Los lunes, revista de prensa y red

“Piraterías”, de Fernando Sánchez Dragó, “Otegi nos democratiza, Rufián sube impuestos en Madrid y el Supremo pierde las 40 maletas de Delcy. ¡Aleluya!”, de Federico Jiménez Losantos, y “Una iniciativa antipática”, de Carles Casajuana

 

 

(Viñeta de Sansón en El Norte de Castilla el pasado día 3)

PIRATERÍAS

Artículo de Fernando Sánchez Dragó publicado en La Gaceta el pasado día 30 de noviembre

Siempre ha habido piratas malos ‒no como el pirata bueno del célebre poema de José Agustín Goytisolo que fue convertido en canción por Paco Ibáñez‒ y siempre los habrá. Ahora los llaman hackers, más no por ello son menos piratas. Las cosas y los hechos no cambian porque se les cambie el nombre. Eso es lo que hacen en su infinita estulticia los políticos y los grandes o pequeños inquisidores de la corrección política. Las putas, y perdónenme esas amables señoritas por meterlas en danza, putas siguen siendo, aunque las llamemos mozas del partido, daifas, cortesanas y tanguistas, como antes, o chicas de alterne, escorts, poligoneras o trabajadoras sexuales, como ahora. En la época de Franco llamaban “limitaciones expresivas” a la censura, que no por ello dejaba de ser censura. Ahora la llaman Ley de Memoria Histórica. Eufemismos, palabra que no por nada termina en mismo.

En la época de Franco llamaban “limitaciones expresivas” a la censura, que no por ello dejaba de ser censura

Épocas hubo en que el Mediterráneo fue el mar de los piratas. Ya aparecían éstos en el Ulises de Homero, muy superior al de James Joyce, pero fue sobre todo en los siglos de la expansión marítima del futuro yihadismo ‒ ¡ya están aquí, ya están aquí! ‒ cuando el Mare Nostrum se convirtió en el principal tablero de ajedrez de los piratas. Que se lo pregunten a Cervantes o a Góngora… «Amarrado al duro banco / de una galera turquesca / ambas manos en el remo / y ambos ojos en la tierra / un forzado de Dragut / en la playa de Marbella / se quejaba al ronco son / del remo y de la cadena». Aprendí de memoria ese romance del autor de las Soledades en el colegio, pero ya no se enseñan menudencias así y menos aún se enseñarán cuando la ley de asnalfabetización (con ese de asno) de la ministra Celaá pase del Kremlin de la Moncloa a las escuelas.

En el Índico y en los mares de China también menudeaban los piratas, que por lo general eran malayos, Salgari sepa por qué. Pero eso nos pilla muy lejos, a diferencia de los virus, que salvan las distancias los muy tunos a la velocidad de la luz como diablillos que la globalización y los turistas llevan, así que vamos a virar el rumbo para que esta columna no se convierta en resumen de la vuelta al orbe en ochenta días. Phileas Fogg tardaría ahora mucho menos. La pandemia y su pandemónium lo demuestran.

Pongo fin al repaso geográfico de la piratería añadiendo que ésta saltó desde el Mediterráneo al Caribe en los siglos posteriores a Lepanto por mérito de los ingleses y de su Leyenda Negra, y ha vuelto al Mediterráneo en el siglo XXI, aunque ese trasvase empezara en el XX, no por mérito de la que otrora fuese Pérfida Albión y últimamente haya cerrado la puerta en las narices al europeísmo globalista, sino de los golfos apandadores (Mickey dixit) de Bruselas, de su sororidad (de Soros) y subsiguiente fraternidad con la inmigración, y de los concejales budistas, digo, buenistas, que acogen a los chicarrones sin papeles y con móviles de última generación como si fuesen aquel principito egipcio que flotaba a la deriva  en su moisés por las bíblicas aguas del Nilo. Las pateras, los cayucos, las lanchas rápidas de los narcotraficantes del Estrecho, los remolcadores de las mafias de la nueva trata y el amable trato dispensado por las fuerzas de seguridad marítima a quienes navegan, según dicen, en busca de una vida mejor, constituyen e incluso instituyen la Armada al parecer Invencible de la nueva piratería.

