Ataque a Amberes (1584). 1

Por Carlos de Bustamante

(Alejandro Farnesio, gobernador de los Países Bajos españoles. Retrato de Otto van Veen)

Ni en el presente artículo ni en los anteriores se trata de  juicio crítico exhaustivo sobre la licitud o no, de la guerra entre naciones. Repetiré una vez más, que es un recordatorio para los desmemoriados   de que la nación en que viven -y ¡cómo viven! – es a costa de heroísmos que hicieron a España la gran nación que, con su desgobierno, llevan camino de desunir.  La que todos a una fue madre del más grande imperio que conocieron los siglos.

Fernando Martínez Laínez continúa narrando con todo detalle esta nueva contienda -AMBERES- heroica y ejemplar en la larga guerra en los Países Bajos.

«Lo que defiende a las plazas fuertes no son las murallas, sino la gente de guerra, y por muy fuertes que fueran los muros, si no tienen la gente suficiente, son inútiles».

(Carta del duque de Alba a don juan de Austria)

En 1584, siendo el príncipe de Parma, Alejandro Farnesio, gobernador y capitán general de los Países Bajos, tuvo lugar este asedio memorable que Alejandro emprendió contra el dictamen de su consejo de guerra y se saldó con uno de los mayores triunfos que los españoles obtuvieron en la prolongada guerra de Flandes. La ciudad, en la desembocadura del Escalda, era el puerto principal de Flandes y se extendía rodeada de un perímetro inmenso erizado de fortificaciones y castillos artillados a ambas orillas del río. Al empeñarse de forma irreversible en el asedio, Farnesio se jugaba su prestigio militar y reputación personal. Su plan no solo debía tener en cuenta los factores estrictamente militares, sino que incluía apoderarse de las esclusas del río Escalda para que el enemigo no las pudiese romper y con ello inundar el teatro de operaciones de su ejército.

Además de eso, también se veía obligado a fabricar diques que impidieran el socorro por mar a la plaza bloqueada, y contradiques que permitieran cerrar la circunvalación completa a la ciudad, con fuertes situados en trechos regulares para que el enemigo no pudiera apoyar a los sitiados desde el exterior. Todo este conjunto táctico y de fortificaciones constituía un proyecto gigantesco y necesario para compensar la escasez de soldados y de artillería del bando español. Como dificultad añadida, Amberes contaba con un valiente gobernador, Marnix de Santa Aldegunda, quien se había jactado de que la ciudad jamás sería tomada por los españoles. Algo que estuvo a punto de suceder.

LA FORTALEZA DE AMBERES

El sitio de Amberes no era un acontecimiento militar aislado, ni tampoco una acción que se circunscribiera solo a esa ciudad. Formaba parte de una ofensiva de gran envergadura de las fuerzas españolas planeada dos años antes, que afectaba a un extenso territorio del centro y sur de Flandes en el que se hallaban incluidas ciudades tan importantes como Gante, Bruselas, Malinas y Nimega, todas las cuales fueron ocupadas por Farnesio antes de rendir Amberes. Este gran operativo incluía la ofensiva del coronel Francisco Verdugo en Frisia, el respaldo a las fuerzas católicas alemanas en Colonia y la protección de los territorios de Hainaut y Artois contra un posible ataque francés. La ciudad de Amberes, además de ser la más poblada y rica de los Países Bajos, era considerada, por su topografía y las magníficas fortificaciones que la defendían, prácticamente inexpugnable. Estaba totalmente ceñida por murallas de piedra y diez bastiones que se flanqueaban mutuamente, con una ciudadela de planta pentagonal. Una formidable obra defensiva alzada durante el reinado del emperador Carlos V y completada años más tarde por el duque de Alba.

