Aprovechémonos del lado bueno

Por Javier Pardo de Santayana

(Esta es mi casa, aquí me quedo. Viñeta de Idígoras en Sur el pasado día 14)

Concluía mi artículo anterior imaginando que de una situación como la nuestra, que es como decir “al límite”, sólo cabía suponer que culminara con la llegada del meteorito que un día u otro acabará cayendo sobre el planeta Tierra, por ser lo poco que falta ya para martirizarnos. Así que con objeto de quitar el mal sabor de boca producido me propongo descubrir algún aspecto positivo del caos en el que nos hallamos sumergidos.

De entrada, la situación actual será una prueba a tope de nuestra capacidad de aguante. Quiero decir que ya no nos será preciso acudir al simulacro para probarnos a nosotros mismos, ya que ahora se trata de vivirlo y de ponerlo a prueba en nuestra propia carne con el tratamiento de choque que habrá que superar con éxito en el menor tiempo posible.

Desde luego, esta agobiante situación de ahora constituirá un excelente experimento para nuestra ”Sociedad del Bienestar” a la hora de calibrar las posibilidades que ofrece la actuación virtual que debe permitirnos el estado actual de la tecnología, ya que aún desconocemos algunas de las que ésta está en disposición de conceder al ser humano en situaciones extremas como la presente. Y hacer que todo siga funcionando en tan azarosas circunstancias es buena ocasión para probarnos a nosotros mismos y también al tinglado de medios y procedimientos que hoy en día se ofrecen disponibles.

Ahí tenemos a todos los niños españoles en conexión virtual con sus maestros recibiendo tareas por medio de aparatos electrónicos que los pequeños habrán de manejar con la soltura imprescindible para salir del paso, y a los maestros tratando de comunicarse de una forma inteligible, que ahí es nada. Se trata, pues, de comprobar la utilidad de posibilidades conocidas pero aún no puestas verdaderamente a prueba; téngase en cuenta que para mayor complicación del caso, el aislamiento personal y colectivo que requirió el gobierno ante la crisis del coronavirus pondrá las cosas más difíciles a la comunicación, no sólo entre organismos oficiales, sino también entre familias e individuos de todas las edades, que tendrán que hacer uso de su ingenio para salir del paso lo mejor posible.

También habrá que tomar en cuenta la prueba a la que estaremos sometiendo al conjunto de un complejo sistema sanitario, que si ya era juzgado con razón como excelente cuando todo era “normal”, ahora se ve forzado a demostrarlo, no sólo en cuanto a los medios disponibles y su empleo, sino también en cuanto se refiere a la fortaleza física y humana de quienes lo componen. Como supongo ocurrirá con la “ciudadanía”.

En cuanto a la crisis en sí misma, dará seguramente ocasión de mostrar los múltiples resortes de la raza humana a la hora de encontrar soluciones imaginativas, audaces o simplemente prácticas, como ya se encontraron por la misma Iglesia al ofrecer las misas en el móvil para cumplir con el precepto dominical, o al eliminar el agua bendita en las iglesias y la expresión del deseo de paz entre los fieles. Cosa que no será tan fácil en otros muchos campos, como ocurre en el deporte, donde los calendarios de las competiciones clásicas se hallan en una situación que exigirá romper bastantes moldes.

Y qué decir de las familias, en las que habrá que improvisar soluciones adaptadas a las personalidades de sus componentes e incluso al tamaño de los domicilios. Y habrá peleas por el sitio y por los ruidos y las músicas, pero también alivio para los padres de aquellos jóvenes que ya nos les tendrán en vilo todos los fines de semana. Y aunque no faltarán familias en que se arme la gresca porque no se aguantan, también las habrá que guardarán siempre un buen recuerdo de aquellos días tan raros en que unidas aguantaron la amenaza.

En fin, que las jornadas en que pasó la sombra de un desastre por el mundo no dejarán de ser recordadas por todos y cada uno de nuestros compatriotas como una ocasión de demostrarnos cuán estúpida es nuestra obsesión por no entendernos.

También es de esperar que, pese a tratarse en nuestro caso de un pueblo acostumbrado a la exigencia y la protesta, acabemos dando ejemplo de sensatez y temple haciendo valer lo que nos une y no lo que hoy desgraciadamente nos separa. Porque es en situaciones como éstas cuando mejor podemos demostrar nuestras virtudes si es que existen – lo que no dudo en absoluto – y que si no lucen diariamente tienen ocasión de hacerlo en las penosas circunstancias que nos ofrece ese estúpido virus invisible.

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Tres foramontanos en Valladolid

Con el título Tres foramontanos en Valladolid, nos reunimos tres articulistas que anteriormente habíamos colaborado en prensa, y más recientemente juntos en la vallisoletana, bajo el seudónimo de “Javier Rincón”. Tras las primeras experiencias en este blog, durante más de un año quedamos dos de los tres Foramontanos, por renuncia del tercero, y a finales de 2008 hemos conseguido un sustituto de gran nivel, tanto personal como literario.

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