Un buen tránsito con algún tropiezo

Un buen tránsito con algún tropiezo

Esta ópera de cámara española de estreno mundial se presenta a dos niveles en el escenario -debajo la orquesta, encima los protagonistas del drama- y con ello hace de metáfora antagónica con el resultado: un nivel musical extraordinario, con una partitura orquestal rica y variada, y un nivel dramático plano, con un libreto insulso, vocalidades malogradas y puesta en escena que no consigue desentrañar del todo la trama onírica.

Max Aub Mohrenwitz (París, 1903 – Ciudad de México, 1972), de padre alemán y madre fracesa, su familia se instaló en España cuando tenía once años al estallar la primera guerra mundial y poco después se nacionalizaron. En 1928 ingresó en el PSOE y estallada la guerra civil, a finales de 1936 fue enviado como diplomático a la legación española en París, puesto desde el que gestionó el encargo y la compra del Guernica de Picasso. A su regreso en agosto de 1937 fue secretario del Consejo Nacional del Teatro. En enero de 1939 se exilió en París, huyendo antes del final y como muchos altos cargos dejando atrás abandonados a sus seguidores. Detenido, internado y deportado a Argelia por el gobierno de Pétain, en 1942 ya liberado pudo embarcar hacia México. En 1946 viaja a La Habana a recibir a su mujer y sus tres hijas. Visitó España en 1969 y en 1972, ya poco antes de fallecer.

Como autor teatral, pasó por tres épocas repletas de títulos: la vanguardista de la preguerra; la comprometida (lo que llamó «teatro de circunstancias») de la Guerra Civil, y su fase final mexicana.En la segunda época destacan San Juan (1943), y Morir por cerrar los ojos (1944). A ella pertenecen cuatro obras agrupadas para el epígrafe ‘Los transterrados’: ‘A la deriva’, ‘El puerto’, ‘El último piso’ y esta Tránsito en que basa el zaragozano Jesús Torres su debut operístico.

En el drama de Aub, como en otras de sus dramaturgias breves de la época, emerge el panorama típico del exilio — el trauma de la separación, la angustia de la espera, la obsesión por el retorno, el paso corrosivo del tiempo que va haciendo cada vez más difícil el regreso. ‘En El retorno de Max Aub o la poética de un imposible’, José Ángel Sáinz explica la obra: el exilio mexicano de Emilio “es un paso, un puente, una espera”, es tan solo cuestión de tiempo. Entre tanto, se debate entre dos realidades encarnadas en papeles femeninos: la mujer española, Cruz, y la mexicana, Tránsito, ambas de nombres reveladores. Las dos representan sendas realidades geográficas vitales diferentes en las que se lee el doble estancamiento espacio-temporal del exiliado: España, la patria de la que se ha sido expulsado y México, la tierra de tránsito, precisamente. En esas condiciones, el pesimismo domina. La relación Emilio-Tránsito/México carece de peso específico en la obra, y Aub no les permite apenas momentos de comunicación como se queja la propia Tránsito: “Para ti nunca es hora de hablar conmigo. ¿Qué soy para ti? Nada […] ¿No te das cuenta de que te pasas la vida sin abrir al boca, como si yo no existiera?”. Mientras, la nostalgia por Cruz/España comienza con las primeras palabras de la obra: “Allá estará amaneciendo. No; ya será de día. Allá…¡Qué vida esta!”, y más adelante: “Ahora subiría la calle Mayor, camino de mi trabajo. ¿En qué trabajaría yo ahora? ¿Hubiese seguido en la fábrica? ¿Hubiese llegado a encargado?”.

La nueva compañera mexicana carece de relevancia para ilustrar el estado de desarraigo que afecta a Emilio, tentado ya a regresar pero no a cualquier precio como su colega Alfredo con el que mantiene un debate imaginado sobre los compromisos contraídos, por los que tanto se luchó y tan poco se consiguió:

«Alfredo.—Voy a volver a España. Ya me están sacando los papeles.
Emilio.—¿Así… por las buenas?
Alfredo.—¿Qué quieres que haga?
Emilio.—Te meterán en la cárcel
Alfredo.—Que me metan. Aquí lo perdí todo… hasta el acento…
Emilio.—[…] ¿después de pasar lo que pasaste? […] ¿O es que ya te has olvidado de lo que te trajo aquí?
Alfredo.—Daría cualquier cosa por estar otra vez en mi pueblo, [… ] Eso y mil cosas más, y el cansancio. Y los recuerdos.
Emilio.—Me daría vergüenza pensar así. […] Tu deserción envuelve la del que te seguirá. No eres tú , sino lo que representas. Además, imagínate tu vida en la cárcel, o libre, que lo mismo da; entre nuestros enemigos, obligado a hacer lo que te manden; tener que renegar de lo que has sido toda tu vida.
Alfredo—¿Vale la pena? Yo no tengo la culpa de que perdiéramos la guerra […] Ya no sirvo para nada […] No valgo la pena. Allí tengo familia todavía.
Emilio.—Es un juego sucio para contigo mismo, para con nosotros. Si te vas hoy, otro lo hará mañana. Yo tal vez [… ] Sobre todo si veo desertar compañeros como tú».

