McCarthy: El «inquisidor» anticomunista detrás de la cacería de brujas más siniestra del siglo XX en Estados Unidos

En los albores de la década de los años 50, una simple pregunta —"¿Es o ha sido miembro del Partido Comunista?"— formulada por el poco conocido senador republicano Joseph Raymond McCarthy, originario del corazón de Estados Unidos, lo catapultó a la prominencia política de su nación

McCarthy: El "inquisidor" anticomunista detrás de la cacería de brujas más siniestra del siglo XX en Estados Unidos

Esta interrogante se convirtió en el epicentro de la arremetida desplegada por McCarthy para exponer a los supuestos comunistas y espías soviéticos que, según él, se habían infiltrado en diversos ámbitos de la sociedad estadounidense, desde universidades y Hollywood hasta la burocracia gubernamental y el ejército, con el objetivo de «socavar desde dentro nuestra gran democracia».

La negativa a responder esta y otras preguntas similares planteadas por McCarthy en su todopoderoso Subcomité de Investigaciones Permanentes se convirtió en suficiente evidencia para condenar, ya sea oficial o extraoficialmente, a numerosas personas, inaugurando así una oscura era que los historiadores y politólogos denominan «macartismo», término que hoy evoca represión y persecución ideológica.

¿Cómo logró McCarthy iniciar esta caza de brujas? ¿Por qué no fue detenido y cuáles fueron las repercusiones de sus acciones en la política y los derechos civiles en Estados Unidos? Para responder a estas preguntas, BBC Mundo consultó a tres historiadores y revisó documentos de la época.

Nacido en Wisconsin en 1908, McCarthy provenía de una familia modesta. Después de dejar la escuela para trabajar en una granja, retomó sus estudios y eventualmente se graduó como abogado. Su carrera política despegó cuando se convirtió en senador en 1946, aunque inicialmente no era considerado una figura relevante.

Sin embargo, capitalizó el clima de histeria y paranoia que dominaba Estados Unidos en los años 50, especialmente después de que la Unión Soviética anunciara en 1949 su posesión de armas nucleares y la victoria comunista en China. Estos eventos alimentaron la creencia de una conspiración comunista dentro del país, lo que proporcionó a McCarthy una plataforma para su discurso anticomunista.

En febrero de 1950, atrajo la atención nacional con un discurso en el que afirmaba tener una lista de 205 nombres de presuntos comunistas dentro del Departamento de Estado. Aunque nunca se encontraron pruebas de la existencia de esta lista, esta declaración catapultó su popularidad y le permitió presidir un subcomité parlamentario encargado de desenmascarar a supuestos espías y comunistas.

El papel de los medios de comunicación, especialmente la televisión, fue crucial en la difusión del mensaje anticomunista de McCarthy. Este último también supo manipular hábilmente a la prensa, anunciando acusaciones sensacionalistas que los periodistas no tenían tiempo de verificar.

J. Edgar Hoover, director del FBI y ferviente anticomunista, desempeñó un papel fundamental en el ascenso y consolidación del macartismo. El FBI realizó investigaciones exhaustivas para vincular a figuras prominentes con el comunismo, aunque muchas de estas investigaciones carecían de fundamentos sólidos.

A pesar de la falta de pruebas concretas, McCarthy logró infundir miedo en la sociedad estadounidense, lo que resultó en la persecución de miles de personas por sus ideas políticas. Aquellos que se negaban a cooperar con su comité eran despedidos o incluso encarcelados, y el temor a ser etiquetado como comunista llevó a muchos a mantenerse en silencio, incluso figuras prominentes como el presidente Dwight Eisenhower.

Sin embargo, la fortuna de McCarthy comenzó a declinar en 1954 cuando lanzó una investigación contra el ejército de EE.UU. Esto generó críticas y, finalmente, el Senado censuró sus acciones, lo que marcó el principio del fin de su influencia política.

Aunque McCarthy murió desprestigiado en 1957, su legado perdura. Su estilo populista de hacer política y su disposición a sacrificar principios democráticos en nombre de la seguridad nacional han dejado una marca indeleble en la historia política de Estados Unidos, y su figura sigue siendo un recordatorio de los peligros del extremismo y la intolerancia ideológica.

FUENTE: BBCMUNDO

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Autor

Paul Monzón

Redactor de viajes de Periodista Digital desde sus orígenes. Actual editor del suplemento Travellers.

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