Elegía a la muerte de Jesús Torbado

Elegía a la muerte de Jesús Torbado

ELEGÍA A LA MUERTE DE JESÚS TORBADO

(En Madrid, donde siempre le he visto,
se me ha muerto entre silencio Jesús Torbado, con quien quiero a Castilla).

INVOCACIÓN

Gimo al no ser Miguel, el oriolano,
para llorar tu muerte cual debiera,
pero el ayer me duele y si volviera
a abrazarte corriese, como hermano.

Más me duele el hoy, bajo e inhumano,
que tu muerte revela que ocurriera.
Emprendió el grande viaje tu viajera
y gran figura humana, sobrehumano.

EXORDIO

Allá mediando el XX los sesenta,
un joven que apenas veinte tenía,
a mostrar de su pluma la valía
entre “Las corrupciones” se presenta.

Extraño un escritor tan joven sienta
corromperse ya cuanto que veía;
más años que los suyos poseía
personaje que tanta infección cuenta.

Después, Jesús, unidos por Castilla
fuimos y por el niño que García
Pérez
llamaste, el cual niño tenía
tanta raíz de arraigo en su mejilla

que nada le valiera… pues se humilla
en estos tristes siglos, hora y día,
a todo aquel López, Pérez, García,
que revele –así- serle hijo a Castilla

TIERRA MAL BAUTIZADA

“Tierra mal bautizada”, Campos tierra,
por no decir maltratada e ignorada,
de larga queja nunca ni escuchada,
que cada gobernante más la cierra.

Pero tumbas de reyes ella encierra
de cuando era una tierra sí apreciada,
por siglos y adversarios no sangrada.
Hoy, tus ojos y rostro es que entrecierra.

No quisiste las glorias ni alharacas,
ni quedar bien con todos, por medallas,
porque suele quien rehúye las batallas
ser quien descorre el velo de las placas.

Escribir y contar, aun las opacas
actas de corrupción que tú detallas,
mejores credenciales de tus rayas
son que cobrar en negro de cloacas.

TÚ, JESÚS, DESDE LA CASTILLA DEL ESCOMBRO Y DE LOS MALES

Con el alma escribiste tus señales
de vida, entre tus textos y ponencias,
y en libros, artículos, conferencias,
tu sangre usaste en tintas más finales.

Castilla del escombro y de los males
que sobre ella descargan las influencias
dañosas, que ocasionan las ausencias,
las soledades, plazas ya inactuales…

Castellano allí donde tú escribías,
semillas de tu tierra así esparciendo,
la verdad con los datos defendiendo
de sus oscuras noches sin ver días.

Tus palabras precisas, poesías
son, que no prosas solas cayendo,
por ellas tu Castilla va naciendo
en líneas exactas, que son guías.

TIERRA YA BAUTIZADA CON TU SANGRE

El azul de Castilla las recibe
en el ara gigante de su cielo,
y benditas por él vuelven al suelo,
por mostrar que tu tierra en ellas vive.

Ese arremolinar de verbos vuelo
es… Enarbola lengua que describe
tu fiable sentimiento que cultive
la letra de esperanza y su consuelo.

Crecerán cuando caigan tus semillas
con los piñones nuevos y sabinas,
con las hayas y chopos, las encinas
que siembra tu esperanza en las Castillas.

A luz dulce en su rostro te reclinas
y das palabras tuyas a mejillas
donde las cañas verdes a amarillas
natas de grano sueñan ser vecinas.

Tu sangre teñirá más a amapolas
que en primavera broten y se eleven,
y florecerá arbustos que relieven
la llama de las rosas; a brisa, olas.

El verano vendrá en pies que renueven
el paso usual de tantas tierras solas
que en tierras interiores españolas
al menos tus palabras hoy las beben.

Por tu sangre, “Tierra mal bautizada”
dejará ya de estarlo, que en reguero
aportará nuevo oxígeno viajero
a la tierra de Castilla silenciada.

Como en un buque, fuiste el gaviero
de Castilla, el vigía de naufragada
tierra, singlando en viaje hacia la nada,
que informa cuanto vio desde el madero.

Con mis manos escribo una tormenta
de lágrimas sin sol, sólo entre llanto,
que acopian materiales a mi canto:
gotas amargas que el dolor frecuenta.

Tu corazón errante, aquí amamanto,
con la leche materna que lamenta
que de Castilla igual tu voz se ausenta
mientras estos versos por ti levanto.

DELIBES Y TORBADO,
LOS AMORES RECIENTES DE CASTILLA

Por sierras de Castilla y sus llanuras
y de sus inclinadas sendas resto,
volverán a brotar palabras puras

que sembraron los verbos de tu cesto.
Las esparciste a tierra desde alturas
que a otro lugar te dieran primer puesto.

Castilla es más compleja y más ingrata…
de holgura literaria que atesora
y porque es con sus hijos no beata.

Pero aquello que te niegue el ahora,
para el siempre de lo escrito en catarata
de corazón, luego haya de hallar hora.

Y digo que en los tiempos que yo he visto,
sólo Miguel y tú sois los señores
de lo castellanista que he entrevisto.

Delibes y Torbado, los amores
por tierra suya y nuestra que revisto
de la prosa reciente, los mayores.

A LA CITA DE AÑOS Y DE ESCRITOS

Por las nuevas simienzas de Castilla
volverán las espigas que desgranas
con los granos de letras de tu orilla.

A citas del Paular de otras mañanas,
en valles madrileños de cuadrilla
te convoco a que vuelvas, con tus ganas.

A Ramón llamaremos y a Gonzalo,
a Demetrio también y así a Ramiro,
y a Ismael y a Octavio, y a Luis señalo,

y otros que venían a aquel retiro,
que a Castilla debemos servir de halo,
entre escritos, palabra, obra y suspiro…

A Castilla futura apelo y sienta,
-cuando vuelva a mirarse a sí misma-,
entonces verá al Grupo años ochenta
entre mejor estuvo, que ensimisma.

Y a “Amigos de Castillas”, que presenta
el elenco mayor y el mayor prisma
que historia última de esta tierra asienta,
hasta que otra -y Castilla-, halle su carisma.

Juan Pablo Mañueco.

A Jesús Torbado Carro, fallecido el 22 de agosto de 2018, y al Grupo o Generación de castellanistas de los años 80 del siglo XX, entre los que se citan en el poema, además de él, a Miguel Delibes, Ramón Carnicer, Gonzalo Martínez Díez, Demetrio Casado, Ramiro Cercós, Ismael Peña, Octavio Uña y Luis López Álvarez, miembros que fuimos de la Asociación Cultural «Amigos de las Castillas y León», entre 1981 y 1984, junto a otros que quiero citar aquí como Andrés Sorel, Ángel Vegas, Jesús Rodríguez Sánchez, Silvio Martínez, Peridis, Máximo San Juan…, asociación que tuve el honor de presidir, pese a ser el más joven del grupo, y que celebraba sus reuniones en la Casa de Ávila de Madrid y en el monasterio madrieñeño de El Paular, además de editar libros, pronunciar conferencias por media Castilla y por los lugares más numerosos de la emigración castellana y de intentar hacer otras muchas cosas más, que los poderes superiores que nunca han querido escuchar hablar de Castilla, y menos de su unidad, sofocaron e impidieron.

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Juan Pablo Mañueco

Nacido en Madrid en 1954. Licenciado en Filosofía y Letras, sección de Literatura Hispánica, por la Universidad Complutense de Madrid

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