España en la Historia. La isla de Los faisanes

Por Francisco Gilet. Introducción de Carlos de Bustamante

 

(Mariana Victoria de Borbón Farnesio)

Continuamos los artículos que publica la Asociación Enraizados en su web https://espanaenlahistoria.org, en su objetivo de propagar uno de sus fines, «Defender la Tradición cristiana de España como fuente de su unidad y solidaridad», provocando un sano orgullo sobre aquellos hechos que jalonan un acontecer incomparable, dando a conocer la prestigiosa realidad que adorna la historia de España y el acervo de valores que ha aportado no solamente a la propia nación sino al mundo entero.

Vamos hoy con otro artículo de Francisco Gilet, que lleva por título “La isla de Los faisanes”, del que es protagonista este pequeño islote, de escasos 3.000 metros cuadrados, ubicado en el río Bidasoa, fronterizo entre Francia y España, el único territorio compartido en su soberanía por ambas naciones, y que no tenía faisanes. Así, fue francés de agosto a enero, y español de febrero a julio, hasta que el 31 de julio de 2018 pasó a integrarse como territorio francés, dejando de ser un condominio entre países. Completamente deshabitado, los episodios que en él han acontecido han tenido trascendencia histórica; su consideración de territorio neutral era perfecta para los encuentros entre las dos monarquías o sus representantes. Así, desde el islote salió en una barcaza hacia Bayona, en 1526, el rey Francisco I, prisionero de Carlos I desde Pavía, al tiempo que llegaban como rehenes los dos hijos del monarca francés. Más adelante, la derrota española en la Guerra de los Treinta Años, en la batalla de las Dunas, en 1658, tuvo la consecuencia de la firma del Tratado de los Pirineos el 7 de julio de 1659, precisamente en la isla de los Faisanes. Todavía la mal llamada isla de los Faisanes seria escenario de otro evento, un intercambio de princesas: Mariana Victoria de Borbón Farnesio, tercera hija del primer monarca español Borbón, Felipe V, fue comprometida por su padre al futuro Luis XV de Francia de solamente once años; y Luisa Isabel de Orleans, hija del regente de Francia, Felipe II de Orleans, quién se casaría con el infante Luis, hijo de Felipe V.  Aprovecha Gilet el protagonismo de la isla para introducirse en estos sucesos de nuestra Historia, como vamos a ver.

«Hecho sumamente curioso en la historia de Francia y España, es la existencia de este pequeño islote de escasos 3.000 m2, ubicado en el rio Bidasoa, fronterizo entre ambas naciones. Conocido como la “isla de los faisanes”, cuando en realidad no existen tales aves en él, ya que, como un símbolo de la paz, sirvió de escenario para que “faiseurs de paix”, o sea, “artífices de paz”, adoptarán y firmaran, sobre ese estrecho islote, acuerdos tendentes y propiciadores de períodos de tranquilidad bélica entre los dos reinos.

Llamativo también era el hecho de ser el único territorio compartido en su soberanía por Francia y España. Así, fue francés de agosto a enero, y español de febrero a julio, hasta que el 31 de julio de 2018 pasó a integrarse como territorio francés, dejando de ser un condominio entre países.

Completamente deshabitado, los episodios que en él han acontecido, en alguna medida,  han tenido su trascendencia histórica. Así en 1526, desde el islote salió en una barcaza hacia Bayona el rey Francisco I, prisionero desde Pavía de Carlos I, al tiempo que llegaban como rehenes los dos hijos del monarca francés. Su consideración de territorio neutral era perfecta para los encuentros entre las dos monarquías o sus representantes.

Así, la Guerra de los Treinta Años, , que inicialmente no era sino un conflicto político religioso entre los príncipes alemanes, dentro del Sacro Imperio Romano Germánico,  partidarios de la reforma o de la contra reforma, con la sucesiva intervención de las diferentes potencias europeos, llegó a convertirse en un conflicto que afectó fatalmente a toda Europa. Entre tales potencias se hallaban Francia y España, en contienda durante diez años. La derrota española en la batalla de las Dunas en 1658 tuvo la consecuencia de la firma del Tratado de los Pirineos el 7 de julio de 1659, precisamente en la isla de los Faisanes. Fueron firmantes,  Luis de Haro, representante de Felipe IV de España, y el cardenal Mazarino, representante de Luis XIV de Francia. La Paz de los Pirineos se completó un año después por el Tratado de Llivia, que entre otros compromisos aceptados por el Rey Sol estaba mantener la vigencia de los Usatges de Barcelona y sus instituciones al norte de los Pirineos, con sede en Perpiñán. Sin embargo,  los Usatges fueron derogados, lo que conllevó la abolición de las instituciones propias en Cataluña septentrional, así como la prohibición del uso del catalán en el ámbito público y oficial so pena de invalidar lo escrito o dicho.

