Dos biografías similares despiden el centenario de Galdós

Dos biografías similares despiden el centenario de Galdós

Galdós, maestro de las letras modernas. Biografía’, de Germán Gullón, y ‘Galdós. Una biografía’, de Yolanda Arencibia, son dos hagiografías de dos ‘galdosianos’ de toda la vida, con las que podemos y debemos despedir un centenario con demasiado ruido y escasas nueces, que ha estado bien para alimentar el mito y loar la figura del escritor canario que bien se lo merece. Pero el que busque saber de verdad quién era este hombre y escudriñar la parte más importante de su obra -los Episodios Nacionales- deberá esperar otra conmemoración, quizás la del bicentenario de su nacimiento en 2042.

Gullón y Arencibia, quizás los dos estudiosos más veteranos y conocidos de la tropa galdosiana, trabajaron juntos durante años para preparar una biografía definitiva en este centenario. Pero tras un par de años decidieron seguir cada uno por su lado. Así ha sido y por tanto sus respectivas biografías, resumen del trabajo de toda su vida académica, incitan a la comparación de sus visiones y a la disección de la causa de su divorcio intelectual. Confesemos antes de nada que no lo hemos descubierto. Sus propuestas se parecen como un huevo a otro huevo, sin que podamos pronunciarnos por cuál de los dos es ecológico, campero, de suelo o de jaula.

En estos lares no se nos da bien la imparcialidad juzgando, y somos proclives al blanco y negro, defecto nacional que afecta también a nuestros intelectuales incluso a veces a los curtidos en el extranjero. Son ya media docena las biografías de Benito Pérez Galdós aparecidas en torno a este centenario de su fallecimiento en 1920. Todas quieren destacarse, pero ninguna consigue salir del estilo laudatorio que se ha impuesto y que convierte al escritor en un icono disecado -esa escultura posante rodeada de reverencias en casi todas las fotografías de sus últimas décadas- poseedor de todas las virtudes humanas menos de una, la que nos hace seres frágiles, contradictorios, repletos de sombras, esa síntesis de aciertos y fallos, bondades y defectos que forma la persona humana, que en las figuras célebres y famosas suele estar más oculta, y que en las biografías de los grandes personajes resulta lo más necesario de todo, para desacralizarlos, para humanizarlos, para que sus vidas y experiencias nos ayuden a comprender lo esencial al común de los mortales.

‘Galdós, maestro de las letras modernas’, la biografía de Germán Gullón lujosamente editada por los cántabros de Valnera, cae de pleno en esta tendencia, aunque siempre sea mejor el elogio desmesurado que la crítica destructiva. Se trata de una reedición de su ‘Galdós, novelista moderno’, publicada en Taurus en 1987, y aunque se nos intenta convencer de que ‘intenta corregir todos los tópicos y lugares comunes que se vienen expresando continuamente, proponiendo una imagen de su persona y creaciones diferente a la presentada hasta hoy por otros biógrafos’, no encontramos diferencias sustanciales que modifiquen la visión idealizada del escritor canario y las convenciones sobre su vida y su obra que se han ido forjando en las últimas décadas y consolidando en este centenario, izado al altar no ya de su época sino de toda nuestra historia literaria, disputando el oro a Cervantes, superándolo -válganos dios- incluso. Dice su promoción: ‘Esta biografía devuelve a Galdós al podio que le corresponde en el centro de nuestra cultura, pues sus novelas, escritos políticos, así como su relación con el arte constituyen una cima de nuestro pensamiento’.

‘Nadie en la narrativa española, ni antes ni después de él, representó mejor el proceso de concienciación, de conocernos a nosotros mismos, que caracteriza al ser humano moderno’, declarará Gullón a un diario cántabro, comunidad cuyas fuerzas vivas le han apoyado en un intento de sumar Santander -su lugar de vacaciones- a las patrias galdosianas -su lugar de nacimiento, Las Palmas, y su lugar de residencia, Madrid-.

