Guadalajara. Premio Poesía «Provincia de Guadalajara», 1977

 

Un premio de Poesía «Provincia de Guadalajara»

 

GUADALAJARA: RAYOS DE LUZ Y DE ESPERANZA ANTE EL SILENCIO DE TU CASI MUERTE

 

(La Tierra de Guadalajara desde mediados del siglo XX)

 

Dedico este poema al pueblo de Guadalajara que individual o agrupadamente, de manera civil, cultural y social o política y económica, busque un futuro de existencia para estas tierras azotadas por la despoblación. Y también a las autoridades y cargos públicos que sientan y lamenten sinceramente esta situación de decaimiento en que se encuentra esta provincia, y provean medidas que posibiliten su existencia poblada y desechen las que promueven su actual debilitamiento y marginación con respecto a las provincias favorecidas de España.

 

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Las ascuas ya apenas crepitantes que en soledad se consumen y los rescoldos finales de la lumbre de tus días,

que ayer fueron fuego vivo habitado entre las casas con chimeneas encendidas y entre alcobas con abrazos y habitaciones con besos

han emitido su angustia final:

Lloverá sobre ti luto encendido bajo la piel de las campanas difuntas,

que ya no suenan en tus aires silenciados ni en tus espacios extintos.

 

¡Guadalajara en perpetua despoblación, que hacia el vacío conduce a tantos caminos tuyos hasta llegar a una despedida que te dice adiós con apagado eco, ya sin pasos!

 

Es lo que el invierno de tu existencia te promete agotándose.

 

¡Pensar que costó tantos esfuerzos el hacerte

y que ahora estos años cuarenta, cincuenta, sesenta, setenta…

han bastado para borrarte ya casi por completo del mapa de las tierras pobladas!

 

Cada año, cada década porcentajes incontenibles de tus habitantes parten para la tierras de España amadas por el poder, siendo tú flagelada y enmudecida por él.

 

Miles de pobladores menos, decenas de miles cada década, siendo tu población total apenas ya algo superior a 100.000, gran provincia extensa de más de 12.000 kilómetros cuadrados,

(el doble que las tres provincias vascongadas),

pero llenada sólo con vacío y con voces de ausencia,

menos alrededor de la capital, ese edificado oasis sobre el desierto

de una demografía envejecida y ya apenas perceptible.

 

¡Oh, Siberia de Europa occidental, sin parangón demográfico en todo el continente!

 

¡Oh, Laponia y Círculo Polar Ártico de Europa meridional, pero tú con tierra desaprovechada cuando tu par del norte es hielo frío y estéril!

 

¡Oh, anomalía demográfica de un mundo con crecientes moradores incontenibles por la revolución demográfica a la que el planeta asiste,

menos en las provincias como tú, que desandas el camino de los siglos,

a golpes de la emigración vertiginosa que nadie adopta medidas para intentar frenar,

sino que se fomenta desde el gobierno central de España,

empeñado en deshabitarte, Guadalajara!

 

La Tierra ya no conoce a tu tierra, y desde luego tu palabra ya no se pronuncia y nadie la oye y ni siquiera se espera que suene porque tu gleba se da por deshechos restos de un pasado cada vez más lejano y esparcido entre el silencio.

 

El silencio inaudible eres ya, condenada tierra a ser sierva de las que realmente cuentan… Ten nucleares para ellas, ten trasvases para ellas.

 

Es  lo que el invierno nos promete agotándose.

 

Pero yo os digo:

Id más allá, traspasad las barreras

que la noche os impuso, porque las sombras difieren

tercamente de su origen nocturno, y restituyen al día

cuanta hermosura no es eco.

 

Estáis vivos, ved desmentirse a la muerte. El mundo

se aferra en ocasiones al dorso infame de las nubes,

pero el amor se transparenta después de la blancura en forma de gotas o rocío.

En lluvia de voluntades que se niegan a ser segadas y que insisten en crecer frente a las adversidades que nos imponen de fuera.

 

Supierais esto, y otro acorde

más hondo sin duda en las manos sonaría. Recorrí

los campos de Castilla, pisé la mies que el viento ondea.

 

Estuve en Hita, presión de solas piedras, villa sin ruido ya, casi dormida;

pero aunque duele su dolor, el sufrimiento, objeto batible, huye ante el acoso si se le niega y persigue.

 

Sobre el zozobrar amargo de su entorno, música de juglares y letras de buen amor enteramente asesinadas,

llora el silencio.

Pero

más allá del terror de las casas deshechas,

algo que no es barro con los dedos recojo.

 

Lentamente, la luz.

Ligeramente, el aire

comienza a insuflar vida en el umbral de la mañana.

 

Se agotará el delgado esqueleto de las hojas antiguas,

porque otras recientes repartan su equilibrio a los pájaros.

 

¡Cómo

canta es voz en los juncos del río!

¡Cómo

alegra los rostros de las uvas y los racimos de donde mana el vino!

¡Cómo

surgen los meses de la siembra y el trigo!

 

¡Agua de vida en medio de la voluntad de los ojos sin lágrimas!

Velocidad de los labios que imparten las sonrisas.

