Una compañía forjada en tres décadas por pequeñas localidades y espacios nada convencionales, llega para demostrar que hay otra forma de hacer teatro, humilde pero auténtica. A ‘Eroski Paraíso’ la llaman ellos ‘comedia documental’, y dicen que explora la memoria colectiva y la deriva vital. Lo hace, sí, pero con mucha retranca gallega, gran sentido del humor y un despliegue de humanidad sincera y comprensión profunda, lejano del fragor de reivindicaciones y lamentos que tanto nos acosa sin buscar salidas.
‘Eroski Paraíso’ es la primera producción de esta compañía Chévere después de recibir el Premio Nacional de Teatro en 2014. Fue estrenada en marzo de 2016 en Donosti/San Sebastián, ha sido presentada en festivales como Tercera Setmana (Valencia), MITCF de Cangas (Pontevedra) o MIT Ribadavia (Ourense) con más de 40 funciones y 12.000 espectadores, una de las obras con más público de los últimos seis años en Galicia. Refleja los cambios sobrevenidos en la Ría de Muros, la más septentrional de las Rías Bajas, a partir de los recuerdos que conservan los paisanos de la sala de fiestas O Paraíso, que funcionó entre 1972 y 1990 y al cabo de los años fue convertida en un supermercado de la cadena Eroski.
La protagoniza una pareja separada y ya madura, Eva Martínez y Antonio Formoso, que se conocieron en el local en 1989 con 19 y 25 años de edad respectivamente. Se casaron al quedar ella embarazada y su hija Alejandra nació al año siguiente, justo cuando cerró el que era centro de diversión de los jóvenes de la comarca. Emigraron buscando mejores condiciones de vida y 25 años después, encontramos a Eva de vuelta en Muros cuidando de su padre enfermo de alzheimer y trabajando
en el supermercado Eroski que antes fue el añorado Paraíso. La hija ha estudiado cine en Barcelona y quiere hacer su opera prima con la historia de sus padres, con el argumento de la distancia que sus vidas abrieron entre aquel paraíso y este supermercado, ‘un retrato del desarraigo vital de una generación que aún conoció lo que era la sociedad tradicional y que vivió en su juventud la irrupción de la sociedad de consumo’, dice. El padre llega de Canarias especialmente convocado; y comienza el rodaje.
Ha habido y habrá muchos intentos de antropología teatral, también de montar una trama aparentando el rodaje de una película, y se han cargado muchas tintas sobre el desarraigo masivo que ha supuesto el desarrollo económico, y sobre los defectos de esta nuestra sociedad consumista, este supermercado gigante donde vivimos. Pero Chévere elige el camino de la ironía y no el de la acritud, el camino del ‘tirar palante’ que siempre elige el pueblo llano frente a los aspavientos teóricos de los que no entienden la realidad porque ni sufren ni padecen. El camino de tomarse las cosas en broma, ese que parecen haber patentado los andaluces, eso que consagró a Las Chirigóticas. Pero su vía de exploración es el refinado y poco conocido humor gallego, tan distinto a por ejemplo, el gaditano. Bienvenida sea esta aportación a nuestra aún viva diversidad, bienvenidas y bienhalladas sean aportaciones asturianas o murcianas, aragonesas o canarias.
Con unos textos que rezuman verosimilitud y una dramaturgia complicada resuelta con sencillez, la pieza tiene como es habitual en nuestro teatro su punto flojo en una escenografía pobretona, y su mejor acierto en unos actores estupendos, la pareja protagonista que forman Patricia de Lorenzo y Miguel de Lira: ella es tan buena que no parece actriz, libre de escuelas y técnicas, quizás haciendo de ella misma, en todo caso instalada en una aparente espontaneidad arrolladora; él, llevando la voz cantante desde una irrupción casi de prestado a un desenlace casi apoteósico. Como la hija de ambos, Cristina Iglesias está tan atareada que no cuida el personaje, y un actor que figura ser un compañero cineasta llegado para ayudarla en el rodaje, la secunda discretamente.
