El blog de Otramotro

Ángel Sáez García

Tengo que rehusar, Pilar, tu oferta

TENGO QUE REHUSAR, PILAR, TU OFERTA

No sé qué es lo que ha pasado en tu entorno, ni en tu mente, ni en tu piel (tampoco siento la necesidad imperiosa o tengo ganas de especular, ya lo hice otrora y de nada me sirvió), pero sí que tú, Pilar, quien fuiste mi estro literario gallego, has tardado más de tres años y medio (y, según me revelaste ayer, llevabas, desde marzo, pensando en ponerte en contacto telefónico conmigo, cuatro meses; ¿por qué procrastinaste durante tanto tiempo darle curso oportuno a dicha decisión?; ¿es eso creíble, verosímil?) en volver a llamarme, desde que me pediste (me impusiste) que yo no lo hiciera más por la única vía habitual y posible entre ambos, el invento de Bell.

Reconozco que si entonces, otrora, no tenía ganas de comer, ni de dormir, al menos, sí las tuve de escribir, y vi lo que vi y ahora me dispongo a contar cuanto viví: que servidor semejaba el último barbo de un río del que un siluro se había hecho dueño y señor de sus aguas, y yo tenía que andar (en puridad, un anagrama verbal suyo, nadar) con sumo cuidado, cerca de sus orillas (a una había determinado llamar Esperanza y a otra Tormento), para eludir y evitar su omnímoda y ominosa boca, ahora no me acordaba de ella, de veras, ni mucho, ni poco, ni nada (de nada).

¡Qué malos ratos/tragos pasé! ¡Qué duro fue dejar de amar de sopetón (que no conseguí; confieso que fracasé en dicho menester, que para mí fue un hecho imposible de lograr) al sujeto de mi amor, a quien gravitaba y llenaba mis ideas, mis proyectos, mis ilusiones, mis sueños, a quien poblaba de sentido y sensibilidad a flor de piel cada rincón de mi imaginación! Menos mal que, poco a poco, fui persuadiéndome de que, dada la realidad, que imponía su criterio por aplastante mayoría y con toda su crudeza, me convenía hacerme a la idea cuanto antes, y de que lo coherente, congruente, consecuente, prudente y responsable era que me fuera desenamorando como pudiera; ¿de modo paulatino?, pues, de esa guisa, ¡paulatinamente!

Volví a echarme en cara, una vez más, que no hubiera aprendido o asimilado las lecciones anteriores, y que me hubiera enamorado (otra vez) hasta las médulas, los tuétanos, pero ahora, de verdad, atento y desocupado lector, seas ella o él, te y me pregunto: ¿Puede una persona enamorarse de otra hasta la mitad o solo tres cuartas partes y no de forma íntegra, completa, sin fisuras? A mí no me cuadran quienes no lo hacen como yo asevero o disienten de mi manera de proceder, pero las/os hoy, al menos, eso refieren las/os tales, aunque yo siga poniendo ese parecer en tela de juicio.

Ayer Pilar volvió a echar mano del mismo argumento que usó en el pasado, o sea, a comentarme que me quiere en su vida como amigo, solo como amigo. Me temo que hay entre nosotros un evidente desajuste, porque yo no opino así, pues discrepo abiertamente, ya que no la querría nunca a ella de igual manera en la vida. A mí (soy honesto al narrar lo que acaso acaeciera, porque yo lo propiciaría), si siguiera soltero y sin compromiso, y me hallara a solas con ella en una habitación, estoy convencido de que los sentimientos antiguos que tuve hacia ella volverían a fluir, a reverdecer sus laureles y, seguramente, el demonio, del que se predica su apodíctica e inobjetable condición de que es más sabio por viejo que por diablo, volvería a tentarme y, conjeturo, no dejaría de hacerlo hasta que cayera servidor en la cuenta (no en la cuneta, un anagrama suyo, como había escrito, de manera equivocada, al principio) de que el pensamiento que otrora formuló y grabó al respecto en letras de molde Oscar Wilde sigue vigente: “La única manera de librarse de la tentación es ceder ante ella. Si se resiste, el alma enferma, anhelando lo que ella misma se ha prohibido, deseando lo que sus leyes monstruosas han hecho monstruoso e ilegal”.

Así que lo que he resuelto (para no verme en la tesitura de tener que meter en la bolsa de los padecimientos, que el mero hecho de vivir ya se encarga de abastecernos o suministrarnos, al albur, sin que se los hayamos solicitado, sufrimientos que solo quepa achacármelos a mí, por ser hijos de mis propios y voluntarios yerros) es llamar a Pilar para confirmarle que no acepto sus condiciones, que rehúso su oferta, y anhelo que sea dichosa todos los días que le restan por vivir (lo propio deseo para mí). Esto es lo que he decidido comunicarle. He intentado hacer tal cosa esta mañana, a las 12 horas y 28 minutos, pero no me ha contestado, y no se ha puesto en contacto conmigo todavía, cuando son las 17 horas y un minuto y termino de redactar estas líneas y me dispongo a poner el punto final de este texto.

   Ángel Sáez García

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Ángel Sáez García

Ángel Sáez García (Tudela, 30 de marzo de 1962), comenzó a estudiar Medicina, pero terminó licenciándose en Filosofía y Letras (Filología Hispánica), por la Universidad de Zaragoza.

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