En el tiempo del asedio tenía una población de 160.000 habitantes, lo que la convertía en una de las mayores ciudades del mundo. El río Escalda, que bordeaba una parte de la ciudad, estaba también muy fortificado en sus dos orillas, con reductos y bastiones a los que se añadía una serie de diques y fuertes exteriores que impedían la aproximación a la plaza. Todo este enorme conjunto defensivo se completaba con un sistema de esclusas y diques que posibilitaban la inundación de una gran extensión de terreno circundante. Un recurso que, al mismo tiempo que impedía un ataque a la ciudad desde esa dirección, permitía que arribaran a Amberes embarcaciones de pequeño calado que aseguraban el abastecimiento y la llegada de socorros. Un refuerzo cuyo envío apenas ofrecía dificultad, considerando la proximidad de Gante, Malinas y Bruselas, a las que la ciudad sitiada estaba unida por canales y vías fluviales.

Previendo el jefe holandés Guillermo de Nassau que los españoles intentaran asediar Amberes, había aconsejado al burgomaestre de la ciudad, Marnix de Santa Aldegunda, una serie de medidas a adoptar en caso de sitio. En este sentido anticipó que los atacantes podían tender un puente sobre el Escalda para aislar la plaza y, en tal circunstancia, indicó a Marnix que era necesario romper el dique de Blauwgarendijk, bastante alejado de la ciudad, con lo que quedaría inundada una gran parte del territorio. Eso haría imposible que los españoles pudieran cortar las comunicaciones entre Amberes y las provincias de Holanda y Zelanda, principales focos de la rebelión en los Países Bajos. Marnix hizo caso del consejo y quiso tener dispuesta la rotura del dique, pero cuando la noticia se conoció en la ciudad se produjo una fuerte protesta popular, ya que el terreno que se iba a inundar era rico en pastos y alimentaba a miles de vacas, que podrían resultar muy necesarias para dar de comer a la población si se producía el asedio. El gobernador amberino tuvo que ceder y el proyecto no siguió adelante. Cuando a mediados de junio de 1584 recibió refuerzo de tropas y dinero, Alejandro Farnesio consideró llegado el momento de iniciar rápidamente el sitio. Para ello necesitaba mantener también el de Gante y bloquear las comunicaciones con Bruselas, Termonde, Vilvorde y Malinas. Sin el control previo de estas ciudades era muy difícil, si no imposible, rendir Amberes, más aún contando con escasas tropas.

La mayor parte del ejército de Farnesio estaba por entonces disperso en numerosas guarniciones, guerreando en Frisia o auxiliando a los católicos alemanes que combatían a los protestantes en la región de Colonia, con lo cual solo disponía de unos 10.000 infantes y 2.000 jinetes para asediar Amberes, una cifra muy pequeña para una ciudad de tal envergadura.

Defendía Amberes una fuerte guarnición, compuesta principalmente de ingleses y franceses y reforzada con levas de milicias ciudadanas, que contaba con dos buenos jefes militares, el señor de Teigny y el coronel inglés Balfour. Además, los amberinos confiaban en la ayuda que pudiera prestarles la escuadra holandesa que mandaba el almirante Tresloug.

Decidido a llevar adelante su plan, Farnesio lo sometió a la consideración de su consejo de guerra, integrado por los principales jefes de su ejército, que en principio se mostraron contrarios, considerando la magnitud y las dificultades de la empresa. Solo dos, el coronel español Mondragón y el italiano Camilo Capizzuchi, lo apoyaron sin objeciones, pero Farnesio no se plegó al parecer de la mayoría del consejo y finalmente impuso su criterio.

El que veremos en el próximo si Dios es servido.

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Tres foramontanos en Valladolid

Con el título Tres foramontanos en Valladolid, nos reunimos tres articulistas que anteriormente habíamos colaborado en prensa, y más recientemente juntos en la vallisoletana, bajo el seudónimo de “Javier Rincón”. Tras las primeras experiencias en este blog, durante más de un año quedamos dos de los tres Foramontanos, por renuncia del tercero, y a finales de 2008 hemos conseguido un sustituto de gran nivel, tanto personal como literario.

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