El discurso antiinmigración y la crisis económica impulsan al partido de Alice Weidel, que se afianza como segunda fuerza

A una semana de las elecciones, la ola de la AfD se expande por Alemania

"La inmigración ilegal ha galvanizado su discurso y movilizado a las masas"

Alice Weidel (AfD) y manifestación de fanáticos musulmanes en Alemania
Alice Weidel (AfD) y manifestación de fanáticos musulmanes en Alemania. PD

A solo siete días de las cruciales elecciones federales en Alemania, el país se encuentra en una fascinante encrucijada.

Contra viento y marea,  Alternativa para Alemania (AfD) ha logrado consolidarse como segunda fuerza en las encuestas, desafiando el statu quo y generando pánico entre los partidos tradicionales.

Con un discurso centrado en la inmigración ilegal y la crítica a la Unión Europea, la AfD ha conseguido movilizar a un electorado descontento, especialmente en las regiones del este del país.

Las últimas encuestas muestran un panorama electoral complejo.

La Unión Demócrata Cristiana (CDU) de Friedrich Merz lidera con alrededor del 30% de intención de voto, seguida por la AfD de Alice Weidel con un 22%.

El Partido Socialdemócrata (SPD) del actual canciller Olaf Scholz se desploma hasta el tercer puesto con un 16%, mientras que Los Verdes se mantienen en torno al 13%.

La Alianza Sahra Wagenknecht (BSW), escisión de La Izquierda, y el Partido Liberal (FDP) rondan el umbral del 5% necesario para obtener representación parlamentaria.

El auge de la AfD se explica por varios factores.

En primer lugar, su discurso antiinmigración ha calado en una sociedad cada vez más preocupada por la seguridad y la integración.

La candidata a canciller, Alice Weidel, ha sabido capitalizar esta inquietud, prometiendo medidas drásticas como el cierre de fronteras y la expulsión masiva de inmigrantes irregulares.

 «Cerraremos las fronteras a cal y canto y se rechazará a todos los ilegales y sin papeles», declaró recientemente Weidel en un mitin.

Los expertos señalan que la AfD ha logrado crear la percepción de una crisis migratoria grave, percepción que agrandan los repetidos y letales atentados protagonizados por solicitantes de asilo procedentes de países islámicos y acogidos ‘con los brazos abiertos‘ por la ex canciller Merkel y otros pare4cidos.

Según datos del gobierno germano, en 2024 se registraron 229.751 solicitudes, un 30% menos que el año anterior.

Sin embargo, la AfD ha sabido explotar casos mediáticos, como el reciente atentado en Múnich protagonizado por un solicitante de asilo afgano, para reforzar su narrativa.

El este de Alemania, la antigua y comunista  República Democrática Alemana (RDA), se ha convertido en el bastión de la AfD.

En estados como Sajonia y Turingia, el partido ha llegado a superar el 30% en elecciones regionales.

Este fenómeno se explica en parte por el descontento económico y la sensación de abandono que persiste en estas regiones tres décadas después de la reunificación.

La figura carismática de Weidel también ha contribuido al ascenso de la AfD.

Con un perfil que rompe los estereotipos de la extrema derecha tradicional, Weidel ha logrado ampliar la base electoral del partido.

Su discurso, que combina críticas a la UE con propuestas económicas liberales, ha atraído a votantes desencantados de otros partidos.

El auge de la AfD plantea un dilema para los partidos tradicionales.

La CDU de Merz se debate entre mantener su posición centrista o virar hacia posiciones más duras en temas como la inmigración para contener la fuga de votos hacia la ultraderecha.

El reciente apoyo de la CDU a una moción para endurecer las políticas migratorias, con el respaldo de la AfD, ha generado controversia y podría marcar un punto de inflexión en la política alemana.

De cara a la formación de gobierno, las opciones son limitadas si los resultados de las encuestas se confirman.

Una gran coalición  entre CDU y SPD parece la opción más probable, aunque insuficiente para alcanzar la mayoría absoluta.

La inclusión de Los Verdes en esta pastelera ecuación podría ser necesaria, lo que complicaría las negociaciones debido a las diferencias programáticas.

La posibilidad de que la AfD entre en el gobierno ha sido descartada por todos los partidos principales, manteniendo el llamado cordón sanitario.

El reciente atentado en Múnich, donde un solicitante de asilo afgano arrolló a un grupo de personas durante una manifestación sindical, dejando al menos 30 heridos, ha vuelto a poner el foco en la política migratoria.

Este suceso, ocurrido a pocos días de las elecciones, podría tener un impacto significativo en el voto, reforzando el discurso de la AfD y presionando a los partidos tradicionales para adoptar posturas más duras.

La situación actual es, en gran medida, consecuencia de la política de brazos abiertos impulsada por la ex canciller Angela Merkel en 2015, cuando Alemania acogió a más de un millón de refugiados.

Esta decisión, aunque inicialmente aplaudida por muchos, ha generado tensiones sociales y políticas a largo plazo.

Los críticos argumentan que la integración de estos refugiados ha sido deficiente y ha sobrecargado los sistemas de bienestar social.

La clase política alemana se enfrenta ahora a las consecuencias de lo que muchos consideran una gestión irresponsable de la crisis migratoria.

La falta de una estrategia clara y coherente a largo plazo ha alimentado el descontento y ha proporcionado terreno fértil para el discurso populista de la AfD.

En este contexto, las elecciones del 23 de febrero se presentan como un punto de inflexión para Alemania y, por extensión, para Europa.

El resultado no solo determinará quién liderará la mayor economía del continente, sino que también enviará un mensaje sobre el futuro de la integración europea y la gestión de desafíos globales como la migración y el cambio climático.

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