La piratería saltó desde el Mediterráneo al Caribe en los siglos posteriores a Lepanto por mérito de los ingleses y de su Leyenda Negra

Ya sé, ya sé, que las Canarias están en el Atlántico africano y no en el americano, pero eso no obsta a que el muelle de Arguineguín sea ahora algo bastante similar a lo que en su día fuese la isla de las Tortugas. Sólo le falta un Salgari que lo cante, pero todo se andará en cuanto el Ayuntamiento del municipio de Morán, digo, de Mogán, cercano a la playa de las Moroñuelas, digo, de las Marañuelas, convoque un premio literario en loor de la nueva piratería financiado por el caquéctico bolsillo de los contribuyentes.

No crea el lector que con tanto chisporroteo de juegos de palabras y crípticas alusiones culturales me olvido de las oenegés con ánimo de lucro que a imagen e imitación de la Open Arms, española pese a su nombre, figuran a la vanguardia de la flotilla en cuestión y la apoyan desde la retaguardia. El Aquarius fue su buque insignia. No sé si está ahora en dique seco o desguazado, pero lasciate ogni speranza. Otros vendrán.

Es más… Tenía yo la intención de dedicar esta columna precisamente a las oesegés u organizaciones sí gubernamentales ‒líbreme Dios de decir que todas lo sean… Alguna excepción habrá‒, pero la pluma, viento en popa a toda vela y cantando yo alegre en la cofa, se me ha ido, como el marinero de Machado y de la versión de Serrat, por esos mares de Dios. Aquí lo dejo, por ahora, como dicen en tertulianés los todólogos audiovisuales, los políticos amuletillados y los periodistas apesebrados. Seguro que, por desgracia, tendré que volver sobre el asunto. Lo que los franceses llaman La Gran Sustitución no ha hecho más que empezar.

Lo que los franceses llaman La Gran Sustitución no ha hecho más que empezar

Un apunte todavía… Esta columna aparece en La Gaceta de la Iberosfera, y eso no es casual, sino causal, por más que en su texto se cargue la suerte sobre otros ámbitos cartográficos. La nueva piratería no se ha ido del Caribe. Allí y en sus aledaños sigue. ¿Acaso no son o fueron piratas de la más infame catadura iberosférica Fidel Castro y su progenie, el Che, Chávez, Daniel Ortega, Maduro, Evo, Lula da Silva, los Kirchner y tantos otros? La sombra del Grupo de Puebla y del Foro de Sao Paulo es tan alargada como la zarpa de Soros. Confiemos en que algún día se desvanezca, pero eso es pensar como querer y no nos servirá de mucho. Más vale que los pueblos amenazados por la nueva piratería recuperen el instinto de conservación, levanten su voz, arrimen el hombro y escuchen los dictados del sentido común cuando estén delante de las urnas con miras a evitar que éstas se tornen funerarias. Háganlo al menos en defensa propia, si no son capaces de hacerlo por obvia filantropía. Los piratas buenos sólo existen en la literatura.

Artículo en: https://gaceta.es/opinion/piraterias-20201130-1052/

OTEGI NOS DEMOCRATIZA, RUFIÁN SUBE IMPUESTOS EN MADRID Y EL SUPREMO PIERDE LAS 40 MALETAS DE DELCY. ¡ALELUYA!

Artículo de Federico Jiménez Losantos publicado en Libertad Digital el pasado día 29 de noviembre

La ETA dice que nos va a democratizar, Rufián sube los impuestos en Madrid y el Tribunal Supremo dice que Ábalos no cometió delito alguno. Pero la Oposición espera tranquilamente a ganar las elecciones. Va tan rápida la destrucción del sistema constitucional en España, que las afrentas a la nación, los delitos del Gobierno contra el Estado y las prevaricaciones judiciales se suceden a diario, por horas, casi por minutos. En una semana hemos oído al pistolero etarra llamado «El Gordo», que Zapatero y el reinventado Rubalcaba convirtieron en «hombre de paz», en una alocución emitida en directo simultáneamente por la primera cadena de la televisión pública y por La Sexta, la de más audiencia entre las privadas, para anunciar su condición de socio de presente y de futuro en el Gobierno de Iglesias, presidido por Sánchezpara «democratizar» el Estado Español. A cambio, Marlasca sigue acercando a casa a los más sanguinarios etarras. Todo el Gobierno, sin excepción audible o escrita, han saludado la entrada del partido de la ETA (al que le dan el pésame si un etarra se suicida) en lo que Iglesias ha llamado, con absoluta precisión, «la dirección del Estado«.

