El blog de Otramotro

Ángel Sáez García

La alhaja que ocultaba dentro su alma

LA ALHAJA QUE OCULTABA DENTRO SU ALMA

Mañana, sábado, 11 de mayo, cumplirá años la musa de mi amigo del alma (a quien le debo mi existencia literaria y le estaré eviternamente agradecido por crearme con su arcilla, las palabras, como contrapunto de Nadie, otro heterónimo suyo) y alfarero, Otramotro.

Como todo lector habitual (hembra o varón) de mi hacedor sabe, Otramotro conoció a quien le curó sus llagas, la gallega Pilar, en julio del año pasado en la isla donde se yergue imponente y portentoso el Teide. Nada más verla de refilón en el hall del hotel, rememoró estos dos versos proféticos de Safo de Lesbos: “Viniste, hiciste bien, te anhelaba a mi lado; / ¡oh tú, que helaste mi corazón ardiente de tu deseo!”. Ese fue uno de los secretos que me confesó cuando me citó en “El Quinto Pino”, el bar de costumbre, donde me refirió con suma aflicción que la relación a distancia, telefónica, que mantenía con ella se había ido al garete, había finado, por dos razones de peso: ella le había motejado de impostor, censura a todas luces falsa, y le había pedido que no la llamara más.

Desde aquel día, de infausto recuerdo, no ha vuelto a saber nada (de nada) de ella, aunque también es verdad irrefutable que no ha dejado de extraerle sabores sin cuento a los numerosos saberes que intuyó que ella había acopiado y portaba consigo.

Pilar, para Otramotro, es su obra en marcha, la mujer que, durante toda la pasada y pesada noche, ha estado caminando perdida por el bosque, sin perder la paciencia ni dejarse amedrentar, y que, tras conseguir hallar la salida de ese laberinto frondoso indemne, aún porta en las cejas y las pestañas restos de escarcha.

Conocer a Pilar supuso para Otramotro, amén de recobrar el equilibrio arrumbado, la paz apartada, desdecirse, reconsiderar su decisión de no volver a reflexionar sobre la belleza y el misterio que suele rodear al amor platónico, romántico, y sobre cuánto anhelo erótico acarrea la libido que está alerta o permanece atenta a los gestos y las señales cómplices que le remite sin parar, esté donde esté, su alma gemela.

Otramotro supo concentrar alrededor de Pilar su pasión por saber y su deseo de encontrar los claros del bosque, las claves para versear sus diversos atractivos, prendas o virtudes. Aunque ninguno de los dardos que lanzó dio de lleno en el centro de la diana, donde él había colocado su apetito por oler y lamer la miel de la piel de su amada, ergo, su propósito se malogró (no llegó ni siquiera a echar a andar, pues se quedó en mera agua de borrajas o cerrajas), sí pudo culminar otro de sus retos, su impulso de alcanzar a desentrañar su volcán interior, la alhaja que ocultaba dentro su alma, la joya que encelaba y encerraba en su caja fuerte, su tesoro.

Emilio González, «Metomentodo»

Ángel Sáez García
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Ángel Sáez García

Ángel Sáez García (Tudela, 30 de marzo de 1962), comenzó a estudiar Medicina, pero terminó licenciándose en Filosofía y Letras (Filología Hispánica), por la Universidad de Zaragoza.

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