Memoria histórica. Batalla de Gravelinas. 2

Por Carlos de Bustamante

(Sitio de Gravelinas, 1652, pintura de Pieter Snayers)

A poca atención que presten mis amigos a estas grandes batallas `contra el francés´, habrá podido observar cómo a veces los títulos de las vicisitudes en ellas, se repiten, como se repiten los mandos y modo de ejercerlo en el transcurso del combate.  También a veces similares   errores.  No hay otro motivo más que el encono entre los países en litigio; el que no cesó de una guerra   a otra. De una batalla a otra.  Principalmente, -y como ahora- de los vencidos. Lo que en la vez anterior fue eficaz, los mismos capitanes (ya denominados generales) lo volvieron a repetir -aún en circunstancias diferentes- en la siguiente.  Y también los errores. Fernando Martínez Laínez nos lo expone con claridad meridiana en éste o siguientes artículos.

LA INICIATIVA DE EGMONT

El 13 de julio de 1558, Egmont contemplaba el campo de batalla y calibraba el escenario. Aunque no tenía instrucciones expresas de entablar combate, sabía que se presentaba una buena ocasión de batir a los franceses y cruzó el río Aa con la caballería por el vado de Saint Omer, con intención de cortar la retirada de Thermes y obligarle a presentar batalla. Entretanto, los franceses también habían vadeado el río un poco más al norte, con el fin de encaminarse a Calais bordeando las dunas de la costa. Pero se vieron frustrados cuando los exploradores informaron de que la caballería de Egmont se les había adelantado y bloqueaba la ruta. El ejército francés, entonces, se reagrupó y esperó el ataque. El conde de Egmont valoró justamente la situación. Era un buen general y sabía que para ganar la batalla necesitaba lanzar un ataque muy rápido que desconcertase al enemigo y evitase que el fuego de los cañones y arcabuces diezmara el avance frontal de su infantería. La velocidad y el choque debían primar sobre el fuego. Su plan se basaba en dar a la caballería el papel decisivo: cargar resueltamente y sortear los cañones y arcabuces enemigos. Luego, la infantería hispano-valona-alemana, que componía el grueso de su ejército, debería seguir a los caballos y chocar con el grueso de la infantería de Thermes. El jefe flamenco colocó a sus tropas formando una línea convexa, dejando en el centro a los tercios españoles, con la infantería alemana y valona, y a los hombres de armas y la caballería ligera en los flancos. Delante situó a la caballería, repartida en tres cuerpos: el derecho, con dos escuadrones alemanes de herreruelos que mandaba el conde de Pontevany; el del centro, con hombres de armas flamencos y caballería ligera a las órdenes del conde Lalaing; y el izquierdo, cercano a la playa, con dos escuadrones de caballería ligera al mando de Enrique Enríquez. En cuanto a la infantería del bando hispano, se desplegó detrás de la caballería en tres enormes cuadros compactos cuyo mando ostentaba el señor de Beugnicourt, segundo de Egmont. En el flanco izquierdo había un regimiento alemán de 3.000 hombres; en el centro, otros 4.500 lansquenetes, y en la derecha, la infantería española y valona que mandaba Carvajal. En la reserva, 300 jinetes y 2.000 hombres de a pie, entre milicias locales y voluntarios. Como en otras ocasiones, los soldados españoles eran pocos, pero ocupaban un punto decisivo del despliegue: el flanco derecho, por el que la caballería francesa podía intentar rebasar el dispositivo hispano-flamenco y terminar envolviendo a todo el ejército. En ese caso, la derrota era segura. Por sus exploradores, los franceses sabían que los del bando español marchaban sin artillería y sin bagajes, por lo que suponían que no podrían mantener ningún combate campal de envergadura. Pero no todo eran buenas noticias en el bando francés. Thermes estaba enfermo de gota y la moral combatiente de sus tropas no era muy alta, por hallarse en territorio enemigo y prácticamente rodeados. Su mayor deseo era poder llegar a Calais.

EL EMPUJE FRANCÉS

La batalla se inició con un cañoneo de la artillería francesa, antes de que el bando español se hubiera desplegado totalmente. Bajo el fuego, el conde de Egmont, al frente de la caballería, arengó a sus hombres y enseguida acometió frontalmente. Tras un choque confuso, la tropa montada de Egmont retrocedió sin perder el contacto con la fuerza enemiga. La caballería ligera flamenca había descargado sus armas sobre los lanceros franceses, pero la caballería pesada, los hombres de armas, había sufrido duramente los disparos de los cañones y arcabuces franceses y tuvo muchas bajas antes de chocar con el enemigo. Los caballeros flamencos llevaban la peor parte y Egmont ordenó replegarse. Como relata el historiador A. R. Esteban Rivas: Lentamente, la línea española se retira; los jinetes de los flancos, ante la retirada del centro hispano, vuelven también sus monturas […]. Los franceses se envalentonan y atacan con más denuedo; los jinetes flamencos y españoles vuelven grupas perseguidos por la caballería francesa. Trabados con los de Egmont, los jinetes de Thermes se desentendieron de la infantería que formaba el centro del bando español, y también sobrepasaban a su artillería, que debía interrumpir el fuego. El mando de la caballería francesa cometió entonces un grave error. Se lanzó a perseguir a los jinetes hispanoflamencos, dejando un espacio libre entre la caballería y la infantería, con lo que se desarticularon las líneas francesas. Thermes se dio cuenta y ordenó un ataque general de la infantería para corregir el fallo.

importante que desmoralizó al enemigo, ya que en esos carros los soldados franceses guardaban todas sus pertenencias y el preciado botín. Como observa A. R. Esteban Cabrera: Perder banderas y bagajes significaba la mayor de las deshonras. Es por ello que en la defensa de los carromatos no se regateaban esfuerzos y no se dejaba su guarda a inexpertos y noveles, sino a hombres duros y veteranos de absoluta entereza y lealtad. Por el espacio abierto entre el campamento y la infantería francesa empeñada en la lucha penetraron por sorpresa los arcabuceros españoles disparando con su habitual eficacia y causando muchas bajas a las retaguardias de la caballería y a la de los piqueros galos. Las mangas de arcabuceros, que se habían movido sigilosamente, atravesaron la línea de carromatos que cerraba el ala izquierda francesa y sus disparos sembraron el desorden en el campamento de Thermes. Por esa brecha en el ala izquierda del ejército francés penetraron más infantes españoles y valones, con lo que la lucha se generalizó. Egmont aprovechó entonces para lanzar sus escuadrones de caballería, ya recuperados del primer choque, por el espacio vacío mencionado, y cargó fulminantemente contra el centro enemigo. Como dice Almirante, «fue un encuentro rápido, instantáneo, como deben ser los de caballería cuando los manda un general valiente. Una carga de pretal (petral: cuerpo a cuerpo) fulminante como el rayo».

CONTRIBUYE CON PERIODISTA DIGITAL

QUEREMOS SEGUIR SIENDO UN MEDIO DE COMUNICACIÓN LIBRE

Buscamos personas comprometidas que nos apoyen

COLABORA

Tres foramontanos en Valladolid

Con el título Tres foramontanos en Valladolid, nos reunimos tres articulistas que anteriormente habíamos colaborado en prensa, y más recientemente juntos en la vallisoletana, bajo el seudónimo de “Javier Rincón”. Tras las primeras experiencias en este blog, durante más de un año quedamos dos de los tres Foramontanos, por renuncia del tercero, y a finales de 2008 hemos conseguido un sustituto de gran nivel, tanto personal como literario.

Lo más leído