Un gran español: Andrés Laguna

Por Javier Pardo de Santayana

 

(Retrato de Andrés Laguna)

Ahora, en un mundo ya globalizado,  hasta el menos pintado planea un viaje de novios a Hong Kong o Tailandia, pero no ha sido siempre así. Por ejemplo, mi generación apenas si viajó fuera de España durante su juventud. Y es que habíamos salido de una guerra y estábamos en otra, así que nos contentábamos con permanecer en paz, y Europa parecía distante de nosotros.

En ese sentido quien les escribe sería una excepción, ya que vivió cinco años en Lisboa, pasó cuatro veranos en distintas partes de Francia, y antes de incorporarse a su primer destino de teniente ya conoció Estados Unidos e incluso cruzó el Océano Pacífico para llegar a Honolulu: un sino que le perseguiría el resto de su vida, puesto que su generación luego recibiría nada menos que el mandato de incorporar España a Europa en el camino a un mundo ya globalizado.

Pero no hay que olvidar que en la historia de nuestro continente, – y es más, del mundo – España era un país con vocación universal en su extensión hacia Occidente siguiendo el arco de la Tierra y fundando nada menos que un Imperio que incluía igualmente una parte de la Europa más culta y responsable.

Viene todo esto a cuento de la ignorancia que solemos tener los españoles respecto a aquellos pensadores nuestros que tuvieron influencia y nombre en nuestro propio continente como es el caso de un doctor de nombre Andrés Laguna, cuya figura pude conocer a fondo con ocasión de la preparación de aquella conferencia programada que pronuncié en Segovia en la celebración del Día del Alcázar en el marco de la sala de los Reyes. De aquel encuentro con el doctor Laguna conservo varios libros, como “Andrés Laguna y su tiempo”, “Vida y Obra del Doctor Laguna”,  “Discurso sobre Europa”, o “Andrés Laguna a la luz de su Discurso de Europa (la que a sí mima se atormenta)”.

La mención de un español que llegaría a se famoso en el ambiente intelectual de aquella Centroeuropa del siglo XVI no puede venir mejor a cuento en nuestros días, cuando el sueño de un continente en paz, unido y avanzado, está viviendo un momento decisivo no sólo por la amenaza del coronavirus sino, también y sobre todo, por la defección de los británicos y la puesta en solfa del apoyo y la amistad de Norteamérica.

En efecto, don Andrés Laguna, natural de Segovia, donde nació alrededor del año 1510, fue un hombre de letras interesado por el arte – en lo que se formaría en Salamanca -, médico personal del emperador Carlos I, de Felipe II y del Papa Julio III que tradujo la obra del farmacológico y botánico Dioscórides y, experto en las dos lenguas clásicas y en varias lenguas vivas, vivió temporadas en Francia (París y Metz), Inglaterra, Países Bajos, Alemania, e IItalia (Bolonia). Y de tal talla que llegaría a ser tan habitual en los círculos más ilustrados del ámbito europeo, que convocó a éstos en la ciudad alemana de Colonia para tratar de la penosa situación que se vivía.

Y ciertamente lo hizo con una espectacularidad inusitada. Corrían entonces unos tiempos difíciles, pues, además de la tragedia causada por la amenaza del Imperio Otomano, se estaba produciendo una sangrante división interna como consecuencia de los enfrentamientos religiosos en el seno de la Cristiandad – algo particularmente doloroso – y aquí en España por las insurrecciones  de los comuneros de Castilla. Todo lo cual provocaría el desánimo al ya de por sí preocupante panorama. La visión del Emperador de un continente en paz bajo el pacífico signo de la Cristiandad parecía así desmoronarse provocando un sentido de frustración en el ambiente.

Pues bien, como ya he apuntado, don Andrés Laguna no se pararía en barras y decidiría presentar su intervención como el Discurso de una Europa “que a sí misma se atormenta”, causando, como es lógico, una  expectación considerable. Y no sería para menos, ya que la escenografía no pudo ser más espectacular de lo que fue; tan sólo una persona respaldada por un gran prestigio intelectual podría permitirse el lujo de congregar a sus oyentes utilizando un tétrico montaje de crespones negros y hachones encendidos alrededor una doncella demacrada, macilenta y escuálida tomada como símbolo de Europa.

Por ello ahora, cuando en vez del Imperio Otomano nos amenaza un virus insidioso y se nos reproducen los problemas de división interna con el “Brexit” o con el resurgir de los separatismos y de determinados movimientos ideológicos que se creían ya archivados, no es posible encontrar más significativo antecedente histórico que el que hace unos quinientos años se atrevería a crear  un español ejemplar por su visión intelectual de los problemas europeos: un segoviano de singular cultura llamado Andrés Laguna.

 

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Tres foramontanos en Valladolid

Con el título Tres foramontanos en Valladolid, nos reunimos tres articulistas que anteriormente habíamos colaborado en prensa, y más recientemente juntos en la vallisoletana, bajo el seudónimo de “Javier Rincón”. Tras las primeras experiencias en este blog, durante más de un año quedamos dos de los tres Foramontanos, por renuncia del tercero, y a finales de 2008 hemos conseguido un sustituto de gran nivel, tanto personal como literario.

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