Batalla de Pensacola (1781). 1 

Por Carlos de Bustamante

 

(Granaderos españoles y el batallón de La Habana entran en Fort George. Óleo  de H. Charles McBarron Jr.)

«La victoria es del más perseverante». (Napoleón Bonaparte). En esta ocasión   España era aliada de Francia, en otras ocasiones, no muy lejanas, eran enemigos encarnizados. E Inglaterra, siempre a lo suyo, incluso con patente de corso, aliada o enemiga según la propia conveniencia. Lo cierto es, que raro fue el siglo que, por una u otras razones, las tres potencias europeas no estuvieran `a la greña. ´ Sería en extremo prolijo enumerar-expresando las causas de todas las guerras habidas entre estas tres grandes potencias (España, Inglaterra y Francia). Y el porqué de tanta duración-.

Recordarán mis amigos y probables únicos lectores cómo aun de pasada cita Fernando Martínez Laínez en su tantas   veces mentado, porque se lo merece, Vientos de Gloria:

-Guerra de los siete años (Gran Bretaña, Francia, España y aliados, – Prusia y Austria como origen de la contienda-.

-De los diez años (España y EE. UU. en la llamada guerra de Cuba, de la que, lástima, en Vientos de Gloria no se trata. Lástima, porque el héroe en la playa y colina de San Juan fue mi muy próximo pariente -tío por línea directa en la genealogía- fue el laureado capitán de navío Joaquín de Bustamante Quevedo. Q.e.p.d.

-De los treinta años: La Guerra de los Treinta Años no duró 30 años sin telón, pero se firmaron 13 guerras y 10 tratados de paz, y los historiadores de la época del siglo XVII miraron cada uno por separado en vez que estas guerras se consideraron una sola, y la palabra artificial «Guerra de los Treinta Años» se acuñó a finales del siglo XVII. Guerra  anglo española; guerra  anglo francesa;  guerra franco  española…

-De los ochenta años: La guerra de los Ochenta Años (conocida en España como guerra de Flandes y en los Países Bajos como guerra de independencia de los Países Bajos) ​ fue una guerra que enfrentó a las Diecisiete Provincias de los Países Bajos contra su soberano Felipe II de España. La rebelión contra el monarca comenzó en el año 1568, en tiempos de Margarita de Parma, gobernadora de los Países Bajos, y finalizó en el 1648 con el reconocimiento de la independencia de las siete Provincias Unidas, hoy conocidas como Países Bajos. Como pretexto, las relaciones de Margarita con la nobleza neerlandesa protestante nunca fueron del todo fluidas. Este hecho, sumado a su inoperancia y a la distancia existente entre ambos países, hizo que se fueran alejando cada vez más de la política española en busca de sus intereses económicos y políticos con un aire de independencia que comenzaba a gestarse en el ambiente. Los países que hoy se conocen  como  Bélgica y Luxemburgo,  formaban parte de las Diecisiete Provincias, pero permanecieron leales a la Corona (los territorios bajo el dominio del Obispado de Lieja no formaban parte de las Diecisiete Provincias, sino directamente estaban en el Sacro Imperio Romano Germánico).

El resultado final de la guerra de los Ochenta Años fue la independencia oficial de los Países Bajos tras la Paz de Westfalia; pero no está tan claro que esta fuera la causa de la guerra. Esta fue el resultado final de las discrepancias entre la Monarquía Hispánica y la parte de los súbditos a los que tenían que gobernar en estas provincias.

Las Provincias Unidas emergieron de la guerra como una potencia mundial gracias a su poderosa armada y flota mercante, y experimentaron un importante auge económico y cultural.

