Remembranzas. 6. El banco de la declaración

Por Carlos de Bustamante

(El banco de la declaración)

Digo, mis amigos, que con remembranzas no he encontrado un filón para escribir unos pocos más de los mil y muchos artículos que llevo publicados en éste nuestro blog Tres foramontanos en Valladolid. No, y `mil veces no´. Espero atinar en cómo explicar el porqué de tema que es y espero que será en extremo reiterativo.

Cuando se ha vivido y llorado (que sí, que los hombres también lloran) un hecho tan traumático como es el fallecimiento de mi queridísima esposa Carmen, todas las horas de cada día y no pocas de la noche, tienen un recuerdo imborrable del largo camino de rosas y espinas vivido durante setenta años. Y como salvo raras excepciones el que escribe lo hace sobre hechos reales, y propios las más de las veces, así irán viendo la luz en el blog -intentaré que cronológicamente- éstas mis remembranzas que, al tiempo de revivir recuerdos, me pete compartirlas con mis amigos y probables únicos lectores que, por serlo, me conceden el privilegio de la intimidad. (léase amistad y confidencia).

Algo tan bello como el amor limpio entre la preciosa niña recién iniciada la adolescencia y el similar pretendiente enamorado sin saber muy bien cómo ni por qué, tuvo su inicio cuasi formal en una tarde otoñal a la sombra de un saúco que invitaba a la confidencia amorosa.

Fue allí donde, mediante una breve declaración de amor, mutuamente   nos `prometimos´. Novios para nosotros, aunque sólo amigos para los que lo eran de ambos o para las respectivas familias. Conscientes   de un noviazgo excesivamente precoz -mas no por ello menos intenso, sino todo lo contrario- por el momento guardamos para la intimidad nuestro hermoso secreto.

Si nuestro afamado Campo Grande hablara, en susurros entre la arboleda, les contaría las ingenuas expresiones del amor limpio declarado entre adolescentes que, pese a la edad, estaban preparados para una   correspondencia limpia de un noviazgo limpio. Si gramáticamente debería pedir perdón por la reiteración del calificativo, dejo lo escrito tal cuál por `ahogar el mal   con abundancia de bien´. No pondré como ejemplar estos amores tan peligrosamente precoces, pero sí diré que, en el caso presente, el egoísmo no tomó la delantera al amor; bien sabían los adolescentes que, de no ser así, en eso consiste el pecado. Y ¡voto a bríos! que cuasi niños sin madurar, tuvimos la cobardía, más una que otro, de no ser valientes huyendo del egoísmo; conscientes -y no por casualidad- que egoísmo y amor nunca podrían ir de la mano.   Y nunca fueron. Bendita sea la única mujer de mi vida que entendió y transmitió tan fundamental convicción.

Después de años sin transitar por el pulmón de Valladolid, hace unos días lo hice `en coche´. En la silla de ruedas y el ánimo inestimable de mi amigo y ayudante José, iniciamos el recorrido por la puerta del Príncipe. Entre los arrullos de las palomas mensajeras hicimos un alto emocionado. Serían, digo, nietas, biznietas o tátara… de las que desde el palomar que la federación colombófila española tiene en este mismo lugar que antaño nos acompañaron en los amores encendidos de nuestra declaración. Y lo fueron tan encendidos que el saúco que cubría con su sombra el banco donde estábamos sentados, pereció en las llamaradas provocadas envueltas en el “sí te quiero”. El árbol ya no es el mismo, pero el banco que ven es el que, de tener memoria, recordaría la belleza del amor limpio de aquellos jóvenes enamorados con el compromiso de fidelidad, que perduró en un crescendo, que- ¡ay! – ni la muerte detuvo.

Tengo sin embargo el convencimiento de que desde su Cielo bien ganado por una vida callada pero meritoria donde las haya, no cejará en el empeño de dar juntos toda la gloria a Dios. A la espera del momento, me siento ayudado en una soledad que ella hubiera querido primero. “Si fallezco antes que mi marido, `sólo´ me preocupa quién lo cuidará”. Fue unos días antes cuando manifestó a la cocinera y amiga esta preocupación inolvidable. ¿Se puede recibir una muestra mayor de desprendimiento y entrega que ésta? Cuando hoy son tan desgraciadamente frecuentes las separaciones y divorcios de matrimonios civiles o canónicos, queda en evidencia que el secreto a voces es que donde hay egoísmo, pronto muere el amor. Porque son del todo incompatibles. Quiero suponer que está meridianamente claro a qué egoísmo me refiero. Entre otros, he de referirme principalmente al que se da cuando en un matrimonio no se pueden mirar mutuamente a los ojos son sentirse cómplices.

Vimos desde el `banco de la declaración´ cómo los Caballeros Alféreces Cadetes de la Academia de Caballería que se vislumbra desde el banco, regresaban a toda prisa, para llegar en punto a la hora reglamentaria. Y cómo ellas les seguían con la mirada hasta que entraban en el Recinto. Fue un toque de atención para, sin abandonarla del todo, dejar la vagancia que llevaba en el colegio dedicado fervientemente al deporte, y aspirar al porvenir (que no podía ser otro que en la milicia que llevaba en los genes) como aquellos cadetes de Caballería que, desde el banco, vimos (ensimismado el `declarante´) dejar a sus novias o amigas para proseguir en la Academia sus estudios, y con ellos el porvenir para con él cumplir sus sueños.

Y si no aburro hasta las ovejas, proseguiré el curso natural de estas mis remembranzas que escribo más con el corazón que con los otrora tinta y cálamo. Nos vemos, pues, si Dios es servido.

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Tres foramontanos en Valladolid

Con el título Tres foramontanos en Valladolid, nos reunimos tres articulistas que anteriormente habíamos colaborado en prensa, y más recientemente juntos en la vallisoletana, bajo el seudónimo de “Javier Rincón”. Tras las primeras experiencias en este blog, durante más de un año quedamos dos de los tres Foramontanos, por renuncia del tercero, y a finales de 2008 hemos conseguido un sustituto de gran nivel, tanto personal como literario.

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