Pero ‘Galdós. Una biografía’, la propuesta de Yolanda Arencibia, no le va a la zaga en atribuirse méritos. Entrevistada por Andrés Seoane para El Cultural decía: ‘La relación entre don Benito y yo no fue amor a primera vista. Cuando llegó el momento de mi tesis doctoral entré en el taller de Galdós para siempre. Ahí sigo. Descubriendo todos los días’. Desde 1995 dirige la cátedra Benito Pérez Galdós en la universidad de Las Palmas. Ha editado las obras completas, forma parte del consejo de dirección de Anales Galdosianos y pertenece a la Asociación Internacional de Galdosistas, de la que fue vicepresidenta un tiempo. La promoción editorial nos dice que ‘consigue reconstruir de forma magistral la extensa andadura literaria del autor canario… sin duda la mayor experta contemporánea en su obra, nos ofrece un extraordinario retrato… se alza en esta biografía memorable como uno de los mayores escritores en lengua española de todos los tiempos’.

Arencibia dedicará su libro a Gullón y lo inicia escribiendo: ‘La biografía que el lector tienen en sus manos aplica el axioma «El hombre es la obra»‘, axioma que no conocíamos y en todo caso, dudoso. Puede que la obra en muchos casos, incluso en este, sea superior en cualidades a su autor, pero detrás de ella siempre hay una persona a desentrañar, un humano tanto más interesante cuanto lo sea su creación. Aunque en el prólogo la catedrática canaria advierta que ‘no querríamos que nuestra biografía mantuviese en el buenismo que el culto al autor deja traslucir en ocasiones’, en el texto no se nota que haya aplicado esta declaración de intenciones.

Galdós sacralizado tampoco nos convence. Siendo cuestión de gustos y criterios juzgar y comparar la totalidad o partes determinadas de su obra, es en su vida privada, su personalidad y su trayectoria vital donde subsisten aún importantes lugares comunes que impiden profundizar en su personalidad compleja, en la forma en que sus ideas se fueron transformando, y en su manera de relacionarse con la sociedad en general y las personas próximas en particular, siendo todavía un misterio su vida sentimental real, sometida a blanqueo, una estancia en penumbra iluminada parcialmente que deja a oscuras partes esenciales. Y eso mal que les pese a algunos de sus circunstanciales o veteranos hinchas, capaces de expulsar de una página galdosiana de Facebook a quien se atreva a reproducir la menor crítica de su obra, por más que sea de persona de reconocidos méritos y hasta premio nobel de literatura.

Llamemos al pan, pan, y planteeemos a título de mero ejemplo dos lagunas que impiden el auténtico conocimiento de esa persona y de ese escritor que fue Benito Pérez. Como persona, su doble vida sentimental como burgués respetable, visitante de casas de pupilaje primero, mantenedor de amantes después; como escritor, la inmersión a fondo en los Episodios Nacionales, una de las obras cumbre de la literatura española, por extensión y cualidades, y de las menos estudiadas, quizás por eso mismo.

Sus biógrafos, incluidos Gullón y Arencibia, poco han entrado en materia sobre el primer asunto, repitiendo lo repetido por análisis superficiales de su correspondencia para establecer una cronología amorosa llena de voluntarismo. Para Arencibia, ‘amó mucho, sin embargo no se casó. Sin duda, no encontró la mujer adecuada a sus circunstancias. Nunca necesitó casarse, declaró’. Y así salda el tema. Gullón cuenta de pasada ‘seguía haciendo las habituales escapadas de soltero por las zonas de Madrid clásico’ pero no alza el tupido velo de sus escapadas de pago. Se citan y citan cartas y cartas, pero una correspondencia afectiva no demuestra relaciones carnales, y el mantenimiento de una querida de conveniencia tampoco demostrarían mucho interés por el sexo. En fin, no poco habría que expurgar en su lista oficial de amantes y en la estúpida leyenda reciente de tórrido conquistador que algunos han inventado.