ETA y ERC en la «dirección del Estado»

En un formidable artículo en El Mundo, Javier Redondo recurría a su experiencia en eso que Rita Maestre -para halagar en La Tuerka a su entonces jefe, el lujurioso Iglesias- llamaba «el soviet de la Complu«:

«Todo el que conoce las entrañas del islote naranja, pastoso y gris del campus de Somosaguas sabe dos cosas: que Iglesias sólo necesita ganar una vez -gracias a Sánchez ni siquiera ganar- y que el núcleo fundador que se zampó a IU representa lo mismo que Bildu en clave nacional.”. Y el resultado de esa operación a tres bandas ETA-Podemos-PSOE sería que “Otegi es hoy el primer barón de Iglesias, líder del Bildu nacional y vicepresidente curtido en la agitación y violencia callejera”. 

Los dos partidos comunistas, la ETA y Podemos -o Frapemos-, se refuerzan mutuamente. Y con ellos, ERC, partido que recoge la herencia terrorista de Terra Lliure y el golpismo de la izquierda separatista catalana. Esas tres fuerzas, más la CUP y otros movimientos igualmente comunistas son los que completan la mayoría de gobierno que preside Sánchez, pero cuya política, como demuestran todos los días, dirigen realmente ellos.

Esto es lo que no entienden los partidos ni los medios que se situaban «a la derecha de la izquierda» y ahora «en el centro, entre Podemos y Vox»: Sánchez no puede hacer lo que quiera con sus aliados porque la fuerza de ellos es estar juntos frente a cualquier cambio de alianzas. Nunca hubiera podido pactar con Ciudadanos -si hubiera querido- porque le habrían hecho caer comunistas y separatistas, obligándole a convocar elecciones. Que, en principio, según las encuestas, podrían repetir la situación actual… o no. Y no va a correr el riesgo de convocar elecciones para mejorar su posición en esa alianza porque ya lo hizo y le salió el tiro por la culata. No lo repetirá.

Los tres partidos de oposición, PP, Vox y Ciudadanos, parecen ver las cosas del mismo modo: Sánchez terminará la legislatura. Hay, pues, se dice el PP, que esperar que el desgaste de gobernar y el desastre económico facilite una alternativa tan cómoda como la de Rajoy en 2011 tras la crisis financiera, que le permitió heredar a Zapatero sin hacer apenas oposición. Mientras, hay que tratar de eliminar uno de los tres partidos de derechas que permiten la dispersión del voto y el triunfo de Sánchez y sus aliados.

Si sólo hay dos, piensa la lechera de Génova, el segundo tendrá que pactar con el primero, que será el PP, así que absorberemos a Ciudadanos, que es el eslabón más débil. Cuanto más exageremos la distancia con Vox, más votos de Inés llegarán, si para entonces no se ha pasado ya la propia Inés. Tras el previsible batacazo catalán, será el momento de hacerles una opa amistosa y, si la rechazan, hostil. ¿Vox? Lo hemos echado a palos del juego de alianzas. Si ganamos en las urnas, gobernamos con el PSOE y los nacionalistas, que pactarán con nosotros con tal de que no gobierne Vox.

La ceguera ante la revolución

El problema del análisis del PP es que parte de una base equivocada: que padecemos un gobierno de izquierda, no un proceso revolucionario. O de que existe un proceso revolucionario, pero que, al pertenecer España a la UE, no podrá desbordar los límites de un gobierno de izquierda. O sea, que la Oposición a Sánchez la harán los Pirineos y las instituciones europeas. El caso es esperar. Atizarle todos los días a Vox para que se nos vea dentro de una continuidad aceptable para el PSOE y el nacionalismo moderado. Tres años pasan rápido; la crisis económica y el miedo a Podemos nos llevarán en andas a la Moncloa. Y en el Gobierno, se hará lo que se pueda. Y punto.

El pequeño detalle que los inteligentísimos estrategas de Génova 13 pasan por alto es que Otegi, Iglesias y Junqueras no dirigen o encarnan partidos políticos sino movimientos revolucionarios que buscan derribar juntos el régimen constitucional. Y que no van a esperar la alternancia pacífica de 2023 si pueden dar el tajo antes de llegar a las urnas, o en ellas, sometiendo el derecho de autodeterminación de Cataluña y País Vasco a un referéndum que Madrid llamará consultivo y Bilbao y Barcelona, ejecutivo. Lo pueden hacer coincidir con las elecciones generales y ya se encargarán los expertos podemitas y sociatas de que salga lo que tenga que salir.