Guadalajara no ha muerto.

 

Ni Sigüenza. Allí

otro paisaje bélico transcurre.

 

Dómase el asfalto de la carretera como un perro curvo

que hinca la cerviz ante la visión del titán rocoso del alcor del episcopal castillo.

 

Jara y retama aroman los perfumes seguntinos, de forma

que un rey oriental no poseyera. VED. Esa

es SIGÜENZA, belicosa y orfebre.

 

Bajad hacia su valle. Subid a las almenas, rindiendo allí homenaje

a golpes de clarín y de tambor.

Entrad en la catedral románica y guerrera.

La sucesión de estilos que las épocas han dejado.

 

El espacio es vuestro. Todo os pertenece. Iguales entre iguales.

Capilla craneal y de rosales. Eterno lector en la capilla de los Arce. Gules y sinoples

blasonados en escudos de armas en tumbas y en palacios.

Barrio morisco late…

 

No es sólo la ciudad.

 

Es cada calle,

contemplada o reciente.

 

Sonríe la memoria. Pero

hay más. Vislumbro el resplandor que nombro: Atienza.

Quilla de volcán surcando el horizonte

desde lo alto del abismo. Aturdes

de elevada. Ruge en ti

el espacio, el infinito, corazón rugoso

que se aleja. Y BRAMA

la tempestad, truena el relámpago

sobre el torreón (¿o quizá más bajo?).

Focos de claridad electrizan la osamenta del bastión rocoso. Allí

incide el blancor  y se aniquila luego contra la fortaleza que atraviesa la noche.

Este navío no para, corta las estrellas como el huracán mueve las nubes nocturnas.

Pasan los celajes como embates furiosos, y el enhiesto mástil de piedra se mantiene a salvo.

 

Y CIFUENTES de las aguas en manantiales que BROTAN del castillo entre bosques, en su valle verde de maderas y azul despejado de cielos.

 

Y BRIHUEGA de las mil aguas e HISTORIAS medievales y dieciochescas, y el castillo bermejo, inexpugnable.

 

Y MOLINA de los castillos defensivos que siguen IRGUIÉNDOSE pese al paso de los siglos.

 

Y los desfiladeros del Tajo, cortando las rocas entre cataratas para abrir parques fluviales y GARGANTAS por donde suena el agua.

 

Propugno, pues, un vendaval hiriente, que afrente al silencio con su bullicio vivo,

un reto en desafío, ¿harás?, temo la muerte

como tú, la he presagiado cerca porque ronda,

pero amo más la vida que en la lucha denodada se sostiene y cada día renace.

 

Porque el incienso es ley de los altares

cuando el día acaba sólo.

Jamás antes.

 

Las ascuas y los rescoldos de la lumbre de tus días mienten,

pueden inflamarse y prenderse

de vida renaciente

de nuevo otra vez,

porque no era mortal o lúgubre el anuncio.

 

En nosotros no hay morbidez forzosamente, ni pupilas quebradas;

la voluntad puede sembrar surcos de una nueva vida

para las tierras de Guadalajara.

 

No, no esparce el viento su rigor, no nos deglute un tiempo ajado, horizontal, temible.

 

Se agotará el delgado esqueleto de las hojas antiguas,

porque otras recientes repartan su equilibrio a los pájaros.

 

Agua y luz en medio de los ojos.

Velocidad de los labios que imparten las sonrisas.

 

Dadme, pues, mástiles ahora

que propaguen el esperado momento de un nuevo natalicio alcarreño.

 

¿No estalláis de gozo al conjuro del día renovado. Llueve

con fuerza. Se derrama la luz sobre la corteza rugosa de todas las Guadalajaras.

Inquirid los motivos para rasgar el silencio. Hay

placidez que susurra en arrullos. Hay

como fuentes que brotan, y luces que se encienden y lechos que vuelven a su origen cantando,

y gira, gira, gira el devenir, sagrada incertidumbre

que nunca extingue…

 

Crecerá la paz sobre las nubes

en la infancia del mundo, desbordará minuciosamente el inquieto temblor de las alas de paloma

que de pronto se yerguen desde la penumbra y la olvidan.

 

Y el azufre perderá su imperio del humo

para adquirir el nevado rostro del olor de las cumbres.

 

Entonces, ¿por qué?, ¿hasta cuándo

ese hervor de silencio enmudecido?

 

Proseguid con la voluntad de asiros a la vida, como el gavilán surca los aires

con la motivación que impulsa sus alas, huid

de las sombras desenterrando del barro del tiempo las pupilas. Llueve

agua y llueve luz con fuerza. Reciben

los labios el olor y el color de las jaras, y entre los blanquísimos

fulgores que hieren las penumbras enlutadas de la noche,

retoza una claridad que del agua y la luz de la voluntad ha emergido.

.

JPM

.

Premio de Poesía “Provincia de Guadalajara”, 1977, concedido por la Diputación Provincial de Guadalajara.

 

 

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Juan Pablo Mañueco

Nacido en Madrid en 1954. Licenciado en Filosofía y Letras, sección de Literatura Hispánica, por la Universidad Complutense de Madrid

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