Don Quijote de la Sagra, una Hª del siglo XXI. Segunda entrega

DON QUIJOTE DE LA SAGRA, una Historia del siglo XXI (publicada en «El sol universal»). ENTREGA NÚMERO 2.

 

SINOPSIS DE LA NOVELA: Quijote de Castilla y Castilla, vecino de la Sagra toledana, que está oficialmente inscrito en el Registro Civil con este nombre y apellidos, y conocido como Quijote de la Sagra por sus amigos, es un investigador cultural que, en unión de Constanza de Toledo, conciben un plan para reconquistar culturalmente la Península Carataria de Toledo, convenciendo a los duques, ductores y barones que rigen dicha Península de la necesidad y conveniencia de reafirmar las raíces castellanas de esa Carataria toledana.

Asimismo, pretenden que las diez comarcas de Toledo (La Sagra, Torrijos, La Sierra de San Vicente, La Campana de Oropesa, Talavera, La Jara, Toledo, Los Montes de Toledo, La Mesa de Ocaña y La Mancha) sean igualmente respetadas en su integridad territorial y en sus legítimos componentes culturales, para lo que deciden efectuar una embajada y expedición cultural ante las autoridades de la Península Carataria de Toledo.

Esto es lo que les sucedió en esta descomunal aventura contra las gigantescas fuerzas oficiales que van a oponérseles y que se empeñan en ver monótonas, pobres y sin matices a las enriquecedoras y variadas comarcas de Toledo, como a las otras muchas y diversas y singulares comarcas de la encantadora región histórica de Castilla la Nueva.)

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(COMIENZO DE LA SEGUNDA ENTREGA…)

Si se explicara científicamente la geografía –que hasta eso está politizado tendenciosamente por los intereses políticos y por quienes mueven los hilos de los planes de estudio-, se sabría que son unas veinticinco las amplios comarcas que quiso el destino que compusieran la varia y dispar región histórica de Castilla la Nueva.

«RINCONETE Y CORTADILLO», ya nos expone el PENSAMIENTO REGIONAL DE CERVANTES, desde su primera línea

Según se va, esto es, “como vamos de Castilla a la Andalucía están puestos los famosos campos de Alcudia”, el Valle de Alcudia, concretamente, tal y como reza el comienzo de Rinconete y Cortadillo, de Miguel de Cervantes Saavedra, castellano de Alcalá de Henares.

Cervantes sin duda que se extrañaría al saber que su patria chica había sido excluida hoy de Castilla, en la extraña merienda de afroaborígenes que han sido las autonomías inventadas de Castilla, desde un despacho de aristócratas sin dependencia del pueblo y al servicio de intereses más afroaborígenes, más oscuros y más inconfesables e inconfesados todavía.

En el desmantelamiento de Castilla, se percibe un claro acento de cumplir las órdenes de la periferia anticastellana, no de la gente castellana en modo alguno, que no tuvo arte ni parte ni voz ni voto ni derecho a decidir sobre su propia aniquilación como sujeto de su historia o no, en ningún momento.

Pues ya está citado, en la pluma más exacta que cabe, dónde radica el final de Castilla, bajando hacia la Andalucía, en los fines de los famosos campos del Valle de Alcudia, y ahí tenemos una de las comarcas castellanas que no tiene que ser menos que las otras que componen esta tierra conjunta e igualitaria: el Valle de Alcudia y sus famosos campos.

La Sagra es otra de esas comarcas respetabilísimas de la histórica Castilla la Nueva, situado entre las actuales provincias de Toledo y de Madrid, con los lindes que dentro de poco intentaremos establecer…

Quijote de Castilla y Castilla tenía su casa en la Sagra, que algunos quieren que estuviera situada en Esquivias, otros autores indican que se ubicaba en Yuncos, y otros en Illescas o en Numancia de la Sagra o hasta en Cubas de la Sagra, en la actual provincia de Madrid.

Pero los más de los autores que entienden de esta Historia dejan el dato del lugar exacto libre y desembarazado, para que todas las villas y ciudades de La Sagra contiendan y compitan entre sí por albergar la patria del héroe de estos acontecimientos.