Iceta dijo tras fracasar el Golpe de 2017 que hacían falta diez años para cambiar la terca opinión de los españoles sobre la independencia de Cataluña. Llevamos tres; con los tres de legislatura, seis. Para qué, se dirá el vicepresidente de la Generalidad, llegar a diez, si se van a enfadar tanto Iglesias, Otegi y Junqueras. Cortamos y ya. Total, enfrente no hay nadie y siempre podemos ofrecer que se alargue el plazo y les damos más tiempo. Lo que la gente no quiere es líos. Y con nosotros, el lío está bajo control.

Pero tras el humillante episodio de Rufián imponiendo al Gobierno, obediente a sus deseos, la subida de impuestos a la Comunidad de Madrid, ¿no creerá Casado que Iglesias, Junqueras, Sánchez y Otegi se asegurarán de la limpieza de las elecciones y de los plebiscitos, si los hay, en 2023? ¿No pensará que, como él está en proceso de aove presidencial, acreditados enemigos de la Nación y la Libertad como ellos respetarán su cuarentena ideológica o dormición electoral, y entregarán el Poder como Rajoy, entre copas y lloros, sin alertas antifascistas o embutiendo votos en las urnas?

Por supuesto que no. Ni la ETA ni el golpismo catalán, ni Podemos y sus padrinos venezolanos, duchos en robar elecciones (véase Capriles), van a permitir la derrota de ‘su’ revolución por unos cuantos votos. No bastarán observadores internacionales ni nacionales. Aún no se sabe qué ha pasado en las elecciones norteamericanas ni qué pasó el 11-M, salvo que iniciamos, bajo la pachorra del PP, el camino que nos ha traído hasta aquí. La ilusión de que dentro de tres años podrá haber elecciones con las garantías y la paz civil que requiere una democracia es una forma de ceguera o de cobardía; de cobarde ceguera o de ciega cobardía, del más miserable de los oprobios.

El Supremo pierde cuarenta maletas de decoro 

Al final, no serán la covid19, ni la economía, ni la Unión Europea las que decidan la suerte de esta vieja nación y su antiquísimo Estado. Son las togas que debían defenderlo las que están liquidando el imperio de la Ley. Desde la infame sentencia prácticamente absolutoria de la Sala de lo Penal del Supremo en favor de los golpistas que se rebelaron contra el orden constitucional en Cataluña y la sentencia, de otra sala del mismo tribunal, la de lo ‘Tendencioso-Administrativo’, ordenando la urgencia de asaltar la tumba de Franco y de privar de derechos civiles a su familia, para halagar los bajos instintos de los politicastros que pueden ascenderlos y colocarlos, no se veía un caso tan bochornoso de politización como el de otra sala del Supremo absolviendo de cualquier delito al ministro Ábalos por recibir y agasajar a una delincuente internacional en búsqueda y captura por delitos tan graves como ser una de las cabecillas del narcotráfico en Venezuela y atentar gravísimamente contra los derechos humanos.

Antes, un juez de los de ahora, del género interpretativo, llegó en una sentencia cariñosa a la peregrina conclusión de que presentarse en Barajas con cuarenta maletas de oro, cocaína y dinero no era pisar suelo español, porque ni el cielo ni el suelo enmoquetado de la sala VIP en que pernoctó Delcy Rodríguez junto al ministro de Fomento, enviado por el presidente del Gobierno y aleccionado por el ministro del Interior, no es territorio español. O sea, que Ábalos abandonó España y se adentró en Babia sin ninguna necesidad. Y Sánchez y Marlaska le gastaron una broma pesada.

El Supremo corrigió al juez Serrano-Arnal, por no decir que lo humilló, recordando que el espacio aéreo de España es territorio español, y que «suelo y vuelo», según fórmula bruñida por años de jurisprudencia, lo acreditan sobradamente. Pero después incurrió en una ridiculez aún mayor, diciendo que Ábalos no cometió delito sino una especie de incorrección política que sólo políticamente debe juzgarse. Y que Ábalos es inocente. Es sorprendente que una denuncia por un hecho sólo político se haya admitido en un juzgado, y que de hecho se juzgue al corregir otra sentencia, pero que, a la vez, el Supremo se niegue a sí mismo la capacidad de juzgarlo. Si no supiéramos que los jueces españoles son los únicos del mundo inmunes al soborno por el narcotráfico, pensaríamos que de las cuarenta maletas que Delcy Rodríguez dejó en España, unas cuantas acabaron en los juzgados.