Y si su vida sentimental sigue presentando serias lagunas, el estudio profundo de las cinco series -46 libros con 9.685 páginas, que se dice pronto- de sus Episodios Nacionales, espera todavía ser desentrañada de una contundente manera que estas biografías ni intentan. A título de ejemplo, Gullón cita unas sesenta veces los Episodios pero siempre de manera tangencial y dentro de ese esquema convencional de las llamadas ‘tres maneras narrativas’ del escritor, en el que los Episodios no solo no encajan sino que no cabrían jamás. En cuanto a Arencibia, se detiene de manera más detallada en ellos, dedicando el capítulo quinto de los veinte de su libro a las dos primeras series y luego breves apartados a las sucesivas en los capítulos correspondientes; los describe, analiza sus protagonistas de ficción buscando paralelismos con el autor y su contexto, y cumple dando noticia de ellos. Noticia sin embargo enrevesada y nada incisiva. A ningún lector le va a apetecer después hincar el diente en tan desaboío platillo.

Pasan veinte años entre las dos primeras series y las tres últimas y podría pensarse que no es la misma persona ya la que escribe, aunque realmente no sobresalga la diferencia salvo ya en la última serie, con Clío y otras fantasías. Prototipo de novela histórica, entramado de ficción y no ficción, lo importante en los Episodios es su carácter de crónica veraz de la historia reciente, y lo secundario los melodramas con que decidió ‘aligerarla’ para interesar al público de su tiempo, ávido de historias de amor y sagas familiares. Hoy todo ese material folletinesco de relleno ha perdido interés aunque quedan una serie de personajes creibles más allá de sus circunstancias novelescas. Hoy lo que está pendiente es comparar su crónica con los mejores estudios históricos del siglo XIX y ver hasta qué punto fue verídico, dónde no, cómo acertó a usar sus escasas fuentes con tan grandísima habilidad, qué hay de cierto en sus retratos de personajes y acontecimientos que a estas alturas han podido ya sustituir a los reales en el imaginario colectivo. Los Epiosodios están poco estudiados en su conjunto -menos sin duda que sus novelas y dramaturgias-, seguramente por la dificultad que comporta analizar una obra tan ingente. Y han sido poco relacionados con el resto de su obra y con su vida pública y privada, lo que los contextualizaría de forma muy interesante: ‘Un monumento que, quizá después de la Comedia humana, de Balzac, no tenga rival, en lo copioso y en lo vario, entre cuantos ha levantado el genio de la novela en nuestro siglo’ (Menéndez Pelayo dixit).

Posiblemente ambas cuestiones habrían necesitado en este centenario tratamiento monográfico, y son injustas por tanto nuestras críticas a sus biógrafos, que suficiente creen haber tenido con contarnos una vida estupenda, sin aristas ni bamboleos, sin esa sombra que llevamos todos, que proyectamos y nos condiciona.

A don Benito, cuando le convenzan de que conocer su vida puede interesar a sus muchos lectores, escribirá ‘Memorias de un desmemoriado’, que es poco más que una cronología de su actividad literaria, un libro de viajes salpicado de opiniones y ausente de revelaciones, un compromiso terminado de mala manera de quien no quiere o no puede sincerarse. Y lo advierte: ‘En mi narración llego a los días en que se apodera de mí el sueño cataléptico; no sé dónde vivo, ni lo que me pasa, ni en qué me ocupo. Para llenar estos vacíos de mi relato, evoco mi memoria y le hablo de esta manera: «Memoria mía, mi amada memoria, cuéntame por Dios mis actos en aquella época de somnolencia» […] En estas Memorias no hallaréis más que lo anecdótico y personal. Dejadme ahora en mi sueño cataléptico’. Y confesará. ‘Lo imaginario me deleita más que lo real’. No quiso nunca contar gustos y fobias, placeres y sufrimientos, euforias y miedos. Y en esas siguen sus biógrafos.

