«No es necesario que la vicepresidenta vaya a África para visitar a los necesitados, puede venir a Biar y ver mi situación»

"No es necesario que la vicepresidenta vaya a África para visitar a los necesitados, puede venir a Biar y ver mi situación"

Alejandra Morales (PD).- Se llama Ismeta y tiene 52 años. Hace 17 llegó a España desde la antigua Yugoslavia como refugiada de Guerra. Su único acompañante, un hijo de diez meses. Le aseguraron una vida digna, un trabajo, pero las promesas quedaron reducidas a palabras. “No es necesario que la vicepresidenta vaya a África para visitar a los necesitados, puede venir a Biar y ver mi situación”.

“Es muy difícil vivir así” lamenta. 1991, Yugoslavia se desintegra con la independencia de Croacia y Eslovenia. Un año después, el pueblo de Bosnia-Herzegovina decide en referéndum su independencia de la República Federal Socialista de Yugoslavia. Los intereses nacionalistas y religiosos desencadenan la Batalla de Bosnia Occidental. Ismeta se queda sin hogar y su patria, “desmembrada”.

“Cuando estalló la guerra, Bosnia-Herzegovina estaba incomunicada” señala. Desesperada por la seguridad de su hijo, encuentra un ápice de esperanza gracias a una ONG de Belgrado, Evacuation, que concentraba esfuerzos para la integridad de los niños. A través de ésta, se negocia con España y se le ofrece a Ismeta venir a nuestro país “con unas condiciones mínimas, entre las cuales se contemplaba un trabajo”.

Llegó al país, con sensación de alivio pero ahora vive “bajo una inseguridad económica extrema” aunque entiende que “las cosas tampoco van demasiado bien aquí”. Cuando pisó tierra “segura” le dieron acogida en un albergue durante seis meses. Tras medio año de sosiego la misma organización “buscó pueblos en los que pudiéramos vivir”, desde entonces ella sola ha sabido salir adelante.

“Durante diez años, trabajaba todos los días de la semana cuidando a una señora mayor por cincuenta mil pesetas”, explica. La situación se complicó más cuando vino al mundo su segunda hija. “Mi marido”, del que no se puede separar “por falta de recursos económicos”, vino a ver a su hijo. “Me quedé embarazada y, a pesar de que pensé en abortar por no poder ofrecer una vida con una mínima calidad, tuve a mi niña”.

Por si fuera poco, se queda sin trabajo, la señora a la que atiende muere. “Finalmente encontré trabajo en un supermercado”. Asegura que “hacía todas las horas que podía” pero cobraba como si “trabajara media jornada”. “Un día de repente te echan y ¿qué haces? Ahora cobro el paro, pero esto se acabará algún día.”

Para sus vecinos de Biar, Alicante, sólo tiene buenas palabras “si no fuera por la gente del pueblo no sé qué hubiera sido de mí”.Gracias al Ayuntamiento le concedieron un piso que, aunque “muy viejo”, le permite respirar más tranquila. A pesar de ello su situación sigue siendo inestable, “Cualquier día me pueden echar de aquí, no tengo ninguna seguridad”.

Acogidos y olvidados

Se confiesa agradecida por haber sido una de las 670.000 bosnias que recibieron acogida en España en 1992 pero a la vez triste por la cruda realidad: “a la única posibilidad que podemos llegar los extranjeros es a la limpieza y al cuidado de personas mayores, en los que encima cobramos poco. Esto, después de años, te cansa.”. Ismeta siente que “no es de ninguna parte”.”No puedo volver a mi país y permitir que mis hijos pequeños crezcan bajo nacionalismos”.

La convención de Ginebra de 1951 configuró un acuerdo internacional que miraba por fin la regulación del régimen de los refugiados. Parecía todo un logro pero dejaba en el olvido a las víctimas de los conflictos bélicos. No era un colectivo susceptible a ser amparado.

“Gracias a la solidaridad internacional se ha llevado esta protección en la práctica” asegura Mauricio Valiente, portavoz de CEAR (Comisión Española de Ayuda al Refugiado). Este amparo ha sido desarrollado fundamentalmente en ámbitos regionales y ha sido fomentado por organizaciones como la Organización para la Unidad Africana, “que han ido creando instrumentos de ayuda para los olvidados”.

Tras años de lucha, y pasada la guerra de Yugoslvia finalmente se aprobó una directiva europea que ahondaba en la cuestión del refugiado. Esta misma la adoptó España en materia de Real Decreto. “En caso de conflictos bélicos se puedan desplazar grupos de personas de estos países para que, mientras dura el conflicto, estén protegidos” explica Valiente.

“Esto se hizo en su momento con refugiados bosnios incluso antes de ser aprobada la directiva” señala el portavoz de CEAR. La directiva, no obstante, “está siendo ineficaz” según Valiente ya que “una vez puesta en marcha no se ha aplicado en ningún caso a pesar de nuestras reclamaciones”.

“A veces parecen más elementos sustitutivos para lavar la cara a los gobiernos que una eficaz y única protección” indica Mauricio Valiente. ¿La solución? “En lugar de crear mecanismos complementarios tendrían que crear una definición de refugiado que incluyera a todas las personas que han sufrido una violación de los derechos humanos”, concluye.

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