Porque dejar cuarenta maletas, recipiente habitual del narcorrégimen de Caracas para guardar oro, piedras preciosas, cocaína o divisas, en pleno Madrid, gracias a que el ministro favoreció que no pasaran por la aduana, es un alijo de tal envergadura, de tan enorme entidad delictiva, que sólo en un estado de enajenación gubernamental -ya he citado algunos casos muy similares y recientes- puede entenderse semejante olvido en la sentencia.

Balance de una semana de atropellos  

No sólo que la número 2 de Maduro sea una acreditada narcotraficante y genocida, de ahí que internacionalmente la busquen la Interpol, el FBI, la DEA y cualquier policía de cualquier Estado decente para apresarla. Es que el propio presidente del Gobierno en una de sus muchas explicaciones que desmentían explicaciones anteriores -sólo Ábalos dio entre cinco y once versiones, según los distintos medios – justificó la irregularidad legal que había cometido para evitar una «crisis diplomática». ¿Cómo iba a haber «crisis diplomática» si todo quedaba sujeto a la interpretación política? ¿Y cómo la donosa salida jurídica del Supremo no se ocurrió a nadie? Es más: ¿cómo es posible que nadie la crea y todos la critiquen por lo bajo?

Yo creo que, después de lo de la ensoñación del Golpe en Cataluña, del asalto a la tumba de Franco y el vilipendio judicial a su familia, de la reincorporación del golpista Trapero a su puesto tras amable sentencia de la Audiencia Nacional, mientras «el viejo guardiacivil», como llama Iglesias a Pérez de los Cobos, ha sido destituido por defender la Ley contra el Golpe, la sentencia que absuelve a Ábalos del delito por el que el propio Gobierno se disculpó, reputándolo imposible, llueve sobre mojado y encharcado. El problema, la prueba del crimen de lesa legalidad, son esas cuarenta maletas por cuyo contenido y destino ni siquiera se pregunta el Tribunal Supremo.

La ETA dice que nos va a democratizar, Rufián sube los impuestos en Madrid y el Tribunal Supremo dice que Ábalos no cometió delito alguno al agasajar y proteger a una delincuente internacional en vez de detenerla, como mandan los convenios internacionales firmados por España. Pero la Oposición espera tranquilamente a ganar las elecciones dentro de tres años. La verdad es que ya no sabe uno si echarse a reír o echarse a llorar.

Artículo en: https://www.libertaddigital.com/opinion/federico-jimenez-losantos/otegi-nos-democratiza-rufian-sube-impuestos-en-madrid-y-el-supremo-pierde-las-40-maletas-de-delcy-aleluya-6685259/

UNA INICIATIVA ANTIPÁTICA

Artículo de Carles Casajuana publicado en La Vanguardia el pasado día 30 de noviembre

Estoy muy satisfecho de que se haya llegado a un acuerdo para aprobar los presupuestos generales del Estado, de que Esquerra Republicana de Catalunya lo apoye y de que el acuerdo incluya tratar de poner fin a las condiciones que permiten a Madrid absorber recursos del resto de España. Son tres hechos que, por separado, me parecen muy positivos. Pero no me gusta que se diga que subir los impuestos en la Comunidad de Madrid ha sido la condición de ERC para apoyar los presupuestos.

Es paradójico que ERC defienda la armonización fiscal. ¿No ha estado siempre a favor de la máxima autonomía de las comunidades autónomas? ¿No se opone a los proyectos de recentralización que circulan por los mentideros de la capital? Con esta iniciativa, puede parecer que ERC solo juega a la descentralización cuando le conviene a Catalunya, pero que cuando le conviene a Madrid no tiene inconveniente en sumarse a las fuerzas recentralizadoras.

Solo falta ahora que los catalanes aparezcamos como los defensores de una subida de impuestos en Madrid

No me convence que uno de los cambios acordados afecte al impuesto sobre el patrimonio, un impuesto que no existe prácticamente en ningún lugar de Europa y que creo que convendría suprimir en toda España. Está muy bien que los que más ganan paguen más. Es lo que hay que conseguir, en Madrid y en todas partes. No sé si la mejor manera es subir el IRPF o el IVA. Pero es necesario si queremos man­tener la cohesión social y conservar el Estado de bienestar. También me parece bien que los que tienen más propiedades paguen más IBI, que es el impuesto que grava los bienes inmuebles.