Hay un cuarto personaje, Avelino, el abuelo de Alejandra, el padre de Eva, que se convierte en una figura clave porque el detonante de la historia es una fotografía de su hija y Toño, aquella tarde en que se conocieron. Tiene Alzheimer y en escena su participación es limitada, no habla, pero está bien presente y observa todo como un testigo indescifrable. Para interpretarlo, la compañía recurrió a lo que llama “figuración comunitaria”, establecer una relación de colaboración con grupos de teatro aficionado, colectivos de personas mayores, asociaciones vecinales, invitarlos a realizar una práctica teatral y entre las personas participantes, escoger a aquella que mejor se adaptase al perfil del personaje. Ni que decir tiene que el seleccionado está tan en su papel como si fuera un profesional experimentado. Y que la inventiva proporciona público local, hay que darle al majín para cuadrar las cuentas.
Añadamos, como en las últimas de nuestras reseñas teatrales, que una vez más los nombres del reparto no vienen identificados con los personajes que interpretan, dificultando el trabajo de la crítica y el juicio pormenorizado del público. Por otra parte, no vimos ni escuchamos las voces grabadas y los vídeos que se anuncian en los créditos y el vestuario es para salir del paso. La escena en la que Avelino inicia un ritmo folclórico secundado por su yerno y su hija, acongoja; el bailoteo con que iniciaron su relación Eva y Antonio, es el climax de la pieza, a la que le sobran minutos finales balbuceantes en busca del final, y sobre todo esa farragosa lectura de los créditos y la enorme ristra de testimonios recogidos. Tiene gracia el sorteo final (guarden el numerito que les entregan a la entrada) pero quizás se prolonga en demasía. En el estreno de ayer el público estaba entregado de antemano, pero los de Chévere merecen ovaciones y llenos en todas las funciones que se han programado.
Aproximación al espectáculo (valoración del 1 al 10)
Interés: 8
Texto: 8
Dirección: 8
Interpretación: 8
Escenografía: 6
Producción: 5
Información a los medios: 5
Programa de mano: 6
Naves del Español – Sala Max Aub
Eroski Paraíso, de Compañía Chévere
Del 19 de enero al 5 de febrero del 2017
En escena: Patricia de Lorenzo, Miguel de Lira, Cristina Iglesias, Fidel Vázquez y Ricardo Lacámara
Dramaturgia y dirección, Jesús Xron
Textos, Manuel Cortés
Técnica, Fidel Vázquez
Ayudante dirección, Arantza Villar
Escenografía y vestuario, Chévere
Construcción/Montaje, +Arte Compostela
Música, Terbutalina
Producción, Patricia de Lorenzo, Inés Portela
Duración, 95 minutos
De martes a sábado a las 20.30h y domingos a las 19.30h.
Entradas 18€. Martes, miércoles y jueves 25% de dto.
Espectáculo en castellano y gallego con sobretítulos en castellano, adaptados
para personas sordas o con problemas de audición.
Una producción Chévere que ha contado con la ayuda de Agadic-Xunta de Galicia
y el Concello de Teo, y con la colaboración del Concello de Muros, Eroski, Feiraco,
Escurís y Rianxeira.
Gracias por sus testimonios a Manolo Caamaño, Tucho Carou, Avelino Ajeitos, Santiago da Reina, Pepe do Cuco, José María Beiro París, Chefa Fernández Formoso, Beatriz Fernández Torea, Mª del Carmen Rodríguez Rey, Elisabeth Jurjo Noya, Victoria Martínez, Mari Dolores Caamaño Tajes, Teresa Rey Lestón, Madi Fernández Lago, Ángel Martínez Carou, Carmen Rey, Humberto Santos, Kathy Beiro, Beatriz Alvite, Francisco Duarte, Jaione Carmborda, Pela del Álamo, Alfonso Zarauza, y a toda la gente de Muros y Mazaricos que nos contó alguna historia que de un modo u otro está presente en esta obra.