Emilio a través de diálogos imaginados evoca a Cruz y a su hijo Pedro, el desgarre familiar, el paso del alejamiento mutuo a los reproches y resentimientos: “Me echan en cara el que tuviera que huir, que abandonaros, como si fuera un ladrón. Como si fuese un extranjero”. El tiempo ha ido dilatando la falta de referentes comunes entre ambas orillas. Pedro siente que no le debe nada ni a su padre ni a ningún otro de los que salieron: ‘No. Él estará tan tranquilo, tan ricamente. La buena vida hace olvidar a los pobres. El café, el azúcar, el pan blanco, son muy buen telón para impedir ver desgracias y borrar los recuerdos […] ¿Qué hace él por nosotros? Desunidos, desperdigados, con el único interés de forjarse una vida nueva en aquel nuevo mundo […] Que vengan aquí, a aprender lo que es vivir». En las palabras finales de Cruz se adivina la separación final de su marido, ahora convertido en el ‘otro’, para siempre pese a que algún día regrese: “Ya son muchos años de mar por medio […] Estás en México, en tu cama, con Tránsito. Vuélvete: revuélvete; tócala, tócala; date cuenta. España está lejos. Lejos, tras el mar”.

“La idea de escribir una ópera me persigue desde mis inicios como compositor”, explica Jesús Torres. “El teatro breve del exilio de Max Aub me sedujo y creí encontrar un argumento sólido para embarcarme en mi primera ópera cuando hubiera una oportunidad cierta para estrenarla’. La oportunidad llegó con este encargo del Teatro Real de una ópera de pequeño formato y reducidos costes gracias a la aportación del teatro municipal con su escenario en Las Naves. Torres (1965) ya era autor de una sinfonía, cinco conciertos y numerosas obras de cámara, hasta completar un catálogo de 130 composiciones y según José Luis Téllez en su introducción al programa de mano, ‘ha logrado definir un estilo personal que recupera procedimientos compositivos del inventario histórico para someterlos a una nueva consideración que exhibe su vigencia desde una gramática actual’.

Pero adoptando la doble tarea del libreto y la partitura, nos merece un sobresaliente en la segunda y tan solo un mero aprobado en la primera. No sabemos que ve Torres de especial en esta pieza de Aub como no sea volver a loar la causa derrotada de la República del Frente Popular, volver a denostar a los vencedores de Franco, y volver a presentar como héroes a los exiliados, todo al gusto imperante en la cultura institucional de nuestros días. Si del texto original se hubiera trabajado más los aspectos valiosos -la duda corrosiva, el empecinamiento voluntarista, la descomposición del exilio- el libreto podría haber tenido una viveza dialéctica que aportara interés al manido tema. Pero Torres se queda en reproducir los insulsos diálogos cotidianos, en ponerle música a un texto coloquial, y como lo hace en esa endiablada escritura actual que tras cientos de intentos no ha conseguido fraguar una vocalidad atrayente,-‘frases vocales escritas muy diatónicamente, pero cuya armonía difracta una lectura tonal’, dice el experto citado-, apenas consigue belleza y armonía, todo suena bastante ridículo salvo algunas intervenciones del personaje Cruz. Torres cree haber conseguido que ‘el trazado melódico de las voces está íntimamente ligado a la fonética de nuestra lengua y esto, en consecuencia, provoca que toda la orquesta esté impregnada de esa calidez melódica y armónica’, pero nosotros juzgamos humildemente muy inferior la parte vocal a la orquestal, que es donde se encuentra el aspecto sobresaliente de esta propuesta de teatro musical, de ópera literaria.

Torres incorpora cuatro formidables interludios que suspenden la acción dramática a modo de soliloquios ambientales, y termina con un breve epílogo de riquísimo despliegue instrumental. La pieza emplea una formación orquestal que requiere 18 ejecutantes: cuarteto de maderas (con saxofón en lugar de fagot), trío de metales, arpa, acordeón, piano, quinteto de cuerda y una nutrida percusión a la moda actual. A destacar sin duda Duncan Gifford a cargo de la muy distinguida presencia del piano, y Paçalin Pavaci como concertino invitado.

