Presentación de un año impresentable

Por Javier Pardo de Santayana

(Viñeta de Puebla en ABC el pasado día 2)

Comienzo el año con la mala sensación de que se acercan tiempos muy difíciles. Es más, que éstos están a la vuelta de la esquina. ¿Cómo es posible? nos decimos. Porque no ha mucho que creíamos haber entrado en una nueva era en la que, aceptados los principios sustentadores de la paz, era razonable mantener la esperanza de un mundo más perfecto. De entrada, Europa, la antigua promotora de guerras, se habría convertido en una nueva gran potencia, y la Alianza Atlántica, después de haber contribuido eficazmente a derrotar al comunismo, se consolidaría como un modelo de organización político-militar con vocación de permanencia. Todo llamaba, por tanto, a confiar en el futuro. Vivíamos entonces un periodo de euforia que convenía aprovechar para asentar las bases de una paz protegida y de una sociedad “del bienestar”.

La tendencia generalizada a fomentar la unión y el entendimiento en todos los niveles y ámbitos  posibles parecía, en efecto, asegurar un “nunca más” y con ello también tiempos mejores. Sin ir más lejos, los independentistas españoles perderían la esperanza al pretender remar contra corriente. Su insistencia en separase de su origen histórico y crear países hasta ahora inexistentes rechinaría de tal forma que sus instigadores ni se atreverían siquiera a presentarlo. Bastaba con imaginar la reacción de las naciones europeas ante propuestas tan descabelladas a la vez que tan ajenas a los procesos de integración en curso.

Y sin embargo la cuestión que se plantea ahora es cómo se compadecen aquellas decisiones y proyectos con las destempladas voces que han surgido demandando el desmantelamiento de unos objetivos fruto de la experiencia histórica y de una común iniciativa que evitaría los yerros del pasado, pues mientras se pierde el tiempo en vez de aprovecharlo para reforzar los comunes logros alcanzados se están volviendo a proponer las doctrinas de antaño. Así vemos  cómo mueven el rabo quienes pretenden, como el Reino Unido, meterse en un buen lío al intentar, no recuperar sino fingir una grandeza que se perdió con el Imperio, o, como en el caso de algunos españoles, adueñarse de los presupuestos y sacar así tajada del empeño. Para lo cual se explotarán los sentimientos más costrosos: aquellos que hoy enfrentan a los pueblos que por razones de historia y de cultura compartida más razones tienen para sentirse hermanos.

Así hemos visto como, en vez de hacer examen de conciencia, nos vemos empeñados en repetir la historia recreando un “Frente Popular” de triste memoria que en España dio lugar a un ambiente vomitivamente insoportable en los ya lejanos años treinta del pasado siglo: aquel del puño en alto y de las checas, de los paseos al amanecer y las cunetas; el de la quema de los templos y obras de arte por puro y descarnado odio a la religión católica; el de la persecución de los cristianos, y no digamos de los religiosos incluidas mujeres de todas las edades. El de la pantomima del fusilamiento blasfemo del Cerro de los Ángeles, el de las efigies  de los tiranos rusos exhibidas en la Puerta de Alcalá, el de los milicianos entrando en nuestras casas y el de los pioneros comunistas entonando por las calles “no hay cielo: hay atmósfera”. Y en vez de mirar hacia el futuro aprovechando cuantas circunstancias puedan favorecer la consolidación de un ambiente de reconciliación entre los españoles dentro de un marco de respeto, observamos como se fomentan los más ruines sentimientos de revancha. Como se fomentan también las diferencias culturales en vez de nuestros sentimientos compartidos.

Para lograr lo cual se explota a fondo la tecnología con la intención prioritaria de mejor engañar a los contribuyentes mediante la agitprop, hoy ya profusamente utilizada para la difusión de bulos y noticias falsas que desprestigian al contrario y crean una realidad inexistente. No es de extrañar, por tanto, que a la hora de formular nuestros deseos con ocasión de un nuevo año demos preferencia a la urgente necesidad de que ese juego que hoy tanto distancia la práctica política de la voluntad expresada por el pueblo vuelva a manos de gente responsable con visión y con capacidad asegurada, y no – como ha ocurrido a lo largo del año que ahora acaba – de gente impresentable, inadecuada para representar a una gran nación europea como España, que incluso ha sido capaz de seguir funcionando más que razonablemente bien contra viento y marea y hasta sin presupuesto; prueba fehaciente de una poderosa y bien trabada base estructural.

En resumen, no queremos encumbrar más rufianes ni más resentidos revanchistas procedentes de un lumpen político y social impropio de un país que demanda un alto grado de excelencia. Esperemos pues, que el año que se inicia acabe por expulsar, gracias al voto de los propios ciudadanos españoles y a la opinión mayoritaria de nuestras instituciones, a quienes no merecen ocupar tan noble representación de la “ciudadanía”.

Por lo que respecta a quien ahora les escribe, les diré que me niego a suponer que los españoles son en su mayoría gentes sin fe ni principios morales como parece hoy deducirse de su comportamiento ante las urnas – o personas ignorantes e inconscientes de los problemas del tiempo en que vivimos – y me inclino más bien a verlos como víctimas de un engaño disfrazado de honores y títulos falseados, de inaceptables maniobras mediáticas, de insultos mágicamente convertidos en abrazos, de vigilias convertidas en sueños apacibles, de verdades que serán falsedad a los dos días, o de negaciones milagrosamente transformadas en afirmaciones entusiastas.

En fin, de aquello que don Julián Marías tan certeramente definió como una instalación en la mentira.

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Tres foramontanos en Valladolid

Con el título Tres foramontanos en Valladolid, nos reunimos tres articulistas que anteriormente habíamos colaborado en prensa, y más recientemente juntos en la vallisoletana, bajo el seudónimo de “Javier Rincón”. Tras las primeras experiencias en este blog, durante más de un año quedamos dos de los tres Foramontanos, por renuncia del tercero, y a finales de 2008 hemos conseguido un sustituto de gran nivel, tanto personal como literario.

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