos llamar “Sociedad del Bienestar» a aquella en que hoy vivimos, la respuesta evidente es que la nueva generación, aupada en tan brillante y generosa herencia, parece empeñada en evitarlo despojándonos de aquello que debiera hacer de nuestro entorno un lugar más grato y comprensible. Y lo hace despreciando lo que construyeron sus abuelos y sus padres, aquéllos que se empeñaron nada menos que en establecer la paz entre los europeos con un sentido casi religioso, fortalecieron los lazos de Occidente e impusieron sus valores democráticos hasta alcanzar las instituciones internacionales, Los que. a mayor abundamiento, impulsaron la tecnología con tal brío que dieron un inmenso salto para el mejor conocimiento mutuo entre los hombres.

Tan es así que de paso permitieron la eclosión de un mundo ya globalizado e incluso se atrevieron a pisar la Luna. Sí, definitivamente fueron capaces de crear, entre otras cosas, lo que se llamó una “Sociedad del Bienestar”: precisamente aquella que entre unos y otros estamos a punto de cargarnos.

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Tres foramontanos en Valladolid

Con el título Tres foramontanos en Valladolid, nos reunimos tres articulistas que anteriormente habíamos colaborado en prensa, y más recientemente juntos en la vallisoletana, bajo el seudónimo de “Javier Rincón”. Tras las primeras experiencias en este blog, durante más de un año quedamos dos de los tres Foramontanos, por renuncia del tercero, y a finales de 2008 hemos conseguido un sustituto de gran nivel, tanto personal como literario.

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