Contaba, pues, este investigador sagreño a lo poco más o menos los cincuenta años, y con una señora del pueblo donde vivía que pasaba de los cuarenta años y realizaba tareas del hogar, la cual por el dilatado tiempo que había discurrido desde que comenzó a estar a su servicio era ya también parte de su familia.

Disponía también de una sobrina que no llegaba a los veinte, pues ya se sabe que a quien Dios no le da hijos -y el investigador cultural que había enviudado unos años atrás, no los tenía-, el diablo le da sobrinos.

Una especie de mozo de campo y plaza, que más bien era un vecino del pueblo, le ayudaba en las tareas de cuidar el pequeño jardín con que contaba la casa, tomando la podadera y ejerciendo labores de jardinero.

Frisaba la edad de nuestro investigador artístico y cultural con los cincuenta años, como se ha dicho y ahora se reitera, lo cual a estas alturas del siglo XXI en que nos encontramos era una edad tierna y rozagante, lozana y vivaz, o por lo menos así había de considerarla cada cual en la nueva religión de la positividad de ánimo, que el Tercer Milenio había impuesto.

Don Quijote de Castilla y Castilla, en la soledad de sus pensamientos políticamente incorrectos que no debían formularse con palabras, ya empezada a quejarse de dolores por aquí y por allá, que procuraba llevar con el mejor ánimo de los posibles.

Y desde luego llevaba sus dolores en secreto, para que la censura de lo políticamente correcto no le preguntase por el motivo de no encontrarse divinamente, que era lo que los usos de la cortesía social exigían –y entonces todos te decían: “me alegro”, si bien era un puro formulismo pues tampoco era mucho lo que se alegraban de tu bienestar-.

En cambio, si contestabas que estabas mal, o que así, así, o que regular, entonces te freían y asendereaban a preguntas del tipo “¿por qué no se encuentra bien, es que le ha ocurrido algo?”.

De modo que era mejor replicar que uno se encontraba divinamente, aunque ello no fuera cierto, y eso te ahorraba un montón de explicaciones sociales. ¡Benditos aquellos tiempos en que nadie fingía preocuparse por tu salud usando como fórmula de saludo: “¿Cómo estás?”, ni expresiones directas parecidas!

Mucho mejor fueron los tiempos en que simplemente te decían “¡hola!” o “¡buen día te deseo, vecino!”, con lo cual no se inmiscuían descortésmente en tus asuntos o, a lo sumo, te deseaban que el día te fuera bueno, cuando lo más probable es que fuera tan tedioso o azacanado como todos.

* * *

Don Quijote de Castilla y Castilla, en su casa de La Sagra, muy acogedora, amplia, con huerto, y varios portalones delanteros y traseros de entrada, debería ser retratado como un hombre de complexión recia, seco de carnes, enjuto de rostro, proporcionado de extremidades, que ni a la extrema izquierda ni a la extrema derecha tendía, sino al centro moderado al servicio de sus vecinos y de la gente, gran madrugador, lector de todo cuanto cayese en sus manos y amigo del trabajo y de la caza.

Sobre su nombre y apellido debe confirmarse que “de Castilla” es un apelativo oficial, muy usado en diversas geografías castellanas, españoles y aún americanas, por lo que nadie debe extrañarse de que un paisano de La Sagra se apellide oficialmente “de Castilla”.

De hecho, tanto su madre como su padre se apellidaron en su tiempo “de Castilla”, por lo que nuestro héroe del Tercer Milenio se llamaba por apodo completo Don Quijote de Castilla y Castilla, y a tales cognomentos respondía y con ellos firmaba legalmente.

Sobre su nombre de pila ya existe bastante más controversia, y pese a las diversos dragados que se han efectuado en los “Anales y Cuadernos de Etnología de la Sagra” y las consultas con los doctos investigadores analistas, hay que reconocer que los historiadores locales no se ponen de acuerdo a este respecto.

Tal discrepancia suele ocurrir casi siempre en esta especie de guirigay de pequeños egos y soberbias que son los congresillos de sabiondos locales de cualquier zona, río o comarca.

En definitiva, hay analistas de historia y cultura local que dice que le pusieron Quijote sus padres al inscribirle en el Registro Civil correspondiente a su lugar sagreño.

