Monseñor Reig Pla

Por Carlos de Bustamante

(Cristo de los Trabajos, talla de Gregorio Fernández en Laguna de Duero)

Que nadie espere que entre al trapo´ en discusiones estériles en contra de lo que dijeron o dejaron de decir a Monseñor  Reig Pla los odiadores de turno. Simplemente haré constar el arrojo y valentía del obispo ante errores y horrores principalmente antropológicos de los que se rasgan las vestiduras. Con sus palabras que no son sino  verdades como puños, monseñor ha puesto en solfa lo que la mayoría de españoles piensan y no tienen voz ante una más que evidente “cultura…  de la muerte”.  Con una cortesía proverbial   don Reig Pla inicia sus alegaciones con un epitafio que no parecen haber entendido los acusadores:

“Con todo respeto y aprecio en el Señor a las personas, debo hacer algunas consideraciones respecto a ciertas leyes y hechos.”

Por si alguno de mis amigos y probables únicos lectores   no han leído el escrito de referencia, intentaré extractar lo más destacable de la carta que no tiene desperdicio. Fiel a lo dicho, os ruego, mis amigos que seáis vosotros quienes saquéis luego las conclusiones de rechazo o apoyo. Vamos con el escrito de don Juan Antonio Reig Pla, Obispo Complutense

“Con la aprobación de leyes que permiten destruir la vida por nacer, tanto en el seno materno como en los laboratorios, y ahora con la aprobación de la Ley de la eutanasia las fuerzas laicistas unidas a las fuerzas políticas partidarias de la relativización cultural, moral y religiosa de nuestro pueblo, han conseguido convertir a España en un “campo de exterminio”.

Además de otras propuestas leyes permisivas anunciadas por distintos ministerios, la puntilla final a la libertad de conciencia y a la dignidad de toda vida humana, la han puesto con la nueva ley de educación (2020) y la ley de la eutanasia (2021).

Con ello las fuerzas globalistas, los lobbies financieros, sus terminales eutanásicas y el laicismo militante pueden darse por vencedores ante un pueblo anestesiado por los medios de comunicación, la fuerte ingeniería social desarrollada con la perversión del lenguaje, un Tribunal constitucional atrapado por el positivismo jurídico y que deja en desamparo lo que naturalmente constituye lo “específicamente humano”: la dignidad y el carácter sagrado de la vida, la diferenciación varón -mujer como riqueza de patrimonio de la humanidad, el bien del matrimonio abierto a la vida y la función social de la familia como pilares que sostienen una sociedad estable y con un horizonte de fraternidad. Con esta ley se consuma el proceso de transformación de la “ley natural” y de los llamados “derechos humanos”, en derechos subjetivos, según los propios deseos de cada uno. Ya no quedan los bienes indisponibles. Lo que viene después son las leyes que propicien el “transhumanismo”.

Hay que repetirlo una vez más. No existe el derecho a la muerte. La eutanasia acaba con todos los derechos. La vida humana es siempre un don que nos precede y que merece ser cuidado personal, familiar y socialmente desde la perspectiva del bien común hasta la muerte natural.  De manera particular le corresponde al Estado garantizar este cuidado y protección. No hacerlo lo convierte en un Estado que no cumple su misión y queda ilegitimado en el ejercicio de este poder.

No contentos con estas leyes, han provocado desde las instancias del poder un debilitamiento moral de nuestro pueblo, especialmente entre los niños, adolescentes y jóvenes con una educación sexual al margen del amor y de la capacidad de autogobierno para el bien personal y la relación con las demás personas. Se trata de la destrucción de la libertad en nombre de una libertad sin más contenido que ella misma. Una libertad perversa fuente de numerosos sufrimientos humanos: la destrucción de la vida humana, rupturas familiares, abandono de los niños, desorientación en el sentido de la vida e incluso aumento de la soledad, enfermedades psíquicas y suicidios.

El camino es conocido: manipular el lenguaje, debilitar a la familia como educadora de sus hijos, cambiar las costumbres con ingeniería social y crear una nueva opinión de masas propiciada por la invasión masiva de los medios de comunicación social que han conseguido atravesar el alma y la mente de muchos españoles.

Para todo ello era necesario un punto de partida perseguido desde el principio: favorecer la secularización de la sociedad española para prescindir de Dios y de la tradición católica que sustenta una antropología adecuada que responde a los bienes y a los fines de la persona humana, la familia, la religión y la sociedad. Por eso prescindir de la tradición católica y debilitar la cultura y las leyes que la puedan sustentar, propicia un multiculturalismo de corte nihilista que acaba siendo un despropósito que deja sin defensas a nuestra sociedad española. Lo que está en juego es el bien de las personas y el bien de nuestro pueblo. Es necesario movilizar las conciencias de los católicos y de los hombres de buena voluntad para lograr una gran estrategia a favor de la vida humana. Lo que está enfrente, como decía San Juan Pablo II, es una auténtica “estructura de pecado …  una conjura contra la vida … una guerra de los poderosos contra los débiles”.   Resulta una ironía amarga que en este tiempo de “pandemia”, en vez de cuidar exquisitamente de las necesidades sanitarias y laborales, desde el gobierno de la nación se produzca este asalto a la dignidad de la vida humana y se sea indiferente ante el sufrimiento de tantas personas que reclaman cuidado y protección.

Aunque lo desconozcan los no creyentes, España necesita a Cristo…

Por eso estamos llamados a la esperanza…”.

 

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Tres foramontanos en Valladolid

Con el título Tres foramontanos en Valladolid, nos reunimos tres articulistas que anteriormente habíamos colaborado en prensa, y más recientemente juntos en la vallisoletana, bajo el seudónimo de “Javier Rincón”. Tras las primeras experiencias en este blog, durante más de un año quedamos dos de los tres Foramontanos, por renuncia del tercero, y a finales de 2008 hemos conseguido un sustituto de gran nivel, tanto personal como literario.

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