Para la Corona española, la independencia de las Provincias Unidas representó una gran pérdida de prestigio. El mantenimiento económico de la guerra durante un periodo tan prolongado contribuyó en gran parte a provocar las sucesivas bancarrotas de la Corona española a lo largo de los siglos XVI y XVII, y al hundimiento de la economía de España. `Sin duda por un descuido…´ aquí no intervino Inglaterra. ´

-De los cien años:   de la que, por no intervenir España, nuestro autor no trata. Sólo Francia e Inglaterra. Ellas `solas se lo guisaron y   comieron´.

“La batalla de Pensacola —o Panzacola, como se la conocía en el siglo XVIII— supuso la culminación de un desquite llevado a cabo por un patriota excepcional: Bernardo de Gálvez.

Fue una revancha a la humillación que Inglaterra infligió a España (aliada de Francia) en la guerra de los Siete Años, con la pérdida de territorios como La Florida y Menorca.

Madrid y París habían firmado el 15 de agosto de 1761 el llamado Pacto de Familia, basado en el principio- anticipo de la Unión Eurpea- de que «quien ataca a una Corona ataca a la otra». Los dos soberanos de la rama borbónica se obligaban a considerar a toda potencia enemiga de uno de ellos como si lo fuera de ambos, y a socorrerse militarmente en cualquier parte del mundo. Como consecuencia de este tratado, España, que no estaba preparada por la ineficaz política pacifista del rey Fernando VI, entró en guerra al lado de Francia, aliada de Austria y Rusia, contra Inglaterra, alineada con Prusia. Todos los pronósticos sobre el resultado de la contienda eran desfavorables a las armas francesas….

La guerra afectó a los territorios americanos. Los británicos terminaron expulsando de Canadá a los franceses, y con su actitud agresiva hacia España, unida a la presión de París, terminaron por inclinar a Madrid al lado de Francia. El rey Carlos III era consciente de que los británicos estaban más que dispuestos a sacar provecho de cualquier debilidad española, hostigaban la comunicación marítima y el comercio con América y habían puesto el pie en Honduras para cortar el palo de Campeche, muy valorado para el teñido de textiles. Todo esto empujó a España a una guerra imposible de ganar y en la que tenía mucho que perder, mal dispuesta y con un potencial militar que, como señala el investigador militar Juan Batista, «apenas había sobrepasado su fase de proyecto y carecía de dimensión americana».

Los servicios de información de la Corona española, además, fallaron estrepitosamente en esta ocasión, y no fueron capaces de adelantar los planes británicos, que se habían fijado dos objetivos concretos: La Habana y Manila. La capital cubana se rindió el 10 de agosto de 1762 a la armada inglesa del almirante Potock, después de un asedio de 65 días; y otra escuadra inglesa se apoderó de Manila en septiembre de ese mismo año, cuando las autoridades del archipiélago filipino desconocían incluso que estaban en guerra con Gran Bretaña.

La Paz de París se saldó con un gran botín colonial para los británicos, que quedaban dueños de toda la costa atlántica septentrional de América, desde Terranova hasta las Bahamas, y prolongaban este dominio, a través de las Antillas menores, hasta la costa venezolana.

Londres obtenía Canadá y Gambia a expensas de Francia y, a cambio de recuperar La Habana y Manila. España cedía Menorca y La Florida, aunque se vio compensada de esta pérdida con la adquisición de la Luisiana, hasta entonces en poder de Francia. Una ganancia territorial que exigía aumentar el esfuerzo defensivo en todo el litoral del norte del golfo de México, pero cuya valía estratégica resultó fundamental al producirse el levantamiento de los independentistas norteamericanos.

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Tres foramontanos en Valladolid

Con el título Tres foramontanos en Valladolid, nos reunimos tres articulistas que anteriormente habíamos colaborado en prensa, y más recientemente juntos en la vallisoletana, bajo el seudónimo de “Javier Rincón”. Tras las primeras experiencias en este blog, durante más de un año quedamos dos de los tres Foramontanos, por renuncia del tercero, y a finales de 2008 hemos conseguido un sustituto de gran nivel, tanto personal como literario.

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