Todavía la mal llamada isla de los Faisanes seria escenario de otro evento; un intercambio de princesas, semejante al convenido entre Luis XIV y Felipe IV en la Paz de los Pirineos, con la boda del monarca francés con la hija del español, Maria Teresa de Austria, matrimonio que fue todo un sufrimiento para la Infanta de España.

Esta segunda permuta tuvo como protagonistas a una niña, Mariana Victoria de Borbón Farnesio, nacida el 31 de marzo en el Real Alcázar de Madrid. Tercera hija del primer monarca español Borbón, Felipe V, siendo su madre la voluptuosa e incombustible Isabel de Farnesio. La pequeña Marianina, como la llamaba cariñosamente su hermano Carlos, tenía cuatro años cuando fue comprometida por su padre al futuro Luis XV de Francia de solamente once años. Mientras del lado francés era Luisa Isabel de Orleans, hija del regente de Francia, Felipe II de Orleans, quién se casaría con el infante Luis, hijo de Felipe V y su primera esposa María Luisa Gabriela de Saboya.

Mariana Victoria llegó a París el 2 de marzo de 1721, entre mucha celebración y se instaló en el Palacio de Louvre. La joven infanta fue apodada “La reina infanta” ya que la pareja no se casaría hasta que Mariana alcanzará una edad más madura. Mariana era popular entre la corte, pero el propio futuro rey evitaba su presencia. Mariana Victoria era  “ la cosa más dulce y bonita, con un considerable ingenio para su edad”, según Isabel Carlota del Palatinado, madre del regente, sin embargo, todavía seguía jugando con muñecas a la espera de tener edad para casarse con su prometido. Este, en febrero de 1723, alcanzó la mayoría de edad y adquirió la condición de monarca de Francia. E influenciado por su amante Madame de Prie, tomó la decisión de devolver a la infanta Mariana, de once años, a a la corte madrileña. Lo cual trajo como consecuencia el retorno a la corte francesa de Luisa Isabel de Orleans, ya viuda de Luis muerto de viruela, por expresa decisión de Isabel de Farnesio. El carácter de la exreina consorte con evidente “trastorno límite de personalidad”, no ayudó en nada a su permanencia en la Corte, dominada por las intrigas de la Farnesio.

Alejada ya la vida de todos esos personajes de la isla de los Faisanes, siguieron sus caminos; Luis XV se casó 1725 con María Leszczynska, princesa de Polonia, mientras que Mariana permaneció en la corte madrileña hasta que sus padres le encontraron un nuevo marido, el Príncipe del Brasil y futuro rey José I de Portugal. Mariana tuvo ocho hijos, de los cuales sobrevivieron cuatro infantas, entre ellas la futura reina Maria I de Portugal, y sobrevivió a su marido, quien falleció en 1777.

Mariana murió en Lisboa el 15 de enero de 1781.”

Bibliografia

Parker, Geoffrey (1988), La Guerra de los Treinta Años.

Sáinz, Luis Ignacio (2006). «La isla de los faisanes: Diego de Velázquez y Felipe IV.

Valladares Ramírez, Rafael (1989). «El Tratado de Paz de los Pirineos: una revisión historiográfica

 

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Con el título Tres foramontanos en Valladolid, nos reunimos tres articulistas que anteriormente habíamos colaborado en prensa, y más recientemente juntos en la vallisoletana, bajo el seudónimo de “Javier Rincón”. Tras las primeras experiencias en este blog, durante más de un año quedamos dos de los tres Foramontanos, por renuncia del tercero, y a finales de 2008 hemos conseguido un sustituto de gran nivel, tanto personal como literario.

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