Mientras que otros historiadores locales, eruditos a la violeta y obedientes al color político del partido que les haya designado a dedo para el cargo, refieren que no era su nombre real de nacimiento, sino que se lo cambió él cuando pudo y quiso.

Son quienes defienden con calor aquella ley tan famosa, que permite modificar el nombre y el sexo a voluntad, según lo que cada quién se sienta. Y él se sentía “Quijote”, con lo que así lo expresó al funcionario registral que estaba encargado de que la libre elección de nombre se cumpliese de inmediato.

LA VERDAD MÁS PROBABLE SOBRE EL CASO “QUIJOTE”

En una historia suya que por ahí circula impresa con el nombre de “Don Quijote de la Sagra” se da la versión más verosímil del caso, pues está escrita por un autor que jamás ha pertenecido ni pertenecerá a partido alguno ni a asociación de sapienciales comarcanos ni locales de ningún tipo, pues le gusta la independencia y poder decir las cosas como las considera, equivocándose o acertando, pero con criterio propio.

Este autor al que nos referimos hizo suyo aquel lema de un periódico en ladino o judeoespañol o sefardí de los que se publican todavía en el conflictivo pero entrañable para un castellano Estado de Israel, que reza en su portada con grandes titulares en este idioma de Castilla del siglo XV:

“A lo tuerto, tuerto; y a la derecho, derecho”.

Pues así es, al pan, pan y al vino, vino, señores herederos de la mejor cultura castellana del siglo XV, errante por medio occidente antes de establecerse con su cultura en las tierras prometidas de Israel por el dios de los hebreos.

También le gustaba repetir al autor oculto de esta historia ese otro lema tan sugestivo de “El Amaneser”, periódico en sefardí o ladino pero esta vez publicado en Estambul, y cuyo precioso y esperanzado lema dice lo siguiente:

«Kuando muncho escurese es para amaneser»

Tal vez fuese esto lo que le ocurría a Castilla, que había oscurecido o la habían oscurecido mucho, pero aferrándose a su cultura, seguro que amanecía y rebrotaba en cualquier momento.

Así pues, siguiendo las investigaciones libres del autor de referencia hay que reseñar como hipótesis documentada más probada y probable, que en cuanto al “don” con que encabezaba sus tarjetas de visita, lo tenía, pues había alcanzado el grado de Bachiller, años atrás, lo que le daba derecho pleno a usarlo.

SOBRE EL AUTOR MÁS ENTENDIDO EN CUESTIONES DEL QUIJOTE DE LA SAGRA Y SOBRE LA PARTICIPACIÓN DE “Munio Juan Montañón y Díez” EN LAS MISMAS, POSIBLE “Cide Hamete Benengeli” EQUIPARABLE EN LO OCULTO

Debe considerarse para dar verosimilitud a las investigaciones de este autor que se vela, y que incluso algunos ponen en relación directa con Munio Juan Montañón y Díez, escritor del siglo XVII, aunque ello no está corroborado con hechos, recibió el Premio Cervantes de su región, a pecho descubierto y sin padrinazgo de ningún tipo.

Sólo por su estilo mondo y lirondo que lo ganó, lo cual en los tiempos de corruptelas de todo tipo que vivimos, incluso literarias claro es, tiene su punto de mérito.

Se ha sabido de este autor que tiene dicho a sus amigos que ya no quiere más distinciones ni galardones literarios ni reconocimientos de ningún tipo, pues ser premio Cervantes oficial de su Región es más de lo que hubiera sospechado llegar a ser nunca, cuando empezó a escribir.

Amén que no puede haber más alto reconocimiento, pues Cervantes sí que es el verdadero castellano universal que pelea por esta su lengua en todos los lugares del orbe, exitosamente; en cambio Nobel, en China, nadie sabe quién es… Y el Premio de este sueco ajeno a la literatura es una cosa occidental y amañada, como se conoce perfectamente.

FIN DE LA SEGUNDA ENTREGA. (Continuará en este medio medio)

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Juan Pablo Mañueco

Nacido en Madrid en 1954. Licenciado en Filosofía y Letras, sección de Literatura Hispánica, por la Universidad Complutense de Madrid

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