Que los niños puedan salir a la calle es una medida de desconfinamiento positiva, pero no la solución que algunos pretendían.

Primer día de desescalada: pautas para organizar la vuelta a la normalidad sin secuelas psicológicas

Los niños salen a la calle desde hoy, de manera ordenada y limitada, pero esto no soluciona todas las secuelas psicológicas que puedan desprenderse aún de las semanas que han estado confinados.

Primer día de desescalada: pautas para organizar la vuelta a la normalidad sin secuelas psicológicas

Cuidado con el modo en el que planteamos las cosas, porque precisamente en el cómo interpretamos y presentamos algunas noticias (tanto ante otros como ante nosotros mismos) se anclan las bases de las frustraciones que posteriormente nos asaltan, y tanto nos martirizan. En este caso, yo personalmente aún no tengo muy claro si son los pequeños o los mayores los que más pueden frustrarse con esta situación… Porque la salida progresiva de los niños a la calle se ha planteado de manera excesivamente beligerante, como si de una solución final a su confinamiento se tratase, pero no es así, nada más lejos de la realidad.

Pese a lo extraordinario de su adaptación y pese a lo llamativo de la ejemplaridad del comportamiento de la mayor parte de los niños durante estas semanas de tan atípico encierro, lo cierto es que desconocemos las secuelas psicológicas que esta situación puede aún generar en ellos en el medio y largo plazo. A nivel psicológico sí puedo anticipar con casi total rotundidad algunas de las potenciales dificultades a las que muchos niños van a encontrarse al ahora de volver a la normalidad – diferentes en función de sus variables individuales, de su situación personal, social y familiar previa al confinamiento y de su nivel de desarrollo madurativo – pero es una cuestión de pura lógica deductiva, la realidad es que esto no tiene precedentes y que, por lo tanto, lo que está por llegar puede sorprendernos a todos.

El hecho de que los niños comiencen, desde hoy, a salir progresivamente a dar un paseo diario alrededor de su casa es, sin duda una muy buena noticia – les viene bien el sol y el aire en la cara, les viene bien moverse con algo más de libertad y permitirse una carrera en la acera – pero a efectos prácticos esto no cambia, para bien o para mal, las consecuencias que se puedan desprender de las restricciones con las que han tenido que convivir a lo largo de las pasadas 6 semanas.

Por lo tanto, y en espera de afrontar lo que tenga que venir después, veamos cómo afrontar este nuevo paso en la desescalada del confinamiento, de modo que tanto mayores como niños entendamos bien en qué momento estamos y no nos generemos ansiedades mayores.

 

  1. Ajustemos expectativas con ellos. Porque este es un paso más, no una solución, un trámite en un proceso cuyas consecuencias a todos nos incumbe, tengamos o no tengamos niños en casa. Y este paso forma parte de un plan de medidas sanitarias por lo que, su función, por desgracia, no es aun ni psicológica ni social. No van a encontrar los niños en estas salidas todo lo que desean ni la solución a sus problemas: lo que más desean, y lo que mejor les viene a partir de cierta edad (especialmente a partir de los 3 años) es jugar con sus amigos, disfrutar en los columpios, tirarse al suelo a jugar en la arena… Y nada de ello es posible, por ahora.
  2. Exploremos sus miedos. Porque los niños no han dejado de oir hablar del bichito dichoso, se les ha machacado indirectamente con esa idea de que son ellos quienes lo contagian y se han podido sentir abrumados por esa responsabilidad, o se les ha confundido con la idea de que a ellos no les afecta pero luego se han sorprendido con historias de niños sufriendo duramente la enfermedad… Y es fácil que se sientan confusos y temerosos. Volvamos a hacer un poco de psicoeducación, observemos sus miedos, no esperemos a que nos los cuenten – porque quieren parecer muy fuertes a ojos de sus papás y no nos van a reconocer que se sienten pequeños y vulnerables – y acompañémosles en la gestión de la incertidumbre que todos aun tenemos.
  3. Visualicemos con ellos lo que se van a encontrar ahí fuera. Personas esquivas, vecinos que se cruzan de acera para garantizar ese concepto tan feo de “distancia social” y muchas personas con mascarilla… Nos vamos acostumbrando, pero somos muchos los adultos que, en un momento dado, nos hemos sentido algo asustados o abrumados por tanto cambio en los patrones de relación e interacción social. Es conveniente que estén listos para lo que van a encontrase ahí fuera, y que sepan interpretarlo sin dramatizar. Quizá hoy, primer día, domingo, el panorama sea más amable, pero mañana cuando se crucen con personas que van y vuelven del trabajo, el escenario puede ser bastante más inquietante.
  4. No asociemos el paseo diario a un premio o un castigo. En la medida de lo posible, y siempre y cuando el niño no se merezca realmente que le dejen sin paseo porque haya aprovechado ese rato para hacer una gran fechoría. Seamos coherentes, si se trata de recuperar la normalidad y les hemos explicado que forma parte de este plan de desescalada, entonces salir a la calle un ratito cada día no puede ser la moneda de cambio para amenazarle con los deberes o para castigarle por no haber recogido su habitación. Los castigos, de existir, han de ser razonables y estar directamente relacionados con aquellos comportamientos que se quieren cambiar.
  5. Introduzcamos el paseo en las rutinas diarias… ¡¡¡Pero con flexibilidad!!! Porque ya bastante tienen los padres con mantenerse a flote, cuida de los suyos en la distancia, seguir con el teletrabajo, hacer las tareas del hogar, tener listas las comidas, cuidarse ellos mínimamente, etc. ¡Como para que, ahora, encima, se les cargue con una obligación más! Está bien que los niños cuenten con su paseo cada día de diario y cada día del fin de sema mas o menos de manera regular y ordenada, pero sabiendo que sus papás hacen un esfuerzo inmenso por añadir mas taras a su ya apretada agenda.

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Autor

Ana Villarrubia

Ana Villarrubia es Psicóloga Sanitaria, directora del centro sanitario 'Aprende a Escucharte', docente en la rama clínica de la psicología, escritora y colaboradora en múltiples medios de comunicación.

Experto
Ana VillarrubiaPsicología

Ana Villarrubia Mendiola es Psicóloga Sanitaria, Experta en el tratamiento de trastornos de personalidad, Experta en terapia de pareja, Especialista en Psicoterapia y Psicodrama, docente en diversos másteres de psicología clínica y terapia cognitivo-conductual, y divulgadora en múltiples medios de comunicación, directora del Centro de Psicología ‘Aprende a Escucharte’, en Madrid, y autora del libro ‘Borrón y cuenta nueva: 12 pasos para una vida mejor’.

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