En fin una partitura a caballo entre lo tonal y lo atonal que puede que encaje con la ensoñación del argumento, desarrollado en doce instantes, tal como los denomina la partitura, durante una noche de insomnio de Emilio, el exiliado protagonista, que imagina conversaciones decepcionantes con Cruz, su esposa que, junto a sus hijos, permanece en España, y con Alfredo, su amigo, que quiere abandonar la causa y entregarse a los vencedores. Imaginaciones interrumpidas por Tránsito, la mujer con la que ahora convive en México, que le llama desde la cama, que no consigue apartarlo de sus obsesiones, de sus dudas, de sus miedos. Emilio termina delirando con que su primogénito ha sido fusilado, pero aún aparecerá este, Pedro, vivo pero muy crítico con su huida y con su comportamiento posterior.

Eduardo Vasco realiza una puesta en escena a doble nivel, con la orquesta bajo el somero rescenario en el que coexisten la realidad del dormitorio de Emilio y Tránsito, con las apariciones de Cruz, de Alfredo y de Pedro. Vigilia y sueño en el terreno intermedio del duermevela tan propicio a las pesadillas y los remordimientos. La escenografía de Carolina González es de un minimalismo valioso, pero no consigue ilustrar suficientemente las dos dimensiones diferentes de la trama y produce no poca confusión en el espectador a lo largo de la función. Quizás la iluminación de Miguel Ángel Camacho no ayuda lo necesario. Tampoco las confusas proyeccciones documentales.

El reparto resulta homogéneo y convicente en sus dos facetas, vocal y actoral, y en ambas creemos que destaca la Cruz de María Miró sobre el Emilio de Isaac Galán. Correctísima en su corto papel Anna Brull y un tanto descolocados el Alfredo de Javier Franco y el Pedro de Pablo García-López. Hay sin duda huella de una atenta dirección actoral, quizás sobrecargada en un Emilio peripatético y demasiado gesticulante.

Solo queda destacar la excelente dirección musical de Jordi Francés, completamente identificado con una difícil partitura que parecía conocer a la perfección, y la ejecución de la orquesta titular del Teatro Real en su despliegue reducido de concierto.

En definitiva, una excelente primera ópera, que con un libreto más original y ambicioso puede y debe dar paso a una segunda propuesta del autor más equilibrada. La acogida del público no fue entusiasta, y por eso resultaron estrambóticos los estruendosos bravos con que el encargado del vestuario desde su butaca lo incitaba. No es fácil la música de Torres y no era especialmente motivadora la trama. Pero el balance es francamente notable.

VALORACIÓN DEL ESPECTÁCULO (del 1 al 10)
Interés: 8
Dirección musical: 8
Dirección artística: 7
Voces: 7
Orquesta: 8
Puesta en escena: 7
Producción: 7
Programa de mano digital: 7
Documentación a los medios: 7

Naves del Español – Sala Fernando Arrabal A – Nave 11
Teatro Real y Teatro Español
TRÁNSITO
Ópera de cámara sobre la obra homónima de Max Aub
Música y libreto: Jesús Torres
Del 29 Mayo al 5 Junio de 2021

Director de escena: Eduardo Vasco
Dirección musical: Jordi Francés
Diseño de escenografía: Carolina González
Diseño de vestuario: Lorenzo Caprile
Diseño de iluminación: Miguel Ángel Camacho
Una coproducción del Teatro Real y Teatro Español

Reparto:
Tránsito – Anna Brull
Emilio – Isaac Galán
Cruz – María Miró
Alfredo – Javier Franco
Pedro – Pablo García-López

Orquesta titular del Teatro Real
Violines I Paçalin Pavaci (Concertino invitado)
Violines II Margarita SikoevaViolas Ewelina Bielarczyk
Violoncellos Dimitri Tsirin
Contrabajo Fernando Poblete
Flauta Pilar Constancio
Oboe Oscar Diago
Clarinete Luis Miguel Méndez
Saxo Ángel Soria
Trompa Fernando Puig
Trompeta Juan Antonio Martínez
Trombón Simeón Galduf
Acordeón Iñaki Alberdi
Percusión Juan José Rubio, Antonio Picó, Gregorio Gómez
Arpas Susana Cermeño
Piano Duncan Gifford.

Precio 20€
Martes y miércoles y de viernes a domingo / 19h
Duración 1 hora y 30 minutos.

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Autor

José Catalán Deus

Editor de Guía Cultural de Periodista Digital, donde publica habitualmente sus críticas de arte, ópera, danza y teatro.

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