Concluyamos en que ambas biografías son muy parecidas en forma y contenido. Con edición cuidada, con portadas semejantes, incluyendo cuadernillo de imagénes, con índices onomásticos, -aunque el de Arancibia solo de nombres propios- y grandes bibliografías acumuladas en toda una vida profesional. Ambos han escrito anteriormente contribuciones de peso al conocimiento del escritor y de su obra. Ahora aportan dos voluminosos volúmenes para bibliotecas distinguidas. Contundente epílogo de un centenario demasiado unánime en alharacas superficiales y en el que la familia Verde, heredera del patrimonio personal de Galdós y descendientes de María Cobián, ha aprovechado para hacer caja y vender al Cabildo de Las Palmas por 380.000 euros un lote de cartas del escritor, los manuscritos de las novelas La de Bringas (1884) y La Familia de León Roch (1878), grabados dedicados a él por Blasco Ibáñez y Llovera i Bufill, dos grabados de su colección en vida, trece originales a pluma de los Episodios Nacionales Ilustrados y otros 40 sin enmarcar. El Cabildo ganó en la puja a la Biblioteca Nacional para mayor atractivo de la Casa-Museo que mantiene en la capital canaria.

Hasta Mario Vargas Llosa sucumbió al centenario no sin mantener sus reticencias: ‘Estoy leyendo a Pérez Galdós… ahora he leído todos los Episodios Nacionales y la mitad de sus novelas. Creo que es el gran escritor del siglo XIX. Es un escritor de otra época. Nunca llegó a resolver el problema del narrador. Galdós no sabe cómo justificar su presencia, lo cual desorienta al lector… escribió muchísimo: novela, teatro, artículos. Eso sí, no corregía. La primera versión era la definitiva. Era la que enviaba a la imprenta. En una ocasión, llegó a escribir una novela con dos finales distintos para que el lector escogiera el que más le gustara. Es algo que no tiene precedentes en la historia de la literatura’. Como quiera que el comentario de ‘Varguitas’ irritaría sobremanera a los ultras galdosianos que administran la página ‘Madrid de Galdós y mundo galdosiano’, y primero riñeron y luego expulsaron a quien se atrevió simplemente a proponer debatirlo; quede aquí constancia de tan deplorable comportamiento.

Y una posdata que debía haber sido prólogo. Lo mejor de estas dos biografías es su erudición; lo peor, el estilo narrativo que en el caso de Gullón llega a ser ininteligible en la búsqueda de significados (‘la aportación de BPG a nuestra literatura fue inventar una imagen moderna del ser humano’, pag. 27), cuando no perogrullesco (‘la novela se convertirá así en el vehículo de la expresión de los anhelos íntimos de sus moradores’,pag. 159). Los especialistas han llegado hasta aquí; sería ahora el turno de un escritor o periodista con mucho oficio e imparcialidad.

Reseña de la exposición ‘Galdós en el laberinto de España

Reseña de ‘BPG, vida, obra y compromiso’ de Francisco Cánovas

Reseña de ‘BPG, la figura del realismo español’, de Eduardo Valero

Galdós, maestro de las letras modernas.
Germán Gullón
Ediciones Valnera
Páginas 560
Encuadernación Rústica, con solapa, cosido a hilo.
Álbum fotográfico 37 imágenes a todo color
PVP 30,00 euros

Aproximación al libro (del 1 al 10)
Interés, 7
Texto, 7
Edición, 8

Galdós. Una biografía
XXXII Premio Comillas 2020
Yolanda Arencibia
Tusquets Editores S.A.
Colección: Tiempo de Memoria
Número de páginas: 896
Rústica con solapas
26.00 €
eBook (Epub 2)
10.99 €

Aproximación al libro (del 1 al 10)
Interés, 7
Texto, 7
Edición, 8

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Autor

José Catalán Deus

Editor de Guía Cultural de Periodista Digital, donde publica habitualmente sus críticas de arte, ópera, danza y teatro.

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