La Hora de la Verdad

Miguel Ángel Malavia

Don Juan Tenorio expía el alma de Haití

Don Juan Tenorio, aturdido en su orgullo, desconoce que las campanas doblan por él. Borracho de altanería, no sabe que el capitán le acaba de dar muerte a la puerta de su casa y que los salmos retumban por su figura cuando el alba empieza a clarear en esta noche de ánimas. Pero ha llegado el momento: o morir para siempre o alcanzar la salvación eterna por un último punto de contrición.

Don Juan Tenorio, sin conocerlo, se encuentra ante el tribunal que lo juzga en nombre de Dios. El comendador, saliendo una vez más de su sepulcro de mármol, es el encargado de leer la acusación:

– Don Juan Tenorio, tú eres el alma de Haití. Sobre ti pesa la historia de sepultura de un país secuestrado de África por los españoles y llevado como esclavo al Nuevo Mundo hace cinco siglos. Tú eres responsable de la posterior conversión en colonia francesa, permitiendo el robo miserable de todas sus riquezas y materias primas más básicas. Tú, Tenorio, no impediste que la emancipación, la primera en la historia de América Latina, tuviera el coste de una guerra atroz. Como tampoco pusiste freno a las siguientes dictaduras, contiendas civiles (incluida la que aun hoy se mantiene en la práctica con los vecinos dominicanos) y las innumerables corruptelas de los politicastros. La historia de Haití, la tuya, ha sido convulsión, caos, impotencia. Y la has culminado, hace menos de dos años, con un incruento terremoto que ha aniquilado lo poco que se mantenía sobre sí mismo. Por todo ello, maldito seas. Y ahora, sin más, dame la mano y ven conmigo al único lugar digno de acogerte: el Infierno.

Don Juan Tenorio, consciente ahora sí de su identidad, desbordado por el peso de sus pecados, renuncia a luchar por su alma. Sin decir palabra, hablando únicamente con las lágrimas que le desbordan por vez primera en toda su vida, baja la cara y acepta la mano del comendador. Éste, triunfal, la agarra con fuerza y grita, sobrecogedor: “¡Al Hades, maldito!”. Sin embargo, la procesión de luto es interrumpida en ese instante por la aparición de la angelical Doña Inés, que también se hace carne luminosa desde su sarcófago:

– ¡No, padre, suelta esa mano! Don Juan Tenorio, como muestran sus lágrimas, está purgando con sinceridad la negrura de su corazón. Él es el alma de Haití, como dices. Pero no dices toda la verdad. Haití es mucho más que hecatombe y ruina. ¿Y la esperanza? Yo te muestro aquí, sin necesidad de rememorar el pasado, las buenas noticias que ocurren hoy en el país. Mira, mira esta comunidad de campesinos que ha conformado un comité para abastecerse ellos mismos de lo que les niega el Estado: escuelas, medicinas, electricidad. Y observa atento a esta escuela de niños esclavizados por falsas familias de acogida. ¡Un cura les enseña un oficio! ¡Y la oportunidad que esta monja le ofrece al niño que acaba de ser abandonado! ¡Y la alegría para quienes fueron rechazados por ser mutilados y han acabado siendo acogidos por quienes no les conocían! ¡Y las clínicas de maternidad gratuitas para quienes no pueden pagarlas! ¡Y las letrinas para evitar el cólera! ¡Y casas para quienes las perdieron cuando tembló la tierra! ¡Y los consejos e instrumentos para poder reforestar lo que había sido segado por completo! Todo eso, padre, ocurre hoy en Haití. El alma de Don Juan Tenorio también contiene a curas, religiosos, laicos comprometidos y representantes de todo tipo de asociaciones que dan una oportunidad a quien antes no la tenía. Don Juan, mírame a los ojos. ¿Quieres salvarte? No dudes que eres digno de tal merecimiento. Dios, que te ama con locura, porque eres el alma de Haití, te ofrece, a través de mí, la única mano que debes de aceptar. Ven, ven a mí…

Sonriendo al fin, con la mirada de la felicidad que jamás asomó en sus ojos, ahora tomados por lágrimas de gozo, Don Juan Tenorio abraza a Dios en la mujer que lo salvó, la angelical Doña Inés. La eternidad, ahora sí, es para los amantes que se fraguaron en una noche de desgracia y rechazo de la misericordia.

¿No es verdad, ángel de amor, que en Haití sí hay esperanza?

MIGUEL ÁNGEL MALAVIA

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Autor

Miguel Ángel Malavia

Conquense-madrileño (1982), licenciado en Historia y en Periodismo, ejerce este último en la revista Vida Nueva. Ha escrito 'Retazos de Pasión', ¡Como decíamos ayer. Conversaciones con Unamuno' y 'La fe de Miguel de Unamuno'.

Miguel Ángel Malavia

Conquense-madrileño (1982), licenciado en Historia y en Periodismo, ejerce este último en la revista Vida Nueva. Ha escrito 'Retazos de Pasión', ¡Como decíamos ayer. Conversaciones con Unamuno' y 'La fe de Miguel de Unamuno'.

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