Pero el impuesto sobre el patrimonio, según los expertos, no es el más apropiado para redistribuir rentas. Zapatero lo suprimió. El impuesto sobre el patrimonio acaba penalizando a los que, en vez de gastarse lo que ganan, ahorran y constituyen un patrimonio, porque los que ganan dinero y se lo funden solo pagan una vez, cuando lo ganan, mientras que los que ahorran tienen que pagar luego cada año el impuesto sobre el patrimonio. Lo explica muy bien Jesús Santidrián en El Liberal.cat (https://www.elliberal.cat/2020/11/27/analisis-madrid-parai so- fiscal-o-cataluna-infierno-fiscal/).

Pero, por encima de todo, no me gusta que ERC aparezca como la fuerza política decisiva para aprobar unas medidas que casi todas las comunidades autónomas reclaman y que el Gobierno central estudia desde hace tiempo. Estas medidas tendrán un coste político, porque a los madrileños les fastidiará que les suban los impuestos. Con la actitud de ERC de apuntarse el tanto por motivos de política interna catalana, para poder decir que ha marcado un gol en este Barça-Madrid inacabable que muchos creen que es la política española, el coste político lo pagará Catalunya.

Lo pagará en dos tiempos: ahora nos pondrán la etiqueta de envidiosos. Dirán que exigimos que los madrileños paguen un impuesto que no necesitan porque nosotros sí lo necesitamos, y que lo necesitamos porque nos pulimos el dinero en embajadas, en una televisión autonómica sobredimen­sionada, etcétera. Lo de siempre, vaya. Y más adelante lo pagaremos en términos de una recentralización territorial que habremos propiciado sin proponérnoslo con nuestra astucia de impulsar la armonización fiscal.

Ya sé que la medida acordada no tendrá efectos inmediatos. Se creará un comité que estudiará el asunto y luego ya veremos. Pero sí tendrá efectos políticos, y ya nos podemos imaginar la popularidad que nos dará a los catalanes. A la presidenta madrileña le faltarán dedos para señalarnos como cul­pables.

Puede parecer mentira, pero en Madrid hay mucha gente convencida de que en Catalunya abundan las tiendas en las que, si hablas en castellano, no te atienden, gente que cree que el castellano está en peligro de desaparecer. Oyen lo que dicen los políticos, leen que ERC ha enmendado la ley de Educación para que el castellano deje de ser una lengua vehicular en la enseñanza y ya no quieren saber nada más. ¿Cómo no va a desaparecer el castellano, si no lo enseñan en la escuela? Intentar convencerles de que no, de que en Catalunya, hoy, se habla más castellano que catalán, es inútil. El mismo mecanismo emocional que se nos dispara a nosotros cuando un ministro habla de españolizar a los niños catalanes, se les dispara a ellos oyendo esto. Solo falta ahora que los catalanes aparezcamos como los defensores de una subida de impuestos en Madrid. Primero les acusamos de ladrones con lo de que España nos roba y ahora les tocamos el bolsillo.

No quiero que nadie me malinterprete. Es injusto que en Catalunya se pague el impuesto sobre el patrimonio y en Madrid no, y que esto provoque que personas con grandes fortunas trasladen su residencia a la capital para pagar menos impuestos. Conviene poner fin a las peculiaridades del modelo económico madrileño, que absorbe recursos de todo el Estado. Sin duda. Pero no veo muy claro que se tenga que hacer por la vía de la armonización fiscal. Hay otras posibilidades; por ejemplo, una reforma de la financiación autonómica que tenga en cuenta las rentas de la capitalidad, que son las que permiten que la Comunidad de Madrid no necesite recurrir al impuesto sobre el patrimonio y casi nada a sucesiones; o promover una distribución más equitativa y racional de las inversiones en infraestructuras, sin tanto peso en la estructura radial.

El impuesto sobre el patrimonio está transferido, igual que el de sucesiones. Subirlos o bajarlos en Madrid corresponde a los madrileños, no a los ciudadanos de las otras comunidades. Y, sobre todo, no nos corresponde a los catalanes. Cada medalla que los políticos cata­lanes se apunten por ello será un bumerán que se volverá contra nosotros. Con iniciativas como esta se hacen pocos amigos.

Artículo en: https://www.lavanguardia.com/opinion/20201130/49797106495/una-iniciativa-antipatica.html

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Tres foramontanos en Valladolid

Con el título Tres foramontanos en Valladolid, nos reunimos tres articulistas que anteriormente habíamos colaborado en prensa, y más recientemente juntos en la vallisoletana, bajo el seudónimo de “Javier Rincón”. Tras las primeras experiencias en este blog, durante más de un año quedamos dos de los tres Foramontanos, por renuncia del tercero, y a finales de 2008 hemos conseguido un sustituto de gran nivel, tanto personal como literario.

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