Contra el propio tejado

Por Javier Pardo de Santayana

(Viñeta de Puebla en ABC el pasado día 15)

Se ve que contaban con otra cosa diferente, y cuando ocurrió lo que ocurrió todo su planteamiento se les vino abajo. Andaban enfrascados en las usuales maniobras de laboratorio: que si una mesa de discusión con gente dedicada a ver como se cargan el país, que si movemos los peones y situamos al jefe de los comunistas en el lugar donde se tratan los secretos oficiales; que si cambiamos las leyes para librar de la cárcel a quienes se ciscaron en la constitución, cuando un  sujeto microscópico y de ubicación desconocida les estropeó el plan en plena faena. Claro que la situación resultante de caos y desconcierto – a río revuelto, ganancia de pescadores – también sería aprovechable  para sus pretensiones destructivas.

Mas enseguida se les vería el plumero. Apuntaré solamente algunos comportamientos “llamativos” resultado del clásico reparto de prebendas. Del “yo te cedo un ministro y tú dos directores generales”. Así que acabamos – por poner un ejemplo – con un ministro de Sanidad filósofo, que la cosa es para nota. Así que no es de extrañar la que le ha caído.

Resultado: un desbarajuste de contradicciones llamativas, rectificaciones diarias y desmentidos como norma que cuelan más o menos gracias a la implantación de un estado de alarma establecido oficialmente a partir de una situación de desgobierno que ya existía y que de esta forma adquiría poderes extraordinarios. Poderes que serían aprovechados, por ejemplo, para hacer colar la incorporación de un vicepresidente comunista nada menos que en el Centro de Inteligencia reservado a los secretos oficiales. Y para ampliar el número de  los beneficiados por la nómina hasta tal punto que no cabían ya en la mesa del consejo. Antiguas direcciones generales pasarían a convertirse en ministerios y engendrarían nuevas direcciones generales bien dotadas. Pero por de pronto, en la mesa de reunión del flamante gobierno resultante ya no cabían más asientos. Claro que según dicen algunos, el dinero público no pertenece a nadie.

Pero de lejos lo más noticiable es el acierto de los ministros a la hora de impulsar iniciativas en favor de sus parcelas respectivas. Hay que decir que en eso nuestros líderes actuales han resultado ser unos hachas de categoría. Ahí tienen a las responsables de la agricultura que han dado directrices con la intención de asegurar que nuestra gente de campo, preocupada como estaba por el estado de las cosas, añada a sus motivos el tener que demostrar – agárrense a la brocha – que no se dedica a torturar a quienes acuden a extraer los frutos del sembrado. Así que les ordena demostrarlo incluso con fotografías de las heridas o magulladuras en su caso. Naturalmente, cualquiera puede imaginar la gracia que ha hecho esto a los susodichos, ya de por sí hasta el gorro, el ser tachados poco menos que de tiranos y asesinos potenciales. Y, para mayor abundamiento, vemos cómo el ministro consiguiente, alabado en general por suponérsele una excepción respecto a la inmensa mayor parte de sus numerosos compañeros, calló ostensiblemente dejando a sus administrados y supuestamente colaboradores en una situación de desamparo.

Y qué decir de otro de los agraciados con la concesión de un puesto interesante y bien dotado – en este caso nada menos que el que se ocupa del turismo – que ha desgranado toda una teoría de debilidades y desprecios hacia el gremio que ha puesto a parir a la parcela de la que él es actualmente responsable. Algo perfectamente incomprensible no solo por esta razón tan evidente, sino además por maltratar con su palabra precisamente un sector fundamental para la economía nacional amenazada por la deuda y como fuente de trabajo. Sector que además es un ejemplo mundial de perfección dentro del gremio. Mas no contento con este detalle cariñoso para con quienes dependen de sus directrices y opiniones, sin esperar a lo que se proponían decir los europeos sobre cómo orientar el futuro de la actividad turística en estos momentos de “desescalada”, se adelantó a éstos rebajando con el mayor desprecio el interés de España por este fundamental proveedor de puestos de trabajo y de divisas, y rematando finalmente la faena con la imposición a los posibles turistas extranjeros – desde este momento ya imposibles – de la obligación de enclaustrarse en los hoteles para cumplir la cuarentena. ¡Ole mi niño!

¿Y qué decir de los toros? Aquí también se han lucido los políticos. Claro que el propio vicepresidente, sin duda identificado pero menos con nuestra cultura, también ha arremetido contra uno de nuestros rasgos más definitorios y más clásicos como es la pasión por la Fiesta propiamente dicha; otro de los atractivos por cierto con vistas al turismo. Así que nuestro destino está ahora en manos de gente cuyas más acusadas virtudes son la envidia hacia “los ricos” y el desprecio o el odio hacia “lo propio”.

Pues qué bien, sobre todo como forma de salir vivos de los efectos del coronavirus.

 

 

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Tres foramontanos en Valladolid

Con el título Tres foramontanos en Valladolid, nos reunimos tres articulistas que anteriormente habíamos colaborado en prensa, y más recientemente juntos en la vallisoletana, bajo el seudónimo de “Javier Rincón”. Tras las primeras experiencias en este blog, durante más de un año quedamos dos de los tres Foramontanos, por renuncia del tercero, y a finales de 2008 hemos conseguido un sustituto de gran nivel, tanto personal como literario.

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