Marroquíes en Canarias

Por Javier pardo de Santayana

(Inmigración a Canarias) 

Antes eran, sobre todo, los cayucos y pateras, embarcaciones de fortuna que se enfrentaban a una travesía de muy pocos kilómetros; los necesarios para cruzar un brazo de agua cuya consideración de “estrecho” da ya de entrada confianza para lanzarse a la aventura.  En cuanto a los emigrantes que utilizaban estos medios, solía tratarse de gente que venía de lejos: de ”subsaharianos” se decía por no hablar de razas sino de orígenes geográficos. Gente que procedía de países poco estables y civilizados para la cual era cuestión de vida o muerte, y que, como regla común, buscaba mejor vida. Su destino era simplemente Europa, que suponemos mitificada como lugar mejor que su país de origen.

No se trataba entonces de una situación sobrevenida, sino más bien de  carácter permanente que no tenía visos de cambiar a corto o medio plazo. Y no porque en la mayoría de los casos los inmigrantes pertenecieran a países escasos de recursos, sino todo lo contrario. En los años en que tuve la ocasión de conocerlos, China presentó un superprograma que luego vi desarrollar cumplidamente, según el cual bajo una apariencia humanitaria encubría la más que evidente posibilidad de explotación de la riqueza que en materias  primas encerraba, más la colocación, supongo, de muchas familias y de su propia industria a la manera que hoy vemos en España (en el pueblo guadalajareño en que ahora vivo, hay no menos que cuatro establecimientos regentados por familias chinas; dos de ellos de enormes dimensiones).

Me llamaría entonces la atención que los estados europeos no se hubieran dado  cuenta de que la prioridad de sus esfuerzos por contener una inmigración perturbadora y aparentemente desorganizada estaría mejor encaminada mediante la aplicación de una especie de Plan Marshall combinado con una exigencia rigurosa por parte de los países concernidos respecto al empleo de los fondos, pues el problema principal para un eficaz empleo del dinero serían sin duda los propios gobernantes africanos. Un servidor de ustedes podría presentar muchos ejemplos significativos y curiosos del grado de corrupción que allá se estila

Otra cosa bien distinta es, sin embargo, la inmigración actual. En ella todo es diferente: de entrada las embarcaciones suelen ser de más enjundia – no tan improvisadas como en el caso del cruce del Estrecho – probablemente porque deben surcar las aguas de un océano y, sobre todo, recorrer mayor distancia. Mas sobre todo, porque es diferente la realidad de quienes las ocupan. En efecto, ya no se trata de  “subsaharianos” que no tienen donde caerse muertos, sino más bien de ciudadanos marroquíes. Y los marroquíes que ahora nos llegan en bandada no tienen aspecto de pobres desagraciados mal nutridos o perseguidos por mafias o grupos terroristas, tal como solían ser o aparentaban los de los cayucos.

Como tampoco Marruecos, de donde proceden, es un país tan desestructurado y mal organizado como el de quienes cruzaban el Estrecho. Quiero decir con esto que su país de procedencia parece preparado para ejercer su autoridad de forma contundente, así que resulta difícil admitir sin más que en él puedan organizarse planes de navegación partiendo de sus costas sin que se entere a tiempo el responsable de evitarlo. Sobre todo cuando el hecho se viene repitiendo sin que nadie lo pare, y porque desde hace ya bastante tiempo viene movilizando medios y miles de personas que se desplazan, reúnen y organizan.

En cuanto al resultado del empeño, me parece en todo caso peligroso, no sólo por el revuelo que produce la presencia de miles y miles de personas necesitadas de atención diaria, sino, principalmente y sobre todo, por los efectos que aquélla puede producir a largo plazo. Recordemos que Marruecos lleva tiempo osando reclamar aguas cercanas a las amables costas de Canarias, así que permitir que nuestras islas se inunden de ciudadanos marroquíes que puedan establecerse en permanencia no es una cuestión menor con vistas al futuro.

 

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Con el título Tres foramontanos en Valladolid, nos reunimos tres articulistas que anteriormente habíamos colaborado en prensa, y más recientemente juntos en la vallisoletana, bajo el seudónimo de “Javier Rincón”. Tras las primeras experiencias en este blog, durante más de un año quedamos dos de los tres Foramontanos, por renuncia del tercero, y a finales de 2008 hemos conseguido un sustituto de gran nivel, tanto personal como literario.

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