El blog de Otramotro

Ángel Sáez García

Me alegra que te alegre mi alegría

ME ALEGRA QUE TE ALEGRE MI ALEGRÍA

Dilecta Pilar:

Como insistes en darme las gracias, no te molestará que itere una vez más (y van… ni se sabe; ya he perdido la cuenta) mi “de na(da)”.

He leído, como suelo hacer cada viernes, tu columna del Heraldo, hoy sobre ese infierno para los ojos que fue contemplar impotente cómo era pasto de las llamas la catedral parisina de Notre Dame (guipar por televisión, ora fuera en directo, ora en diferido, la caída de la aguja casi, o sin casi, nos pinchó). Me ha gustado, como siempre. Me ha llamado la atención que la cifra de muertos que recoges y se había dado en Sri Lanka (y había traspasado fronteras) ha sido rebajada en un centenar. Qué poco cuidado tuvieron con ese dato las autoridades de dicho país. Si la muerte de cualquier ser humano me/nos disminuye, como escribió el poeta metafísico inglés John Donne, más lo hizo la información de que, entre los muertos, se habían hallado los cadáveres de dos jóvenes gallegos, que, por ser compatriotas, fueran o no creyentes, nos dolió más.

Pues yo esta vez voy a decantarme por ahorrarme lo consabido, por obvio. Como es cierto lo que apuntas, no te haré comentario ni te objetaré. Ya sabes la lección que le debemos a Confucio: quien comete un error y no lo corrige comete otro yerro mayor. Bienvenida la reconsideración, seguida (o no, en este caso, sí) de la oportuna rectificación, pues convenía hacer aquí tal cosa.

Ayer, después de comprar la doble pe, pan y periódico, no sin haber cumplido antes con el preceptivo deber cívico de ir al colegio electoral a votar (en blanco), llamé a mi hermano Eusebio (que me subió al hospital). Durante la madrugada, advertí que mi corazón no latía normalmente, se había desbocado y, además, iba arrítmico. A las siete y media de la mañana ingerí una pastilla del enlentecedor cardíaco que tomo habitualmente en el desayuno, Bisoprolol, que mejoró algo el proceso, pero no resolvió del todo el episodio. La doctora (a quien, por llamarse Carmen, y mandarme a casa sano, le debo un poema) que me atendió en el Hospital “Reina Sofía” dio con la tecla adecuada, 200 miligramos de un medicamento (ahora puedo decirte cuál, porque he vuelto a leer el informe médico, flecainida) en dos pastillas, que me tragué e hicieron el efecto adecuado. Volví a casa (me bajó mi hermano Miguel Ángel) tras haber permanecido monitorizado, durante cinco horas, en la Unidad de Corta Estancia (UCE). Así que el finde no fue como me hubiera apetecido, pero ya sabes que el hombre propone y Dios, el azar u otro agente, se llame como se llame, dispone.

Ya he escrito y publicado el artículo sobre ese menester, las elecciones generales, “La excepción sigue siendo Pedro Sánchez”.

Me alegra que te alegre mi alegría, tras el susto.

Todos tenemos nuestra parte alícuota de culpa en lo que hay (más bueno que malo y viceversa, según días y momentos) o cabe identificar.

Otro (de tu amigo Otramotro).

Ángel Sáez García
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Ángel Sáez García

Ángel Sáez García (Tudela, 30 de marzo de 1962), comenzó a estudiar Medicina, pero terminó licenciándose en Filosofía y Letras (Filología Hispánica), por la Universidad de Zaragoza.

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